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sábado, 30 de abril de 2011

ATLAS 2010 OCTUBRE. DÍA 3

DÍA 3: OUARZAZATE-DEMNAT. 220 kms

La tercera jornada marcó un cambio de rumbo: a partir de Ouarzazate ya no descenderíamos más hacia el sur, si no que buscaríamos avanzar básicamente hacia el norte, con destino final en Midelt, donde dejamos coches y remolques. Teníamos un plazo de cuatro días para cumplir el programa previsto.

Los kilómetros iniciales, de trámite, discurrieron a buena velocidad por largas rectas a través de las desoladas estepas que se extienden entre Ouarzazate y las primeras estribaciones del Atlas. Íbamos lanzados hacia la cordillera.
Periódicamente, traicioneras grietas o pequeños barrancos te obligaban a ralentizar la marcha, recordándote que la característica fundamental de aquel terreno es la gran irregularidad causada por la imparable erosión.
Para regularidad, la de Óscar y su frenético ritmo de caídas. Con la primera galleta de la mañana dobló el anclaje del paramanos, y él y Amarok tuvieron que esforzarse como jabatos y retocerse como contorsionistas para rectificar la curvatura del protector:
La siguiente mala noticia del día fue que la ruta se perdía poco a poco en un mar de piedras. Con dificultades podías intuir la traza del camino aquí o allá, pero con doscientos kilómetros por delante este ejercicio de búsqueda constante podía convertirse en un serio obstáculo para completar a tiempo la etapa. Una caravana de mulas esclareció algo las cosas
pero pronto el camino se convirtió en senda descendente, y hacia un árido barranco nos fuimos:
Con tiento fuimos bajando uno a uno, extremando las precauciones con la 950. Nos sumergíamos en la variedad deportiva que yo conozco como "enduro con maletas".
Un nuevo convoy de mulas nos sorprendió en plena faena. 
Sus jinetes nos mostraron una ruta de ascenso a mano izquierda por la ladera de enfrente que parecía apta para nuestras monturas, si bien finalmente optamos por subir por la derecha.
Las DRZs subieron primero,
luego la 640,
y por último, la maxi enduro:
En la cima de aquel otero nos permitimos unos momentos de asueto para contemplar el interminable y agreste paisaje rocoso que nos rodeaba y también para retratarnos en medio de aquel pedregal:
No sé por qué nos mostrábamos tan ufanos, si total no habíamos conseguido nada más que superar un barranquillo de chichiná. Por delante nos quedaba un buen trecho de canchales por donde apenas se distinguía la senda, así que no podíamos entretenernos mucho con chorradas:
Perdidos en aquel océano pétreo donde los caminos se los había tragado la tierra, optamos por navegar libremente entre las rocas para recuperar nuestro rumbo. En un momento dado Amarok dijo: "Hay que llegarse hasta aquel hito en lo alto de aquel cerro", y hacia allá nos fuimos, cada uno por donde el instinto le dictó, dando tumbos entre los pedruscos.
Los resultados de dicha estrategia fueron nefastos, pues acabamos disgregados, unos en lo alto de la loma y otros avanzando por el valle. Fue la desgracia lo que finalmente nos reunió a todos: en la distancia pude oir la petición de ayuda de Richy, pidiéndome que descendiera hasta su posición y urgiéndome a que llevara pronto la barrita arreglatodo Pattex. Una vez abajo entendí el porqué de la petición: del depósito de la 950 manaba gasolina incontroladamente a consecuencia de una nueva caída. Ya reunidos, los más manitas ayudados por un paisano que por allí pasaba se dispusieron a arreglar el desastre:
Como puede imaginarse, desmontar y manipular un depósito Aqualine de veintipico litros bastante lleno de gasolina no es tarea fácil. Toqueteando aquí y allá los expertos dedujeron que la fuga estaba en la sonda del indicador del combustible, sujeta con un par de tornillos, los cuales fueron reapretados, hecho lo cual se volvió a instalar el tanque. Aparentemente la fuga quedó solventada, pero no definitivamente, como comprobaríamos a lo largo de los próximos días.
El caso es que parcialmente solucionamos la avería. Aquel paisano nos obsequió con una granada que nos vino al pelo para remojarnos la garganta y además nos indicó cuáles eran las principales vías de comunicación que existían por aquellos parajes. Entre el contratiempo del depósito, la senda aquella de las mulas y el dificultoso avance sobre terreno muy accidentado, habíamos consumido bastante tiempo, y además no teníamos garantías de recuperar el rumbo correcto. Decidimos volver atrás y reorientarnos sobre caminos mejor trazados, para lo cual tuvimos que superar de nuevo el sendero del barranco. 
Durante la retirada, Óscar se arreó tres leñazos en menos de un kilómetro, sin duda fruto del cansancio y el estrés acumulados a causa de la reparación de su moto, y Amarok también flirteó con el peligro al buscarse una vía de ascenso alternativa con bastante riesgo:
Y de esta patética manera y por aquellos eriales pasamos la mañana. Tragando polvo por una carretera en obras nos plantamos en Telouet, donde unos hábiles restauradores nos liaron y paramos a comer durante un buen rato. Tras el almuerzo, muchísimo asfalto por carreteras de montaña, incluído el larguísimo y tortuoso puerto de Tizi n'Tichka, donde los que teníamos menos autonomía repostamos:
El tiempo se nos echaba encima, de modo que eliminamos un atractivo tramo de montaña que teníamos previsto realizar por la tarde, y a través de carreteras secundarias nos encaminamos hacia Demnat. Como venía siendo habitual, llenamos los depósitos antes de retirarnos al hotel, momento que los miembros del team KTM aprovecharon para planificar su táctica de equipo para la jornada siguiente.
Por su parte, Amarok, siguiendo tácticas deportivas de dudosa moralidad, compró un bizcocho gigantesco para obsequiar a los integrantes de la expedición, bizcocho seco y tieso como la estopa con el que sin duda pretendía atascar nuestros aparatos digestivos y así disminuir nuestro rendimiento en las pistas. Y yo que creía que aquello era un paseo entre amigos.

ATLAS 2010 OCTUBRE. DÍA 2

DÍA 2: BOUMALNE-OUARZAZATE. 240 KMS

La segunda etapa discurriría básicamente en dirección oeste, hacia Ouarzazate, el punto más meridional de todo el viaje. Primero remontamos brevemente el curso del Dades por carretera, y posteriormente, alternando pistas y asfalto, empezamos el avance hacia poniente:
Pronto nos topamos con los primeros cauces secos del día,
algunos con cierta profundidad,
 mientras que otros no pasaban de ser meras zanjas:
En otras ocasiones aprovechamos estas ramblas para avanzar a placer,
y aunque a veces tuvimos que esforzarnos para salir de allí,
siempre volvíamos al mismo río seco:
Finalmente esta larga sección de ramblas terminó y paulatinamente nos fuimos adentrando en las montañas, pudiendo apreciar la belleza de los pueblos bereberes, adoptando para ello cada uno de nosotros el punto de vista que mejor le parecía:
Las vistas de los pueblos mimetizados con las montañas nos obligaban a parar con frecuencia,

Tras culminar el ascenso del puerto de Tizi n'Oulaoun descendimos hacia el largo valle de Tessaout
por anchos caminos de color rojo y ocre,
dejando atrás clónicas aldeas de adobe:
En alguno de estos poblados perdimos el rumbo:
y el desconcierto circulatorio de máquinas y peatones
propició el error de los pilotos:
Son estos momentos, todo sea dicho, los que fomentan el contacto próximo con la población local:
Algunos críos hicieron amago de apedrearnos, otros nos lanzaron alguna botella a modo de obstáculo, y extraordinariamente algún exaltado intentó bloquearnos el paso o confundirnos en las encrucijadas, pero en general fuimos atravesando estos pueblitos sin mayores contratiempos. 

 La mayor parte de la gente te saluda, los niños piden regalos insistentemente y algunos adultos reclaman tan sólo un pitillo, es siempre igual.
El recorrido cada vez se internaba más y más profundamente en el valle del Tessaout,
las paredes de roca cada vez eran más altas y el río quedaba encajonado a medida que pasaban los kilómetros:
Finalmente, río y camino, discurrían por el valle entrelazados, obligándonos a remojarnos en múltiples ocasiones,
y ya de paso lavamos las motos:
Nuestro buque insignia chapoteó a gusto también,
y la 640 no se quedó atrás:
Como consecuencia de tanto chapoteo no faltaron los resbalones,
algunos en lugares geológicamente pintorescos:
Progresivamente el valle se fue abriendo y, tras unos kilómetros de incertidumbre, los vadeos terminaron y a la altura de cierto pueblo de nombre desconocido, el camino quedó expedito:
Un prolongado descenso por asfalto nos condujo a una gran llanura, al fondo de la cual debía encontrarse Ouarzazate. Las últimas decenas de kilómetros las cubrimos siguiendo pistas arenosas y con el sol del atardecer dándonos en plena cara. Alguno se empeñó en hacer catas minerales a última hora,
pero el ritmo no decayó, y por rectas rapidísimas nos plantamos en Ouarzazate para repostar, dormir, nutrirnos y remojar el gaznate.

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