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martes, 9 de diciembre de 2014

25 DÍAS EN LOS BALCANES. DÍA 12. PREVEZA-THEODORIANA. 175 kms

PREVEZA-THEODORIANA. 175 kms

El descanso de la insustancial etapa anterior me vino de perlas para afrontar nuevas emociones en las montañas Tzoumerka. El trayecto desde Preveza hasta más allá de Theodoriana fue básicamente offroad y en pocas horas pasé del calor asfixiante de la costa a la nieve y las tormentas en las cumbres. Las imponentes montañas de la región de Épiro no decepcionaron en ningún momento.


Algunas señales situadas estratégicamente junto al camino parecían querer asustar a los forasteros, pero no me arredré.



Seguí y disfruté de un sube y baja contínuo amenizado con algunos riachuelos,


chubascos débiles y también una breve granizada. Por suerte siempre encontraba algún ermitorio abierto donde refugiarme.




Podías entrar hasta la cocina y ver qué comía y fumaba el sacristán. Mientras tanto el paisaje se volvía más alpino.



A mediodía alcancé uno de los hitos que me habia marcado: el fabuloso puente sobre el río Arachtos en Plaka.

 



*El puente fue destruido por la corriente en 2015, pero hay planes para reconstruirlo. De momento, en 2018, sigue vivo en la filatelia: 


*Felizmente, en febrero de 2020 la restauración del puente es ya un hecho.

 

Los truenos sonaban persistentemente en la lejanía y, con la esperanza de que mejorase el panorama, paré a comer allí cerca, junto al puente nuevo. La camarera me sacó unas serias albóndigas y una genuina ensalada griega.



 Como no dejaba de tronar le pregunté a la chica por el tiempo.

-¿Sabes algo de la previsión meteorológica?
-¿Previsión? No hace falta. Aquí siempre es igual.
-¿Entonces?
-Un poco de sol por la mañana, y luego nubes y tormenta. Prepárate.




La chavala tenía toda la razón, no iba a poder esquivar la tormenta. Tomé la decisión de continuar igualmente, total sólo había que subir del tirón desde el valle de Plaka a 200 metros de altitud hasta los 2200 del puerto cerca del pico Megalolivado. Al menos, el paisaje, rabiosamente verde y alpino, compensaría el esfuerzo y la incertidumbre.




El cielo tan pronto se despejaba como se cerraba completamente, los rayos caían más cerca o más lejos alternativamente... me iba a mojar bien. A mitad de subida paré a refugiarme unos minutos en la caseta de Basili, junto a su granja.



Una vez cesó la lluvia me animó a continuar, y me avisó de que todavía podría resguardame más arriba en otro refugio que encontraría en el camino. No hizo falta parar. El sirimiri me acompañó en el último tramo, y tras innumerables zigzags de la pista y también incontables dudas acerca de dónde me estaba metiendo, conseguí coronar.


 Anda que no me gusta a mí la nieve, y más en verano.



Para cuando llegué arriba, más helado y mojado que un pingüino, la tormenta se había disipado. Disfruté poco de las vistas y del subidón de adrenalina tras franquear el collado, una lástima, pero es que se hacía tarde y no tenía nada claro si la bajada hacia el siguiente valle estaría despejada. De hecho, nada más empezar el descenso el camino empeoró súbitamente. Tocaba sufrir unos kilómetros, pero a lo lejos se distinguía una pista decente. Lo conseguiría. O no... El tramo en bajada sobre pedruscos mojados fue exigente



y para cuando llegué a la siguiente caseta habitada me encontraba bastante fatigado e igualmente estresado. Como aquello no cambiara lo iba a pasar mal.



Los chavales que me recibieron me contaron que eran primos y que pasaban allí todo el verano cuidando sus rebaños. Me invitaron a refugiarme al calor de su cuchitril y a tomar un café que me revitalizó después de tantos esfuerzos. Comentaron que la pista era accesible por todoterreno justo hasta su caseta; por donde yo había bajado jamás habían visto un coche. También me dieron indicaciones para llegar al siguiente pueblito, Theodoriana y dónde alojarme, aunque no me enteré ni de la mitad, claro. En fin, menuda suerte tuve de encontrarme con ellos: me dieron techo, calor, bebida, información y ánimos.



Seguí bajando ya por una pista en condiciones y contacté con otros granjeros así como con sus perros pastores, indicaciones y escolta no me faltaron.



Tras un descenso larguísmo llegué a Theodoriana pero pasé de largo, pensé que encontraría alojamiento más adelante, cerca de la carretera "principal" que intuía cercana en el gps. Una vez en dicha carretera alguien me recomendó tirar a derechas, que en esa dirección encontraría pronto algún hotel. Anochecía y yo sin luz delantera. Ningún coche ni pueblo en cerca de 20 kilómetros...es que esta región de Épiro es desolada como pocas. Llegué a un túnel kilométrico iluminado... hasta que dejó de estarlo. Creo que es lo más peligroso que he hecho en mi vida: seguir recto entre tinieblas hacia un punto de luz del tamaño de una uña durante XX segundos que me parecieron eternos. Hubo suerte, y con las últimas luces del atardecer encontré una sórdida taberna a pie de carretera donde me dejaron dormir después de insistir un poco. Una jornada inolvidable.

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