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viernes, 2 de septiembre de 2011

600 KILÓMETROS POR NAVARRA Y GUIPÚZCOA. DÍA 1.

PRÓLOGO

La Transpirenaica 2010 quedó inconclusa, y por tanto no era cuestión de desaprovechar aquellos tracks, los cuales enlazados con otros de nueva creación podían proporcionar la base para una buena excursión. Saliendo desde la fábrica de armas de Orbaitzeta recorrería parte del Pirineo navarro, atravesaría el País Vasco y llegaría hasta los valles pasiegos en Cantabria; después, vuelta atrás por otro recorrido diferente. El proyecto estaba pensado para seis días y 1000 kilómetros, pero al final, a causa de las dificultades sólo pude completar 600 y ni siquiera llegué a Vizcaya.

DÍA 1. ARIBE-ORBAITZETA-ALDUDES-ELIZONDO. 11O KMS
Tras un fin de semana algo agitado y sin tener muy claro si estaba lo suficientemente motivado para el viaje al norte, finalmente el martes 16 me decidí y sobre las 11,30 salía de casa dirección Navarra. Para esta primera etapa había previsto un recorrido breve, pero aun así llevaba casi dos horas de retraso que a la larga echaría de menos en los momentos más críticos. Tenía a mi favor el conocimiento de buena parte de la zona inicial, pero sabía que me iba a resultar complicado encontrar el collado fronterizo entre Aldudes (Francia) y Elizondo (Navarra). En mi época pre-GPS (2006) había fracasado en el intento y sabía de las dificultades del terreno; esta vez tendría una segunda oportunidad.

Sobre las 17:30 me despedí de coche y remolque en la gasolinera de Aribe y por asfalto marché hacia las ruinas de la fábrica de armas de Orbaitzeta. Desde allí por buena pista se asciende hasta el puerto de Ibañeta. La subida transcurre entre las sombras de un bosque imponente y siempre con un riachuelo a un lado u otro, de verdad que da pena ir rápido por este paraje. En las proximidades del puerto de Ibañeta decenas de peregrinos que van hacia Roncesvalles colapsaban la zona, así que huí del camino de Santiago y pronto me dirigí hacia el collado Lindus, frontera entre Francia y España. A poco de entrar en el país vecino la cosa se animó y cerca del Col de Meharroztegui me vi circulando alegremente por agradables prados, subiendo hacia Errola



y el Col de Mizpira,




donde cambié los prados por un sendero que descendía a media ladera hacia Aldudes.




El tránsito entre Aldudes y Elizondo era el tramo más incierto del recorrido. Como sucede en otras zonas fronterizas, las comunicaciones adolecen de cierto abandono o discontinuidad, o al menos así me lo pareció durante aquel atardecer. Hasta el track almacenado en el gps parecía hacer cosas raras. Por caminos poco usados e incluso bosque a través fui siguiendo una ruta qué vete tú a saber de dónde había sacado.




La senda parecía que seguía por el bosque cuesta abajo e, imprudentemente, seducido por la belleza del paraje, me lancé entre raíces y piedras húmedas en pos de una ruta bastante incierta.




La senda se convirtió en camino descendente, pero repleta de barrizales "a la navarra", o sea, un magma de barro y hojas secas donde los tacos de las ruedas se cubren de fango ultradeslizante y donde la moto se hunde casi hasta el cárter sin que te des cuenta. Cuando ya estaba en el fondo del bosque, me topé con un árbol caído de dimensiones respetables que bloqueaba la marcha. Di la vuelta a la DRZ pero ya había caído de lleno en la trampa: me tocó subir casi todo el camino haciendo "el afilador", pues el barro colapsaba los neumáticos y por poca cuesta que hubiera, subías derrapando constantemente. Cuando accioné el electroventilador ya era tarde, y al poco rato una generosa cafetera me obligó a detenerme.




Estaba en un buen lío, pues me faltaban unos cuantos centenares de metros hasta salir de aquella resbaladiza pista. Hubo tiempo para meditar.
 

Bajé algo las presiones de las ruedas, pero la cosa no mejoró mucho. En una zeta del camino me tiré unos diez minutos empujando la moto arriba y abajo, con vuelco incluído, hasta que logré superarla. Después me esperaba la senda a través del bosque, cuesta arriba y enjabonada, además de invisible entre tantas raíces. Creo que lo intenté tres veces, pero en un giro algo apuradillo siempre resbalaba y, harto de levantar la moto del suelo y darle la vuelta para intentar otra vez la subida, busqué otra escapatoria. Curiosamente aquella senda arrancaba en una encrucijada con otras tres alternativas: otro sendero descendente (no!), un camino cuesta abajo y cegado por la vegetación (no!) y un caminillo ascendente de dudosa trayectoria. Evidentemente tomé este último y chapoteando entre nuevos charcos fui saliendo de las profundidades del bosque. Otro árbol caído vino a impedirme el paso, pero por suerte estaba bastante podrido y con un poco de esfuerzo pude retirarlo y alcancé una pista civilizada. Estaba salvado.

Tras recuperarme del susto, casualmente encontré un PR que podía servirme para llegar a Elizondo, y por allí me metí. Escarmentado por la aventura anterior, cuando el descenso se puso serio dudé y decidí plantarme. Sabía que por carretera podía llegar a Elizondo al caer la noche; si me metía senda abajo, seguro que iba a haber lío deslizante y en caso de apuro (otro árbol caído, por ejemplo) las iba a pasar canutas. Por una vez fui conservador y me volví hasta Aldudes y dando un pequeño rodeo por carretera de montaña (40 kms), atravesando el puerto de Izpegui llegué a Elizondo sobre las 22.00, donde busqué cobijo para poner fin a aquel primer día.


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