GEORGIA 2012. DÍA 4. MESTIA-AMBROLAURI. 210 KMS
Llegaba
el momento de cambiar de región. De Svaneti pasaríamos a Racha,
abandonando el gran Cáucaso para visitar una zona menos elevada pero
igualmente accidentada.
Por si alguien tenía dudas, sí, en algún momento lavé la ropa de batalla.
Y por si alguien quiere alojarse en casa de Valodia Khergiani, aquí está la dirección,
aunque
ya le aviso de que la calle, como tal, no existe. Llegar hasta allí es
como una gymkhana. Si lo consigues dormirás y comerás de lujo por poco
dinero, pero ya digo que primero hay que pasar una prueba combinada de
orientación y obstáculos.
La mañana estaba soleada y me brindó la posibilidad de sacar una foto decente con el Ushba al fondo.
A
continuación, tomé la pista hacia Ushguli, pero me desvié en Lalkhori
para dirigirme a Khalde, y desde allí intentaría aproximarme a uno de
los glaciares que bajan desde el Shkhara (5193 mts), el 3er pico más
alto del Cáucaso, la cima más a la derecha de la foto inferior.
La
ruta, bastante desolada y compleja, como todas las de aquí, alternando
charcos, surcos, jungla, arenas movedizas, torrentes, etc.
Llegó
un punto en que seguir era imposible, pues todo el suelo estaba
enfangado. La pradera que antecedía al glaciar era en realidad un
pantano, aunque las hierbas altas pudieran sugerir que se trataba de un
bucólico prado. Si me llego a atascar en el barro, con la moto
totalmente cargada, doy fe de que no salgo. Las trampas pequeñas hasta
allí pude superarlas con mucho tiento y precaución, con algún enganchón
puntual, pero intentar progresar por una marisma era excesivo.
En el mapa inferior aparece mi ruta dibujada en rojo a la derecha.
Si
hubiese encontrado el acceso al camino dibujado en naranja habría
podido ascender al collado Chkhutnieri y "enlazar" con la ruta del día
anterior desde Adishi, pero no di con dicho camino, estaría cegado por
el barro o la vegetación, o tal vez fui yo el cegato. El caso es que no
lo conseguí y no puedo más que conformarme con este vídeo ajeno que
muestra desde el collado la zona que recorrí el día anterior y las
vistas que me perdí por no subir el puerto.
Tocaba retirada.
El premio de consolación fueron las vistas, siempre fantásticas, de aquel valle de Svaneti.
Atrás quedaron Khale
y algunos de sus escasos habitantes.
En Ushguli coincidí con unos traileros checos que había conocido el día anterior.
Paré
a saludarles y a tomar una birra. El único que hablaba inglés me auguró
un viaje problemático por no saber ruso. El resto se lanzaron como
bestias hambrientas sobre el khachapuri que sacó la mesonera minutos
después. Podían haberme avisado de que iban a comer y que me pidiera
algo para acompañarles, pero no fue así. Sabían perfectamente que
viajaba solo y que un poco de camaradería no me iría nada mal, pero
pasaron bastante, así que apuré la cerveza y me fui a hacer una visita
al glaciar Shkhara, el último de mi lista.
Camino del glaciar, a un kilómetro escaso del bar, unos cerdos como estos
estaban
chapoteando en un charco gigantesco en medio de mi trayectoria. Los muy
marranos no se apartaban así que me salí un par de metros del camino
para rodearlos pasando por una inofensiva alfombra de hierba, con tan
mala fortuna que me quedé clavado de golpe en el barro hasta la rodilla.
La concentración que me había salvado de caer en trampas similares en
la montaña me faltó en este caminillo local, y las pasé canutas para
salir del lodo. Todos sabemos los kilos extra que pesa una moto llena de
barro, y si a eso le sumamos otros kilos suplementarios de equipaje
tenemos un cóctel muy asqueroso y pesado.
Salí negro,
literalmente. Para colmo poco después me topé con un puente en
reparación, no quedaba más que el esqueleto y no existía vado alguno
tampoco. Tuve que regresar sobre mis pasos camino de Ushguli, pasar por
el lado del bar donde los checos seguían papeando y seguir ruta hacia el
puerto de Zagar.
Me
detuve en una de las numerosas cascadas que jalonan la ruta y con
paciencia lavé la moto para aligerarla del barro acumulado, y ya de paso
me lavé a mí mismo, que iba bueno.
Última foto en lo más alto del puerto,
y a continuación, descenso vertiginoso hacia el valle de Tsana, la única población en muchos kilómetros.
Ojito con las sorpresas. Estos agujeros eran bastante frecuentes.
Progresivamente
la ruta deja atrás las montañas nevadas y se interna por zonas más
angostas, notables por su exuberante vegetación, el barro y las nubes de
insectos.
Tuve que parar unos minutos a causa de unas obras de mantenimiento.
Allí estuvieron moviendo piedras y tronchando árboles largo rato mientras yo me tostaba al sol.
Finalmente
me dieron pista libre. Casi abajo del puerto paré a charlar con unos
ciclistas que seguían una ruta parecida a la mía. Estos sí que tienen
mérito.
Reposté
en Tsageri en mi gasolinera "de confianza" y seguí mi periplo por
ex-carreteras en diferentes estados de destrucción. Cerca de Achara me
detuve a refrescarme en esta caudalosa fuente,
que
resultó ser en realidad un área de servicio en toda regla para las
marshrutkas, que paran allí con el objeto de que los pasajeros echen un
trago y llenen las cantimploras para el viaje.
A Ambrulauri llegué a media tarde.
Un coche de policía me interceptó enseguida y el agente me preguntó dónde iba.
Khobakhidze Straße? Follow me.
Total,
que me escoltaron hasta la guesthouse. Aunque la tenía perfectamente
situada en el gps me dejé llevar. Generalmente muchas de estas casas
tienen un aspecto lastimoso por fuera, esto es habitual en todo el país,
pero por dentro están limpísimas y suelen ser bastante confortables. En
este caso era yo el único huésped, si exceptuamos al gato que andaba
por allí,
de modo que cené en compañía de los dueños, Nana y Valeryan. El menú, muy variado: pepino, remolacha, alubias, patatas fritas, albóndigas en salsa, etc. Se me olvidaba, aquí la comida por norma general arde, pero por si no es lo bastante picante, también te ofrecen pimienta y salsas corrosivas.
En cualquier caso, creo que no pude elegir mejor pensión para mi estancia en la region de Racha.
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