DÍA 4. BOUMALNE - VALLE DEL M'GOUN - BOUMALNE. 180 kms
y por consiguiente, unos pocos kilómetros más tarde estaba en la misma postura de observación que al salir del hotel.
La máquina perdía refrigerante por el rebosadero de la culata y saltó la alarma, si bien la moto aguantó sin consumir apenas líquido a lo largo de los días siguientes. ¿Otra mecánica perjudicada por los abusos termodinámicos anteriores? Esta foto es de los churretes que dejó la fuga al final del viaje:
Tras la parada técnica, salimos del valle del Dades a través del cauce seco de un afluente que pronto se convirtió en una estrecha garganta.
Poco después fue necesario un nuevo alto en el camino para ceder el paso a una nutrida caravana de mulas y dromedarios.
Una vez despejado el camino, un poco más de río seco y pistas rápidas para llegarnos al Valle de las Rosas,
más concretamente hasta Tisguine n'Aït M'Rao, donde nos detuvimos ante las aguas del M'Goun.
Por lo que nos contaron los vecinos, nos convenía cruzar el río y
continuar por pista hasta Alemdoun antes que seguir por las gargantas.
Durante la pausa, Fernando advirtió que los problemas de sobrecalentamiento de la Husky no cejaban, y decidió volverse para la base, donde esperaría nuestro regreso un par de días después. Los cuatro restantes, gracias a la ayuda de un paisano, encontramos el vado adecuado y continuamos adelante.
Pero el ritmo nos duró unos cientos de metros escasos, el tiempo que tardó la WR en pararse tras el remojón.
La nipona se puso terca unos minutos hasta que por fin arrancó. Este ciclo de vadeo y calado consecutivo o imposibilidad para arrancar volvería a repetirse posteriormente. Un caso agudo de hidrofobia.
Durante la pausa, Fernando advirtió que los problemas de sobrecalentamiento de la Husky no cejaban, y decidió volverse para la base, donde esperaría nuestro regreso un par de días después. Los cuatro restantes, gracias a la ayuda de un paisano, encontramos el vado adecuado y continuamos adelante.
Pero el ritmo nos duró unos cientos de metros escasos, el tiempo que tardó la WR en pararse tras el remojón.
La nipona se puso terca unos minutos hasta que por fin arrancó. Este ciclo de vadeo y calado consecutivo o imposibilidad para arrancar volvería a repetirse posteriormente. Un caso agudo de hidrofobia.
A continuación comenzó un vertiginoso periplo de subidas y bajadas
eternas conectando sin parar puertos y valles. Una primera incursión
quedó inconclusa a la vista de que no llegaríamos muy lejos.
Nuevo rumbo y a dar más curvas por laderas resecas y peladas
camino del Tizi el Fougani, allá al fondo, a 3000 m de altura, seguramente el techo de toda la excursión.
Hubo dos descensos hasta el valle del M'Goun, igual de tortuosos los dos.
Tras la primera bajada, cruzamos el río a la altura de Ighrem Izdarn,
para encontrarnos poco después que el sendero no era todo lo practicable que hubiésemos deseado. Tiramos un rato pero tocó darse la vuelta.
Nuevo rumbo y a dar más curvas por laderas resecas y peladas
camino del Tizi el Fougani, allá al fondo, a 3000 m de altura, seguramente el techo de toda la excursión.
Hubo dos descensos hasta el valle del M'Goun, igual de tortuosos los dos.
Tras la primera bajada, cruzamos el río a la altura de Ighrem Izdarn,
para encontrarnos poco después que el sendero no era todo lo practicable que hubiésemos deseado. Tiramos un rato pero tocó darse la vuelta.
Sin problema. Se vuelve a subir por donde habíamos bajado y se intenta
alcanzar al valle por otra pista. A algún pueblo llegaríamos.
En El Mrabitine creímos que nos saldríamos con la nuestra y que daríamos con el camino correcto.
Pero no fue así. Dimos vueltas arriba y abajo para regocijo de la chiquillería.
Después de escuchar variopintas y contradictorias indicaciones, pareció que un chaval que hablaba buen inglés nos orientaba en la dirección adecuada. Lástima que hubiese que remojarse otra vez,
porque la Yam de nuevo volvió a acusar el exceso de agua y dejó de funcionar precisamente allí, en el fondo de aquel valle remoto junto a un huerto de manzanos.
A mal tiempo, buena cara. Qué remedio.
Unos minutos más tarde y tras una buena sesión de patadas, la WR resucitó y pudimos reemprender la marcha. Pero para entonces ya habíamos consumido en exceso nuestras reservas de gasolina, y además la hora era demasiado avanzada para seguir explorando el valle. Tocaba retirada y no había más solución que volver a repetir la larga tirada de curvas incesantes por los puertos de la mañana.
En El Mrabitine creímos que nos saldríamos con la nuestra y que daríamos con el camino correcto.
Pero no fue así. Dimos vueltas arriba y abajo para regocijo de la chiquillería.
Después de escuchar variopintas y contradictorias indicaciones, pareció que un chaval que hablaba buen inglés nos orientaba en la dirección adecuada. Lástima que hubiese que remojarse otra vez,
porque la Yam de nuevo volvió a acusar el exceso de agua y dejó de funcionar precisamente allí, en el fondo de aquel valle remoto junto a un huerto de manzanos.
A mal tiempo, buena cara. Qué remedio.
Unos minutos más tarde y tras una buena sesión de patadas, la WR resucitó y pudimos reemprender la marcha. Pero para entonces ya habíamos consumido en exceso nuestras reservas de gasolina, y además la hora era demasiado avanzada para seguir explorando el valle. Tocaba retirada y no había más solución que volver a repetir la larga tirada de curvas incesantes por los puertos de la mañana.
En el hotel nos reencontramos con Fernando y Óscar pudo cambiar un fusible que le estaba cortocircuitando el arranque de la moto y otras cosas.
La
pregunta antes de irnos a dormir era: ¿volveríamos al martirio de los
puertos?
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