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sábado, 3 de septiembre de 2011

600 KILÓMETROS POR NAVARRA Y GUIPÚZCOA. DÍA 4


DÍA 4. BEASAIN-ALBIZTUR-ALEGIA-LIZARTZA-OREXA-EMBALSE DE LEURTZA-ELIZONDO. 160 KMS

Este día no podía fallar, no podía ser que el promedio diario apenas pasase de los 100 kilómetros. Madrugaría un poco más de lo habitual y echaría el resto. A pesar del tormentón de la noche pasada se anunciaba un día con sol, de modo que las circunstancias parecían bastante propicias a priori. Menos temprano de lo planeado marché del hotel




camino de las primeras pistas




que debían aproximarme al alto de Mandubia, donde había abandonado la tarde anterior.

Como me suponía, los caminos estaban más que feos,




algunos totalmente colapsados.




Rozando el naufragio conseguí conectar con el track perdido




para meterme de lleno en nuevos barrizales, algunos estrechos




y otros más anchos,




pero todos igual de asquerosos.




Pasar la puerta de la foto superior me costó lo mío. Tenía un muelle que hacía de cierre automático, además de la profunda trampa de barro y agua. Al final, resbalando de mala manera, pude atar la puerta a un arbusto ayudándome de la riñonera, pero no me libré del remojón en el surco.

El bosque, como siempre, imponente.




Deslizándome (literalmente) cuesta abajo por resbaladizas pistas, llegué a las inmediaciones de Albiztur,




municipio que ya conocía del viaje de ida por sus enjabonados caminos y cerradísimos senderos. En esta ocasión, teniendo en cuenta que iba contrarreloj, renuncié al derrapaje controlado y enlacé con Alegia por carretera. He de decir que me salté un tramo de montaña de unos 5 kilómetros atendiendo a la solicitud de un cartel de esos de "no pasar, camino privado". Como era un enlace corto y tenía prisa no quise buscarme problemas e improvisé otra salida que no estuvo nada mal, sobre todo teniendo en cuenta lo que me aguardaba a continuación.

Justo después de Alegia el track se internaba por un camino poco trillado, con hierbas altas y suelo húmedo




hierbas que más tarde se convirtieron en matojos desordenados,




y finalmente en pura selva cantábrica.




Progresivamente todo empeoró: más vegetación, más estrecheces, más desnivel, más precipicio...
Subía bastante bien, pero en una rampa con cierta inclinación lateral, me detuve ante la posibilidad de deslizarme por la ladera y ser incapaz de sacar la moto a flote. Me pateé la zona con calma pero no había garantías, de modo que decidí recular hasta poder dar la vuelta a la Susi.




Fue una lástima, porque estaba ya casi a punto de pasar "al otro lado" y conectar con la bajada, pero no hubo más remedio que ser prudente y asegurar el tiro.
 
 
Tuve que llegarme a Lizartza por carretera y desde allí a Oretxa, donde empecé una larguísima sección offroad casi coincidiendo con el cambio de provincia.

Primeros bosques navarros,




y primeros surcos también.




Un campesino me avisó de que lo iba a tener crudo por allí, pero pude pasar. Con las alforjas los surcos se pueden convertir en una trampa, pues tocan pronto por abajo y por los lados, así que hay que irse con ojo de por donde te metes.

Superadas las trincheras, me planté en una encrucijada para tomar rumbo sur hacia Gorriti.




En algún momento pude otear el horizonte y contemplar la sierra de Aralar,




pero esos instantes fueron la excepción. Por delante me quedaban decenas de kilómetros a la sombra,




a través de hayedos infinitos




sin más perspectiva que el hueco del camino entre los árboles, entre barrizales




y raíces.




A lo sumo, algún cruce con la carretera me volvía a conectar con la civilización,




pero enseguida volvía a la rutina arbórea.




A veces con caída lateral,




con regueros en subida,




con sendas en pronunciada bajada,




o espesos barrizales.




Algunos pasos fueron más complicados de lo deseable, pero se superaron.




Siguieron nuevos senderos




y suaves lomas con sus subidas




y sus bajadas.




Íbamos bien, hacia Belate,




pero la ruta se complicó en exceso en este sendero con losas como cuchillos:




Llevaba muchos kilómetros intentando seguir el track por bosques laberínticos, lejos de cualquier referencia, con las reservas de agua agotadas y por supuesto, sin comer. Ni mental ni físicamente estaba en condiciones de meterme en aquel infierno, sobre todo después de pateármelo y comprobar que era complicado de veras, especialmente si vas cansado y con equipaje. Di la vuelta y busqué alternativa por otro sendero.




Este, en vez de rocoso era fangoso,




y en una rampa de tierra, con las gomas inservibles,




dije basta.




La travesía de los bosques había sido fantástica, pero me había dejado K.O. también.
Fueron decenas de kilómetros lentos pero fluidos por sendas y caminos oscuros, embarrados, resbaladizos, desaparecidos... Suerte de llevar el gps y pasar por allí un día soleado, de lo contrario el extravío estaba garantizado.

Retrocedí hasta el último cruce con vestigios de civilización e improvisé una salida en descenso hacia el norte, que providencialmente me llevó hasta los embalses de Leurza, donde me di un reconfortante y merecido baño en sus algo pantanosas aguas.




Desde el embalse no había más que conectar tranquilamente por asfalto hasta Elizondo. Sólo me quedaba media jornada de trámite hasta Aribe.
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