INTRO
Como viene siendo habitual cuando se acerca el verano, nos
reunimos unos cuantos amigos de la capital con otros tantos que venimos
de provincias para rodar un par de días cerca de la gran cordillera.
Esta vez el recorrido fue una suma de muchos de los tracks acumulados en
mis incursiones en solitario durante los meses previos, de manera que
al final resultó un trayecto de unos 400 kms dividido en dos días.
No
llegamos a los Pirineos, en esta ocasión nos conformamos con verlos de
lejos. Su visión nos refrescó la mirada y poco más, porque la excursión
fue más bien calurosa, como estaba previsto.
Los cinco integrantes de la banda, por separado:
Moncu, el promotor de la salida, sobre KTM350. Un clásico de estos fregados.
Xavi, con KTM 2t recientemente trucada a 300. Vino a hacerle el rodaje.
Abel, sobre EXC525, incorporación de última hora. Tuvo trabajo como asesor mecánico.
Dual, que vino también por los pelos. Él y su GG200, líderes indiscutibles en consumo de combustible.
Y finalmente Macarrón, responsable del recorrido y un lastre en los tramos rápidos.
DÍA 1. BALARRASA -ANISA. 200 km
¿Qué podemos decir de los primeros 40
kilómetros entre Balarrasa y Acre? Pues que pasan volando, pues se
trata de una sucesión de sendas rápidas, bastante limpias, con subidas
entretenidas y zonas reviradas y variadas, algún túnel, algún tormento
puntual de piedras y una larga bajada final hacia la vall d'Acre con
el Secmont al fondo. Hay caminos feos también, pero en general el
surtido de sendas es muy estimulante y llegas a la gasolinera con la
sensación de que eres un piloto genial.
Para entonces ya habíamos
tenido la primera incidencia mecánica: la GG200 había fundido la bujía,
y es que en esa moto tienen vida muy limitada. Esta sección es tan
rápida y tan agradecida que no tiramos ni una sola foto, con eso está
todo dicho.
Tras repostar asumimos la siempre dura tarea de
franquear el Secmont d'Acre vía la senda que nos conduce a la ermita de
Micolor. Pero justo antes de comenzar hubo otro parón: el embrague de la
525 de Abel había dejado de funcionar.
Él mismo llevaba un bote de líquido de frenos bajo el asiento y en unos minutos pudo reparar y seguir ruta con bríos renovados.
Y Dual lo mismo, rueda en el aire y para arriba.
Estos dos tienen una avería y les sube la testosterona.
En fin, suerte de la avería del embrague, si no, estas fotos no existirían, porque no hubo muchas pausas más.
Creo recordar que la moto de Abel hizo alguna cafetera, y es que la
senda es machacona y siempre cuesta arriba. Con el calor, es inevitable
que la mecánica se resienta.
Una vez en el coll, unos segundos de extasis mientras dábamos un vistazo fugaz a la cordillera
y
descenso sin pausa hasta el valle de Sant Teseve i Calamora: 5
kilómetros y 550 metros de desnivel en bajada ininterrumpida por la cara
verde del Secmont. Con razon decía Xavi que al final notaba que los
frenos desfallecían . Bajadas así no abundan.
Nos concedimos un respiro y un remojón en la fuente de la ermita de la Patinada que está situada justo al final del sendero,
y luego nos ventilamos un poco por una carreterucha
que nos conduciría a la senda del grauet de La Pua.
A
poco de empezar a subir me encontré con Abel parado. Se había lastimado
la mano derecha al chocar fortuitamente con un pedazo roca.
Pero
este tío es duro, creo que desplazó el pedrusco con el meñique un poco
para poder pasar y seguimos para adelante. Poco después nos encontramos
con Dual, que se había saltado una zeta y había tirado por lo recto.
Reorientado por la senda correcta, seguimos ascendiendo.
Vino después un dificultoso descenso por la cara norte del grauet a causa de la vegetación que ha engullido el sendero.
Llevaba
yo ya un buen rato circulando campo a través cuando finalmente entré en
razón y deduje que me había salido del sendero. Mis compañeros iban
mejor encaminados que yo.
Aquí
se demostró que Moncu había entrenado el recorrido durante la semana,
porque yo que había estado allí hacía solo 15 días me perdí dos veces, y
él ni una. Nos sacó una minutada.
Debíamos llevar unos 70 kms cuando llegó el
momento de reponer fuerzas, y aquí cometimos nuestro mayor error. Quiso
el destino que mi bar de referencia estuviera cerrado, y la gula nos
condujo a un restorán con overbooking donde estuvimos zampando unas dos
horas.
Este hombre se lo comía todo, le faltaban manos para comer con más cubiertos,
y Moncu no soltó la botella en todo el rato. Casi se bebe el agua de los floreros.
Así las cosas nos pusimos bastante contentos.
Claramente nos faltó Bender para poner orden con las bebidas como en otras ocasiones.
Cuando reemprendimos la marcha por los destartalados senderos destino Caxibar, con la tasa de alcohol en sangre descontrolada y casi toda la sangre en el intestino, no distinguíamos bien las piedras y yo me atasqué en el primer escollo, circunstancia que permitió hacer unas instantáneas de mis compañeros.
Se trataba de senderos pedregosos pero fáciles, a menudo difíciles de seguir porque ya nadie los usa y la naturaleza o los agricultores sin escrúpulos se adueñan de las vías de paso. Mis compañeros tal vez no lo recuerden bien por la saturación de kilómetros, pero anduvimos mucho tiempo entre hierbajos, losas de piedras sueltas, caminos abarrancados y campos de labor sin uso, orientándonos gracias al gps y a la débil traza dejada por algún caminante (o seguramente una motocicleta) entre la vegetación.
Prueba de todo ello es que nos costó encontrar este paso estratégico entre terrazas de cultivos abandonados:
Aquí cada uno bajó como quiso, por supuesto.
La urgencia por llegar al final de etapa se hizo patente en Caxibar, donde el grupo se disgregó temporalmente mientras algunos bebíamos en la fuente de la aldea. Xavi nos avisó de que a duras penas tendría autonomía suficiente para llegar a la próxima gasolinera merced al inesperado consumo de su recién estrenado motor de 300cc. Y en efecto, un par de kilómetros escasos antes de llegar a Serraducho, Dual tuvo que prestarle combustible para cubrir el último tramo.
Nos reagrupamos en la gasolinera, donde comprobamos una vez más que la GG200 gasta exactamente el doble de gasolina que mi Husa450. El presupuesto de viaje de la GG se incrementó seguidamente al sumarle a la cuenta una segunda bujía fundida nada más llegar al río Asínosva. Allí pasamos un buen rato refrescándonos en sus orillas.
Cuando vadeas generalmente piensas que el peligro acecha bajo el agua en forma de agujeros o piedras resbaladizas
pero en mi caso el lío llegó con el fango blandengue de la ribera.
Rodando lentamente entre cañaverales, acequias y cantos rodados de considerable tamaño llegamos a Puebla de Roda. Moncu me confesó que no le gustó nada el tramo fluvial, pero fue hábilmente el primero que encontró la salida hasta la carretera en medio de la jungla de cañas.
El ascenso hasta Dora de Asínosva por senda no tenía ninguna complicación,
aunque las hierbas altas complicaron las cosas a algunos en los últimos metros para encontrar el camino.
La salida de Dora estuvo amenizada por un sendero de los habituales en la zona, deshecho y apenas distinguible, suerte que pasamos nosotros para dejar huellas de la especie humana. Hasta el siguiente valle nos faltaba todavía recorrer una pista resbaladiza e interminable de 15 kilómetros, con la dificultad añadida de que el sol estaba ya muy bajo y nos estuvo cegando la mirada hasta que llegamos a Mambo.
Llevábamos acumulados 150 kms y aún faltaban otros 45 hasta Anisa; con una hora escasa de sol no nos daría tiempo de completarlos, así que atajamos por carretera para llegar al final de etapa a una hora razonable.
Este hombre se lo comía todo, le faltaban manos para comer con más cubiertos,
y Moncu no soltó la botella en todo el rato. Casi se bebe el agua de los floreros.
Así las cosas nos pusimos bastante contentos.
Claramente nos faltó Bender para poner orden con las bebidas como en otras ocasiones.
Cuando reemprendimos la marcha por los destartalados senderos destino Caxibar, con la tasa de alcohol en sangre descontrolada y casi toda la sangre en el intestino, no distinguíamos bien las piedras y yo me atasqué en el primer escollo, circunstancia que permitió hacer unas instantáneas de mis compañeros.
Se trataba de senderos pedregosos pero fáciles, a menudo difíciles de seguir porque ya nadie los usa y la naturaleza o los agricultores sin escrúpulos se adueñan de las vías de paso. Mis compañeros tal vez no lo recuerden bien por la saturación de kilómetros, pero anduvimos mucho tiempo entre hierbajos, losas de piedras sueltas, caminos abarrancados y campos de labor sin uso, orientándonos gracias al gps y a la débil traza dejada por algún caminante (o seguramente una motocicleta) entre la vegetación.
Prueba de todo ello es que nos costó encontrar este paso estratégico entre terrazas de cultivos abandonados:
Aquí cada uno bajó como quiso, por supuesto.
La urgencia por llegar al final de etapa se hizo patente en Caxibar, donde el grupo se disgregó temporalmente mientras algunos bebíamos en la fuente de la aldea. Xavi nos avisó de que a duras penas tendría autonomía suficiente para llegar a la próxima gasolinera merced al inesperado consumo de su recién estrenado motor de 300cc. Y en efecto, un par de kilómetros escasos antes de llegar a Serraducho, Dual tuvo que prestarle combustible para cubrir el último tramo.
Nos reagrupamos en la gasolinera, donde comprobamos una vez más que la GG200 gasta exactamente el doble de gasolina que mi Husa450. El presupuesto de viaje de la GG se incrementó seguidamente al sumarle a la cuenta una segunda bujía fundida nada más llegar al río Asínosva. Allí pasamos un buen rato refrescándonos en sus orillas.
Cuando vadeas generalmente piensas que el peligro acecha bajo el agua en forma de agujeros o piedras resbaladizas
pero en mi caso el lío llegó con el fango blandengue de la ribera.
Rodando lentamente entre cañaverales, acequias y cantos rodados de considerable tamaño llegamos a Puebla de Roda. Moncu me confesó que no le gustó nada el tramo fluvial, pero fue hábilmente el primero que encontró la salida hasta la carretera en medio de la jungla de cañas.
El ascenso hasta Dora de Asínosva por senda no tenía ninguna complicación,
aunque las hierbas altas complicaron las cosas a algunos en los últimos metros para encontrar el camino.
La salida de Dora estuvo amenizada por un sendero de los habituales en la zona, deshecho y apenas distinguible, suerte que pasamos nosotros para dejar huellas de la especie humana. Hasta el siguiente valle nos faltaba todavía recorrer una pista resbaladiza e interminable de 15 kilómetros, con la dificultad añadida de que el sol estaba ya muy bajo y nos estuvo cegando la mirada hasta que llegamos a Mambo.
Llevábamos acumulados 150 kms y aún faltaban otros 45 hasta Anisa; con una hora escasa de sol no nos daría tiempo de completarlos, así que atajamos por carretera para llegar al final de etapa a una hora razonable.
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