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lunes, 16 de abril de 2012

ALENTEJO TRAIL 2012 DÍA 3. ÉVORA-ZAMBUJEIRA DO MAR.

 ALENTEJO TRAIL 2012 DÍA3. ÉVORA-ZAMBUJEIRA DO MAR. 230 KMS

El descansito de 24 horas en Évora nos permitió relajarnos, alimentarnos a horas civilizadas y dar un repaso a las motos en la zona habilitada para tal fin en el párking del hotel, por fin un lugar público donde ejercer de mecánico sin que nadie te lo pueda echar en cara.




En todo el viaje me limité a engrasar las cadenas y a reponer unos 100cc de aceite en mi DRZ; la de Marta, que llevaba aceite sintético, no gastó ni una gota. Lo que sí gastó de más fue gasolina, pues a partir de esta tercera jornada detectamos una fuga constante a través de uno de los macarrones de desagüe del carburador; la moto meaba más de la cuenta y pasó a gastar un 15% más aproximadamente.

Salimos de Évora por una secundaria y al poco rato nos desviamos por pistas siguiendo la ribeira Xarrama,




donde las cigüeñas son omnipresentes, no dejan ni una sola zona elevada sin colonizar.




El horizonte, algo nuboso hacia occidente. El Atlántico nos esperaba al final del día,




previo paso por localidades como Viana do Alentejo, con su peculiar castillo-iglesia.




Cerca de Torrao tuvimos la mala suerte de toparnos con un granjero hostil. Estábamos atravesando una gran finca cuando al pasar junto a una granja un hombre nos salió al paso. Yo no hice mucho caso, pero Marta, seguramente afectada por el recuerdo de aquella foto de unos ingleses que se cruzaron con un agricultor armado, más o menos por aquellas latitudes,



me dio el aviso por el pinganillo y volví a ver qué quería. El hombre, algo excitado, me explicó que no se podía pasar por allí, que le robaban el gasoil, que era privado, que ni bicis ni motos, que si quería atravesar el terreno debía enviarle un mail previamente al capataz. A buenas horas le iba a enviar yo un correo electrónico, así que después de insistir un poco, y viendo que no daba su brazo a torcer, le pedí disculpas por la intromisión y nos fuimos con las orejas gachas. Tampoco perdíamos mucho por no pasar por allí, sólo hubo que hacer unos 10 kilómetros extra de asfalto. Mejor pasar página cuanto antes. Otras dehesas mejores que aquellas nos aguardaban




camino de Santa Margarida do Sado.




La ración diaria de humedades no disminuyó en nuestro rumbo a occidente, en forma de simpáticos riachuelos




o de caminos embarrados por las últimas lluvias.




El ecuador estratégico de la etapa se situaba en Cova do Gato, un pueblito en medio de la nada donde supuestamente debía existir un "posto de combustível" que nos permitiría bajar hacia Zambujeira de la manera más directa posible. Yo albergaba mis dudas sobre la existencia de la gasolinera en un lugar apartado con nombre de refugio de bandoleros, pero sí, pudimos repostar y continuar marcha con los tanques llenos hacia un pequeño pantano sito en la Ribeira de Corona. Hubo un momento en que la traza del camino se perdía entre los alcornocales,




después subía caprichosamente por los cerros que bordeaban la presa,




más adelante parecía que en cualquier momento desaparecería dentro de las aguas,




pero nuestras angustias se esfumaron pronto, jugando por los toboganes que nos íbamos encontrando.




Este fue el más divertido,







sobre todo para Marta, que subió del tirón pero que tuvo que dar algún zapatazo para culminar.




Para terminar el capítulo del pantano hubo que chapotear en alguno de los torrentes que lo alimentaban. Como no podía ser de otra manera, nos remojamos de nuevo.




Pasos a nivel sin barreras cruzamos unos cuantos,




y muchas más barreras de otro tipo abrimos y cerramos casi sin descanso.




Cierto aroma salino podía percibirse ya en el ambiente, o eso nos parecía, así de ansiosos andábamos por ver el océano. Y en efecto, muy cerca de Sines pudimos vislumbrar el Atlántico, lo teníamos a tiro de piedra.




Costa atlántica y caminos arenosos son conceptos pertenecientes a un mismo campo semántico,




y tras 190 kilómetros de etapa por el Alentejo interior, nos restaban otros 40 siguiendo la costa hacia el sur.




En Porto Corvo repostamos, y comprobamos por primera vez en el viaje que la moto de mi compañera había consumido más que la mía, evidentemente a causa de la fuga en su carburador.

El primer tramo hacia Vilanova de Milfontes fue plácido,




luego nos metimos en caminos con arena blanda y roderas más profundas




donde nos divertimos como locos dando tumbos y acelerando las motos para escapar de los surcos traicioneros. 


 En el vídeo la piloto creo que se sale de la pista y se come de paso unos arbustos, pero la tía se lo pasó de miedo controlando los sustos de la dirección. Yo lo que no entiendo es cómo no se la pegó en su primer contacto serio con la arena. Si lo sé no suprimo del track un zona delirante con subidas y bajadas arenosas donde me arreé en el pasado un par de batacazos. Para la próxima.

Con la arena subió la temperatura corporal y también llegó el cansancio. La cercanía del oceáno resultaba estimulante después de más de 200 kms acumulados, pero para recuperarnos y estimularnos algo más todavía echamos pie a tierra en una pastelería de Vilanova donde nos tomamos un refrigerio bien calórico.

Y de la pastelería, directamente a la playa, suerte que la marea estaba baja,




Andábamos con ganas de llegar ya a Zambujeira, pero debíamos completar todavía algunos kilómetros por la costa,




exactamente hasta el cabo Sardao, donde una racha de viento casi se me lleva el mapa de Portugal.




Reventadillos, con las últimas luces del atardecer llegamos a Zambujeira do Mar, justo a tiempo para buscar refugio para pasar la noche y después cenar unas sopas, migas, garbanzos y pie de cerdo, guau.
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