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jueves, 6 de octubre de 2011

TRANSPIRENAICA 2010-DÍA 3. SABIÑÁNIGO-ANSÓ

TRANSPIRENAICA 2010-DÍA 3. SABIÑÁNIGO-ANSÓ. 110KMS

En plena ola de calor, salimos de mañanita por tierras oscenses camino de donde la ruta nos quisiera llevar. El inicio nos conduciría en una ascensión incesante desde los 900 metros de altura de Sabiñánigo a los 1900 en las inmediaciones del Romanón Pelao, una cima entre los valles de Garcipollera y Acumuer. Ningún track de la transpirenaica pasa por aquí, de hecho implica hacer un zigzag que retrasa la ruta absurdamente, pero decidí pasar por aquí para elevarnos a las alturas y para descender después hasta la iglesia románica de Sta María de Iguácel, donde sabía que existía un buen manantial que nos permitiría refrescarnos.
 
Enseguida comenzamos la ascensión, por pistas bastante cómodas y con un paisaje fenomenal:



 
El Romanón Pelao es el pico que sale justo en medio de la imagen:


 
También se pude ver a mano izquierda una señal de peligro avisando de la existencia de una barrera. Por ahí se podía bajar al valle de Garcipollera también, pero nosotros queríamos subir mucho más todavía, aún estábamos en la cota 1500 y debíamos llegar a la 1900.
 
 
A la derecha, las cimas de la sierra de Icún:


 
El hill climbing propiamente dicho comenzaba aquí:


 
Aquí se ve mejor:


 
A medida que ascendías te extasiabas más con las panorámicas:


Ahora una vista desde arriba:


 
En este tramo Javi tomó la iniciativa. Desde lejos vi que se atascaba en una rampa durilla. Las cosas comenzaban a ponerse algo feas. El terreno había cambiado, y ahora nos movíamos sobre un mar de losas sueltas y resbaladizas en un camino que ascendía sin descanso. 
 
 
Con esfuerzo llegué trialeando y remando a la altura de Javi y allí me atasqué yo también. Sin inercia, nos costó bastante reanudar la marcha, pero subimos.
 
 
La XR nos obligó a hacer un esfuerzo extra;


 
su motor petardeante no tiraba apenas, e incluso en una caída derramó aceite del motor. La subimos por relevos.

En la antecima:


 
Disfrutando y descansando:


El hombre, contento:


La verdad es que la continuación era bastante incierta. El camino de losas desaparecía y aparentemente no había sendero ninguno en el trecho de prado que continuaba ascendiendo. 


Volver por donde habíamos subido no era nada apetecible, sobre todo con lo que nos había costado subir. Según nuestros datos debíamos seguir subiendo por aquella loma hasta encontrar un camino que nos cortara el paso transversalmente, sólo entonces podríamos iniciar el descenso. Surcando la hierba, tiré monte arriba hasta encontrar el camino buscado. Estábamos salvados.
Apata iniciando la subida verde:



A partir de ahí, bajada empinadísima hasta la iglesia de Sta María de Iguàcel: 700 metros de desnivel por un camino deshecho y zigzagueante, calculo que en no más de 4 kms, imaginaos la rampa y el palo que le dimos a los frenos.

Abajo del todo, pero exactamente abajo, una barrera nos cerraba el paso, pero por fortuna, pudimos burlarla fácilmente. La iglesia y el manantial nos esperaban a escasos metros.


En el párking de visitantes, un coche de los rurales, mal asunto. Luego vimos que el agente estaba dentro de la iglesia vendiendo entradas y merchandising, y gentilmente nos indicó dónde estaba exactamente la fuente:




Abrevamos a placer en la fuente de 3 caños:




Y una vez hidratados, seguimos ruta para pasar al siguiente valle:




Comenzaba el festival de barreras estratégicamente situadas en zonas remotas por donde no debe pasar absolutamente nadie; los caminos generalmente llenos de arbustos y pedruscos, una lástima. Coronamos un collado y por caminos al borde de la extinción llegamos a Castiello de Jaca, y desde allí a Borau por carretera, donde comimos. Había sido una mañana intensa.

La sesión vespertina comenzó con bastante asfalto pasando por Aisa y Jasa con dirección a Aragüés del Puerto. Aquí debíamos coger un camino que nacía en la misma carretera. Bueno, no exactamente, parecía que por lógica debía nacer en la carretera, porque le faltaban sólo unos cien metros para conectar. Lo que yo creía que era un error del mapa, era cierto: no había conexión. Apata observó en el GPS que un sendero cercano podía aproximarnos hasta el track original, y allá nos fuimos. La senda nacía en el mismo Aragüés, y estaba bautizada como "sendero botánico", pero en realidad era un sendero de burros. Al poco se transformaba en el GR15 y siguiendo sus marcas, comenzamos a subir:




 


La cosa se iba poniendo entretenida. Para mí, este tramo junto con el hill climbing de la mañana y el Coll d'Oli, fueron los grandes descubrimientos de toda la excursión. La senda, muy rocosa, se retorcía y entre paellas y pasos aéreos nos fuimos abriendo paso. 




En un momento dado nos tocó abrir un desvío entre pinos y pedruscos para salvar un paso comprometido, pero sin duda lo que hizo duro el GR fue el mal funcionamiento de la XR. Sus variados e inoportunos achaques nos obligaron a los dos pilotos a emplearnos a fondo levantándola del suelo, empujándola o arrancándola.

   

Extraordinariamente hubo que hacer relevos para superar algún escalón más difícil de la cuenta. No llevar arrnque eléctrico puede acabar con un piloto en según qué circunstancias.


Para animar el festival, la pata de cabra se soltó. Si a eso le sumamos que el neumático trasero cada vez estaba más deformado, imaginaos cómo íbamos de ánimos.

El caso es que conseguimos salir del GR y empalmar con el camino del track previsto. 



A través de caminos a punto de desaparecer, descendimos hasta Urdués. Digamos que empezábamos la sección más selvática del viaje. El abandono, la erosión y el crecimiento de la maleza devoran los caminos hasta borrar cualquier traza de las vías de comunicación. Íbamos bajando por estos caminos convertidos en senderos con la sensación de que en cualquier momento la salida se vería interrumpida por un desprendimiento de rocas, unos árboles caídos o cualquier otro imprevisto fruto de la desolación y la prohibición. Finalmente, a través de una pradera espectacular, llegamos a la ermita de Catarecha, cerca de Urdués:




Aquí nos refrescamos en un riachuelo:




e incluso nos duchamos parcialmente, mientras nubes de moscas nos envolvían. ¿He dicho antes que hacía calor?.




Desde Urdués nuevas pistas hacia Hecho, incluyendo descenso selvático. En Hecho repostamos y decidimos seguir hasta Ansó, puesto que aún nos quedaban fuerzas y luz. Algo de enlace por carretera y nueva pista con barrera y señal de prohibición, pero nosotros, p'alante. La pista inicialmente era buenísima, discurría por un bosque profundo y tenía un buen firme que animaba a abrir gas y disfrutar de la conducción. De nuevo, el descenso en dirección oeste se convirtió en una bajada a los infiernos vía camino erosionado y engullido por las fuerzas de la naturaleza. Mientras descendíamos por aquella selva yo pensaba para mis adentros que ojalá tuviera salida abajo del todo, porque subir por allí podía ser harto complicado en nuestra situación: calor extremo, motos cargadas y pilotos cansados.




Allí no llegaba la luz del sol, aunque el flash muestre una zona iluminada. De los sitios más difíciles no hay fotos, por supuesto, bastante ocupados estábamos. Bajamos más y más, y cada vez más también este sendero iba quedando descartado para el camino de vuelta; si bajarlo era comprometido, su ascenso podía ser agónico, al menos en nuestras circunstancias de endureros viajeros. 
Finalmente llegamos abajo del todo, un par de kms de asfalto y nos plantamos en Ansó. Inmediatamente encontramos un hostal con garaje para las motos y allí decidimos hacer parada y fonda. Serían cerca de las 9 de la noche, aún quedaba casi una hora de luz, pero el día no daba para más.

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