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jueves, 26 de noviembre de 2015

ATLAS 2015. DÍA 7. GARGANTAS DEL DADES - TABOURAHTE. 200 km

ATLAS 2015. DÍA 7. GARGANTAS DEL DADES - TABOURAHTE. 200 km

Al amanecer vimos que habíamos ido a parar exactamente al paso más estrecho de las gargantas.


Enseguida nos vimos rodando cuesta abajo por la retorcida carretera que antecede a la zona más verde y poblada del valle.



Esta útima etapa empezaba realmente unos kilómetros más adelante, en Boumalne, donde nos detuvimos para repostar en nuestra gasolinera de confianza. Yo estaba mentalmente saturado de moto y comuniqué a mis compañeros que volvería a Tabourahte por asfalto. Había tenido bastante con las emociones vividas hasta allí y además estaba harto de ir siempre el último; yo no iba a disfrutar y sin mí irían más rapidos. Óscar aprovechó la coyuntura para venirse también por carretera; cada vez iba más cojo y tampoco era cuestión de acabar el viaje hecho un Ecce Homo. Aclaradas las cosas, dos siguieron la ruta todo terreno y dos tomaron la nacional hacia Ouarzazate.

En el hotel de Tabourahte nos reencontramos con Fernando, que no había perdido el tiempo en nuestra ausencia. Nos contó que había estado haciendo excursiones breves con la moto por aquella zona a su aire y que igualmente estaba satisfecho de la experiencia en solitario. Por la tarde llegaron Amarok y Marcos sin mayor novedad y ya solo nos quedó empezar a hacer el equipaje, cargar las motos en los remolques y dejar todo listo para el madrugón que nos esperaba para volver a casa con los coches. Es lo que tiene el último día: un caos de sensaciones encontradas. Baja la motivación, piensas ya en el regreso, aprecias cada vez más los momentos de descanso tras el tormento, pero al mismo tiempo echas de menos los excesos y la tensión de los momentos difíciles vividos encima de la moto en una semana frenética. 




FIN

ATLAS 2015. DÍA 6. CATEDRAL DE ROCA - IMILCHIL - GARGANTAS DEL DADES. 330 kms

ATLAS 2015. DÍA 6. CATEDRAL DE ROCA - IMILCHIL - GARGANTAS DEL DADES. 330 kms

Amanecer en la Catedral. Éramos los únicos clientes en el albergue, nadie nos molestó.




Después de que Amarok diera cuenta de toda la nocilla del desayuno




y de que Óscar se atiborarrara de miel y nos escanciara el té, 




partimos hacia Tillouguite para cumplir con las inevitables tareas de aprovisionamiento,



o sea, repostar gasolina de garrafón con dañinos aditivos minerales y vegetales que por suerte suelen quedarse en el fondo del depósito. 




El siguiente objetivo consistía en recorrer la garganta que forma el Assif Melloul entre la Catedral y Anergui. En la primavera de 2009 no lo conseguimos por ir desbordado el río, pero en 2015 no encontramos ningún impedimento. 




La pista estaba en perfecto estado y progresamos rápidamente por el desfiladero.






En mucho peor estado se encontraban los rústicos puentes colgantes que de vez en cuando encontrábamos sobre el río.




Otras pasarelas parecían más sólidas, estas seguro que aguantaban el peso de nuestras motos.




Pasado Anergui perdimos el ritmo y el rumbo.




Dimos tumbos arriba y abajo buscando la ruta deseada pero no hubo manera, estaba bloqueada.




Superado el caos, vimos que no quedaba más salida que retroceder, salir del circo de Anergui





y dirigirnos por el Tizi n'Tibarchit hacia Imilchil,





previa circunvalación del lago Tislit.





Bueno, circunvalación y, por poco, casi inmersión.





Repescada la WR, seguimos por la ribera de este lago





hasta el siguiente, el Isli,





un magnífico escenario para quitarse el polvo de encima, ¿por qué no? Unos limos del Atlas tampoco vendrían mal para la epidermis.





Mientras el bañista disfrutaba de la incursión lacustre, entre bocado y bocado de embutido porcino los demás urdían el plan de la tarde. 





Llenamos los tanques en Imilchil y nos encaminamos hacia terrenos mal cartografiados donde perdernos unas cuantas horas.




Inevitablemente, surgieron las dudas y con ellas llegaron las animadas charlas con quienes encontrábamos en el camino.




No estaba nada claro que fuéramos bien dirigidos, pero seguimos adelante.




Del ocre pasamos al verde momentáneamente. Y seguimos avanzando.




Volvimos a preguntar por nuestro derrotero e igualmente la información obtenida fue más bien dudosa.





En esta encrucijada nos aventuramos por un estrecho camino ascendente





que al poco se convirtió en entretenido y rocoso sendero, generalmente a media ladera.




La incursión por senda duró algo más de tres kilómetros, exactamente hasta el punto en que un nuevo informador nos aclaró de una vez por todas que nuestro camino estaba bloqueado más adelante y que no debíamos insistir en seguir por allí.




Total, que se frustró el experimento. Nos volvimos otra vez por la senda y desandamos todo el camino hasta Bou Azmou, donde enlazamos con vías más transitadas. En cualquier caso, las sombras eran cada vez más alargadas y estábamos lejos de cualquier sitio.




Dada la avanzada hora de la tarde y para salvaguardar los plazos del regreso a casa, sólo quedaba tirar millas rápidamente hacia Agoudal.




Desde allí, con el sol dándonos en toda la cara, nos dirigimos hasta el Tizi N'Ouano mientras apurábamos las últimas luces del día. Para cuando llegamos al valle del Dades ya era prácticamente de noche y los últimos kilómetros por oscuras carreteras de tercera, con autos sin luces y obras sin señalización fueron de lo más arriesgado que hicimos en todo el viaje. Menos mal que acabó por imponerse la cordura y, justo a la altura del tramo más escénico de las gargantas, decidimos poner fin a aquella ruleta rusa para motoristas y paramos a pernoctar en un hotel.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

ATLAS 2015. DÍA 5. BOUMALNE DADES - TIZI N'AÏT IMI -LA CATEDRAL DE ROCA. 190 km

DÍA 5. BOUMALNE DADES - TIZI N'AÏT IMI -LA CATEDRAL DE ROCA. 190 km

El inicio del día fue monótono, repitiendo ruta hacia el valle de Ameskar primero y la eterna subida al Tizi el Fougani después.



El vigilante de las placas solares y la antena de telecomunicaciones que hay en la cima del puerto debió preocuparse por nosotros al final del día. ¡Circulamos por el puerto tres veces en menos de 24 horas y aquella tarde no hicimos la pasada de vuelta!

La rutina de la que hablo incluía también los habituales trapajazos en los descensos. Claro, andábamos turulatos de tanta curva y recurva.


La bajada al valle del M'Goun esta vez ya la abordamos por caminos nuevos, todo un relax para la mente.


Una vez abajo del todo, relizamos una breve incursión por un valle adyacente


que por poco no acabó en fractura de alguna falange o metatarsiano merced al patadón que Óscar le atizó a una roca que le molestaba.


La puntera de la bota pasó de convexa a cóncava y desde entonces nuestro amigo anduvo cojo no menos de una semana.


Lisiado en mal momento; el show no había hecho más que empezar.

En la aldea de Talat Righane nos confirmaron que íbamos por buen camino para superar la cordillera y cruzar por senda de mula al valle contiguo de Aït Bouguemez. A la segunda tentativa, tal vez, podríamos lograrlo.



La aproximación al puerto de Tizi n'Aït Imi transcurrió básicamente sobre el lecho del M'Goun. Con diferencia, aquel tramo fue uno de los momentos más gozosos del viaje.



En el río, mientras duró, nos lo pasamos de miedo. Ya sobre terreno totalmente seco, seguimos el zigzagueante sendero de mula que nos llevó hasta el piedemonte previo al puerto.



Fue salir del valle y, directamente, comenzar las hostilidades.




Estábamos en la cota 2300 y ya no pararíamos hasta la 2900. 




Desde la salida del cañón, sería todo cuesta arriba,




siempre con las crestas del Ouaougoulzat envueltas en nubes como horizonte. Ya veríamos hasta dónde llegábamos esta vez. 





La senda en este tramo medio fue bastante aceptable, con una pendiente constante pero moderada y sólo algún paso dudoso.




La ceja de nubes sobre la cordillera, lejos de despejarse, parecía que se desplomaba cada vez con más fuerza sobre nosotros.





 

Así las cosas, había quien se mostraba pletórico a media subida aun sin saber si llegaríamos a alguna parte.



A modo de contraste, a nuestra espalda, el imponente macizo nevado del M'Goun resplandecía entre nubes más altas. 





Nuestro camino acabó por empeorar definitivamente. La senda se iba a convertir en estrecha cornisa en unos pocos metros y pactamos una pausa para decidir por dónde seguíamos.




Amarok, el más motivado, se marchó a pie senda arriba para cerciorarse de la viabilidad de la ruta. Los demás, esperamos, descansamos y nos hicimos algún retrato de circunstancias. Yo, además de sucio, iba algo disgustado; tanto abismo a mi izquierda siempre me pone malo.




Y este hombre, cojo y con una moto que para arrancarla en caliente es un tormento, aguantando estoicamente.



Al cabo de una media hora apareció Amarok entre la niebla por la ladera contigua. Había subido por la senda y ahora descendía desde la pista en construcción que próximamente, con toda probabilidad, arrasará buena parte de la ruta que tanto nos estaba costando completar.




-¿Cómo has visto la cosa por las alturas?
-Pues solo regular. La senda no es que tenga una pendiente imposible, pero a veces se estrecha bastante, y con las motos cargadas, no sé yo.
-Y si atajamos campo a través hacia la pista?
-Totalmente inviable. Las excavadoras han dejado un cortado final que no podríamos superar.
-Entonces, ¿qué hacemos?
-La senda es dura, hay muchas zetas que subir, tendremos que ir ayudándonos y vamos a consumir bastante tiempo.... pero sería una pena no intentarlo una vez que hemos llegado hasta aquí.


Tenía pinta de que nos íbamos para arriba. Caballeros, a sus monturas.




Creo que fueron once zetas las que tuvimos que superar. Esta era la primera.


Y seguirían unas cuantas más,


siempre por sendero estrecho, descarnado, y con notable despeñadero a nuestro lado.



Las vistas, de infarto o de éxtasis, según se mire.



Y los desniveles, mareantes.


Escalones, rocas sueltas, polvillo, cansancio.... Inevitable tropezar de vez en cuando.


La roca agarraba poco y fuimos dejando una raya negra sobre el sendero que perdurará un tiempo, me temo.







Poco a poco fuimos acercándonos al nivel de las nubes, al tiempo que el ambiente se tornaba más sombrío.



¿Culminaríamos antes de que se nos tragara la niebla?



Quizás los últimos repechos por aquel canchal fueran los más agónicos. Si bien nos habíamos familiarizado con las singularidades del terreno, siempre surgía algún nuevo escollo en forma de cornisa estrecha



o endiablada y deslizante piedra que requería una manita extra, porque habíamos llegado a ese punto fatídico en que las gomas ya no agarran y las motos parece que se niegan a subir.




Pero todo tiene su final, y el puerto de Tizi n'Aït Imi (2900m) también, justo bajo un imponente peñasco.


Por poco no pasamos por la brecha.



Un último esfuerzo y tuvimos las cuatro motos arriba.



Nos concedimos un breve respiro para disfrutar del momento, abrigarnos, y poco más. Habíamos consumido demasiadas horas en los 80 kms iniciales, y todavía nos quedaban 100 más para alcanzar el final de etapa.

La senda daba acceso a una flamante pista de nueva construcción que nos permitió descender velozmente hasta el valle de Aït Bouguemez. Desde Tabant prácticamente no paramos hasta llegar al albergue de la Catedral de Roca ya totalmente de noche, donde nos atizamos un abundante y suculento tagine (el mejor del viaje) para celebrar el éxito de la jornada. 



Y de la mesa, a los catres de nuestra humilde habitación. Qué sabrosa es la cena y qué bien se duerme después de un atracón maýusculo de moto.

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