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domingo, 28 de agosto de 2016

BALCANES 2016. DÍA 2. BELGRADO-KRAGUJEVAC. 300 KM

DÍA 2. BELGRADO-KRAGUJEVAC. 300 KM

Para coger feeling, nada mejor que tirarme todo el día encima de la moto, hasta que se hizo completamente de noche. Salí directo para Kosmaj, siguiendo las indicaciones de "carretera en obras" habituales por aquí, con su típico fondo de color amarillo.

El asfalto duró más tiempo del deseado, pero cuando llegamos al bosque, la inmersión fue total.


En esta zona de Serbia me sorprendió una vegetación exuberante y que prácticamente engullía los caminos. Se me había olvidado lo que era circular entre arbustos y hierbajos que te impiden ver dónde pisas durante kilómetros; otras veces los profundos surcos y zonas embarradas me obligaron a remar con intensidad, siempre con la duda de si me iba a atascar en alguna poza de barro semioculta.

Familiarizado ya con el terreno y los sudores, no tardó en caer la primera Jelen, "ciervo" en serbio, pero también nombre de la cerveza más popular en la zona.

Rehidratado con 500cc de lager, seguí hacia el sur para visitar uno de los alucinantes "spomenik" (monumento en serbo-croata) hechos de hormigón y con semblanza futurista construídos durante el período socialista que todavía resisten en la antigua Yugoslavia. El de Kosmaj se erige en una colina boscosa y honra la memoria de los partisanos que defendieron la capital de los invasores nazis.


Como muchos otros spomeniks, su estado de conservación es precario, parece que su antiguo significado y su arriesgada estética no dicen mucho a las autoridades actuales. Aún así, unas coronas depositadas allí cerca daban muestra de que no todo es olvido.


Más adelante tocaba rodar junto al río Kolubara, pero no por su ribera, sino por las crestas de unos interminables diques cubiertos de espesas hierbas que ocultaban trampas por doquier. La foto es mala, pero para hacerse una idea, sirve. 


En Mionica, parada estratégica para proveerse de líquidos y, de paso,familiarizarse con la arquitectura ortodoxa. Por el camino alguna bendición me cayó, pero no sé si con mucho efecto.

Dejé atrás las tierras bajas para encaminarme hacia las montañas Maljen, en cuyas praderas amarillas acabé por perder el rumbo.


Insistí un tiempo rodando por la meseta, pero comprendí pronto que hayar la traza del camino dependía de la suerte de si un tractor había rodado recientemente por allí. La vegetación agostada lo engullía todo, y navegar por el prado a tientas tenía un límite. No hubo más remedio que salir a la carretera que iba a Divcibare e improvisar un largo rodeo hasta cerca de Kragujevac, donde me esperaba una última sección boscosa entre las últimas sombras.


En Kragujevac pensaba visitar otro spomenik, el memorial Sumarice, donde, confundido, aterricé ya de noche, por carretera prohibida a aquellas horas y violando el silencio de los numerosos paseantes. En fin, otro hecho innoble en mi haber.

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