DÍA 2- EL RETORNO
Los primeros 20 kilómetros fueron muy
del gusto de todos: terreno seco y pedregoso pero con sendas
entretenidas por colinas suaves donde hubo pocos momentos para la pausa o
las fotos, señal inequívoca de que nos lo pasamos bastante bien.
Íbamos
lanzados, pero en las cercanías del monasterio de San Witorin se torció
la suerte: Xavi pinchó de atrás con un vegetal y el ritmo se ralentizó.
Con él se quedaron Abel y Dual para reparar, mientras yo fui en busca
de Moncu, que ya estaba en el monasterio, para avisarle del
contratiempo.
La subidita tenía miga. Sendita para coger carrera
y luego rampa constante por un río de piedras y tierra suelta
hasta coronar unas decenas de metros más arriba.
Tras Abel llegó Xavi, con la rueda recién parcheada.
Algo de zigzag y pateo, ¡y arriba!
Dual llegó cocido y Moncu se ofreció gentilmente a bajar hasta su posición y subirle la máquina.
Puro espectáculo hasta que se le acabó la gasolina. El grifo estaba cerrado.
Una
vez reagrupados y con todas las motos en orden de marcha pisteamos unos
kilómetros más hasta que volvió a saltar la alarma. Xavi iba pinchado
de nuevo. Inflamos la rueda a ver si aguantaba
pero
la solución duró poco. Estaba claro que el parche no aguantó. Unos
kilómetros más adelante tuvimos que volver a montar un zafarrancho de
urgencias en un pequeño soto y poner cámara nueva.
Estas
paradas nos obligaron a saltamos un tramo de pista + sendita para no
perder más tiempo y tiramos hasta la gasolinera de Mambo directamente
por carretera. Allí nos esperaba un exigente trayecto, al menos
inicialmente, por el cauce del río Ricalvo.
Cada
piloto fue soberano para decidir qué línea seguir entre piedras como
sandías, barrillo traicionero, riberas escarpadas o aguas turbulentas.
El inicio fue algo desconcertante, con la gente desperdigada buscando avanzar en aquel laberinto de pedruscos y regatos.
Para colmo, un cable electrificado nos cerraba el
paso, circunstancia que sembró la incertidumbre entre algunos miembros
de la expedición. Decidimos retroceder hasta la carretera, donde
evaluamos los intereses de cada uno, y como consecuencia el grupo de la
capital decidió que les convenía volverse ya para casa, mientras que
Dual y yo convenimos en seguir adelante, ya buscaríamos la manera de
bajar al río por otro sitio y reintegrarnos al track. Nos deseamos buena
suerte y cada uno siguió su ruta: el equipo KTM atajaría por carretera,
y el equipo azul seguiría por vía fluvial.
Un km escaso después de disgregarse el grupo, Dual y yo encontramos un
camino que nos situó de nuevo sobre el track en un precioso tramo del
Ricalvo.
Bonitos colores, agarre aceptable, escasa profundidad, visibilidad óptima. Pero no todo iba a ser tan perfecto:
Yo fui el primero en caer en una grieta traicionera.
Unos metros después Dual siguió la misma suerte.
Exceptuando este par de incidentes, lo pasamos en grande remontando el río mientras nos fue posible.
Salir del río fue una pena, pero no había más remedio, otra vez volveremos con un overcraft o los neoprenos.
La
ruta hacia el alto del Chordal no nos permitió apenas relax: terreno
roto, a menudo cubierto por hierbas altas y caminos en proceso de
senderización.
Lo mejor: las vistas de la impresionante mole del Tiburón:
Lo
peor: la interminable senda "de las canicas", una larga y recta bajada
repleta de piedras sueltas que te hacían perder la dirección
constantemente.
La liberación: ver que la carretera ya estaba cerca.
La sorpresa: el arroyo de Garrasquero, situado justo al final del sendero.
Volvimos al medio acuático, pero esta vez sin las motos.
Inmejorable momento para darmos una buena sesión de spa en las cataratas y así relajar la maltratada musculatura.
De
este bucólico enclave también daba pena marcharse, pero debíamos seguir
nuestro camino a casa. Es el sino del viajero de fin de semana.
El
baño tuvo propiedades terapéuticas, y eso que el agua no estaba
especialmente fresca. Con bríos renovados reanundamos la marcha hacia
Dora de Asínosva, cuya siliueta era fácilmente distinguible en la
lontananza.
La aproximación al pueblo fue vía el barranco de Epoxis,
y al poco rato ya estábamos en lo alto del cerro, callejeando para buscarnos algo de sustento.
A
pesar de la hora tardía, en el bar de la plaza nos dieron algo sólido
que llevarnos al estómago. El encargado mostró interés por nuestro
recorrido, y nos contó también con perplejidad que le visitaban otros
motoristas que se aventuraban por caminos para él intransitabes. Al
final resultó que algunos de sus clientes habituales eran conocidos de
Dual, pásmate de lo pequeño que es el mundo.
Con un plus de
calorías en el organismo continuamos avanzando en dirección este, esta
vez sin olvidarnos cruzar el Asínosva a través del esbelto puente
medieval que nos saltamos la víspera.
Remontamos el río, esta vez por la ribera oriental pero sin mojarnos lo más mínimo; o sea, ración de polvo y piedras.
Atravesamos
Puebla de Dora cuesta arriba, deteniéndonos a rellenar las cantimploras
en la fuente que se esconde justo bajo el arco de la calle mayor.
En
Serraducho repostamos y mi compañero ya de paso buscó nueva provisión
de bujías por si se reproducían sus problemas eléctricos. Al poco rato
ya estábamos en las inmediaciones del Coll de Temp, límite sur
inconfundible de la serra del Six.
El objetivo siguiente consistía en descender por rutas abandonadas hacia el ruinoso Mas de Nonet.
Merced al abandono de décadas, la maleza se ha ido apropiando del lugar,
pero no lo bastante para que no encontráramos la entrada a la vivienda.
Dimos reposo a las monturas a la sombra de la vieja construcción y entre la maleza
e inevitablemente, echamos un vistazo al interior del caserón
y
explorando el mueble bar comprobamos las preferencias de los moradores
por sabores hispanos auténticos: Konga, Magno, Soberano,Terry ...
....ciertas cosas no han cambiado mucho desde el 72.
Llegar
al pueblo semiabandonado de Xiclets, nuestro siguiente objetivo,
siempre es entretenido. La senda culebrea, generalmente en bajada, y
está trufada de pequeños obstáculos,
otra veces se retuerce en subida,
y en su tramo medio un providencial puentecillo ayuda a salvar un barranco abrupto.
Una vez en la aldea, Dual le dió el pertinente vistazo a la iglesia
y su lastimoso interior.
La tarde iba consumiéndose y había que acelerar el escape por pista rápida,
hasta
toparnos con el Gonera Vivagorzana. Me olvidé de cargar el
correspondiente waypoint de vadeo y hubo que buscar un sitio propicio
entre la corriente.
Una
vez en la orilla occidental fuimos pisteando cómodamente,
entreteniéndonos con algunos senderos que puntualmente jalonaban el
recorrido.
Estábamos bajando por aquí cuando oímos gritos.
-.....eeeros!
Yo
no sé si decían "aventureros" o "endureros". Luego pensé que tal vez
decían "deteneros". Las voces venían de la ribera oriental del río,
donde se encuentra una zona de ocio para domingueros. Distinguí el coche
granate de los guardias y vi que uno nos observaba con prismáticos.
Seguí para abajo y cuando llegué a la altura de Dual, que iba delante,
giré la cabeza, saludé con la mano y desde la otra orilla un hombre me
devolvió el saludo levantando el brazo.
Evidentemente
la situación fue muy confusa: ¿nos saludaban o nos daban el alto? Si
tenemos en cuenta que las competencias de los guardias orientales
terminaban justo en el río, ¿qué demonios tenían que decirnos? Salimos
de allí escopetados confiando en que no nos estuvieran esperando en el
siguiente poblado, unos 5 kilómetros más abajo y por donde nosotros
necesariamente debíamos pasar (ellos podían llegar por carretera
rápidamente, mientras que nosotros teníamos pista y sendita).
En
Matiñana no nos esperaba nadie, pero allí acabó nuestra aventura
offroad. Cruzaríamos el Secmont por asfalto, íbamos mal de tiempo y
juzgamos que ya nos habíamos divertido suficiente en las últimas 48
horas. Lo que siguió fue mayoritariamente asfalto con la excepción de
alguna pista cerca de Sant Teseve y una sendita en el embalse de
Balarrasa. Calculo que fueron unos 50 kms hasta el coche, a donde
llegamos sobre las 9 escasas. Dejé a Dual en Terxa sobre la medianoche y
yo no recuerdo haberme metido en la cama, derrengado, antes de la una
de la madrugada. Un fin de semana aprovechado hasta el final.
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