DÍA 5. ZABLJAK - SHKODER. 250 kms
La lluvia no cesó en toda la noche y el día amaneció húmedo y fresco. De nuevo, eché en falta ropa de abrigo más allá del chubasquero.
Desde Zabljak subí por carretera hasta algo más alla del lago Valovito, a unos 1900 metros.
A partir de ese punto, 1000 metros de desnivel en bajada siempre hasta Savnik cruzando las montañas de Durmitor por pistas y caminos encharcados y resbaladizos. Los primeros kilómetros de pista estaban en buen estado hasta que en una curva un desprendimiento bloqueaba el paso y el camino empezó a desdibujarse entre la vegetación.
La lluvia no cesó en toda la noche y el día amaneció húmedo y fresco. De nuevo, eché en falta ropa de abrigo más allá del chubasquero.
Desde Zabljak subí por carretera hasta algo más alla del lago Valovito, a unos 1900 metros.
A partir de ese punto, 1000 metros de desnivel en bajada siempre hasta Savnik cruzando las montañas de Durmitor por pistas y caminos encharcados y resbaladizos. Los primeros kilómetros de pista estaban en buen estado hasta que en una curva un desprendimiento bloqueaba el paso y el camino empezó a desdibujarse entre la vegetación.
Paulatinamente las hierbas fueron aduéñandose de la pista y progresar empezó a ser un asunto de fe más que de visibilidad.
En Savnik reposté, me enfundé los pantalones de lluvia para protegerme algo más del sirimiri y los charcos y seguí adelante en busca del lago Kapetanovo.
La segunda sección del día no sería menos movida, esta vez en la planina de Lukavica, sobre terreno igualmente enfangado pero por pistas más civilizadas.
Niebla, frío, charcos... vaya panorama. A saber adónde iba a ir a parar.
Unos pocos kilómetros más tarde llegaba al lago Kapetanovo.
La señora de la casa me preparó una cantidad atroz de huevos fritos,
luego un café tan espeso como la pez,
y para fin de fiesta me dejó la botella de rakia sobre la mesa. Luego se trajo a las amigas, que según dijeron querían una foto para el facebook.
A continuación, ya confundido por los vapores del aguardiente, vino la sesión fotográfica con los más jovenes de la aldea.
Salí de allí haciendo eses, vaya con el orujo de Montenegro. En cuanto bajé de las cumbres ya me había metido en otro lío, en el cañón de Mrtvica.
Sabía que no podría ir muy lejos, pero aún así, con tantas endorfinas liberadas, tiré hasta donde pude. Cuando lo vi feo, me di la vuelta y santas pascuas, sencillamente me apetecía un paseo entre aquellas paredes.
Quedaban un par de horas de luz, suficientes para llegar a Podgorica y desde allí tomar rumbo sur hacia Albania. Con suerte y si no había retrasos en la aduana de Bozaj podría hacer noche en Shkoder. Para evitar el tráfico de la carretera nacional me interné por carreterillas locales, pero poco antes de la frontera una patrulla de policía montenegrina me interceptó.
-¡Documentos! ¿A dónde se cree que va por aquí?
-A Albania.
-¿Quiere hacerme usted creer que no sabe que existe una magnífica carretera aquí al lado que conduce a la frontera?
-Es que yo viajo a mi aire, y además soy un lento, compréndame.
Enseguida entendieron que con aquellas pintas no debía ser yo un gran contrabandista y al poco rato me dejaron marchar. Los trámites en la frontera fueron veloces y llegué a Shkoder al atardecer. Un día redondo.
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