GEORGIA 2012. DÍA 6. GORI-STEPANTSMINDA. 230 KMS
La sexta jornada me devolveria al gran Cáucaso, bordeando todo el tiempo la frontera con Osetia del sur.
Mi intención era abandonar Gori cuanto antes, pero mi ruta se vio frustrada pronto por una cantera que interrumpía el camino. Como las montañas que circundaban la ciudad no eran más que un mero trámite hacia mi principal objetivo, Stepantsminda, no quise perder tiempo intentando atravesar la cantera. Cogí la autovía, que estaba allí mismito, y marché rumbo a Kaspi, la siguiente ciudad de importancia, pasando primero por el lago Nadarbazevi.
Rodé después por una cresta de redondeadas colinas siempre en dirección este.
Algún hito con misteriosas inscripciones me permitía saber que estaba en algún "sitio", pues el camino cada vez se desdibujaba más y más, comido por las hierbas y el desuso.
Tras unos kilómetros cresteando el camino era engullido en este embudo:
Lástima, estratégicamente no contaba con meterme en fregados tan pronto, y renuncié a descender por aquel tubo. Para llegar a Kaspi podía improvisar una ruta campo a través bajando por suaves lomas hacia la vega del Kura, pero el desnivel era considerable y la distancia respetable, así que opté por algo silvestre pero más breve, por aquí
hasta encontrar una cómoda trocha para el ganado
y conectar de nuevo con la autovía tras cruzar Chobalauri.
Esta era una buena incorporación a la autovía, en serio. Otras eran un mero agujero entre los arbustos, a menudo con un escalón importante entre el asfalto y la tierra.
Al final no llegué a Kaspi, me desvié antes y a través de carreteras secundarias enlacé con el plan original a la altura de Ereda,
donde reanudé la marcha offroad, ascendiendo progresivamente por cerros solitarios
hasta meterme de lleno una vez más en los bosques y en los surcos habituales del país.
Acabé llegando a las inmediaciones del lago Bazaleti.
Tenía pinta de que el track hacia el castillo de Ananuri diseñado en casa era factible. Solo debía superar Dusheti y seguir rumbo norte por caminos fáciles
hasta la zona más dudosa,
totalmente abandonada,
para finalmente alcanzar este riachuelo que apenas llevaba agua
y encontrar un vado decente para cruzar al otro lado.
El premio era llegar al cabo de pocos kilómetros a la fortaleza de Ananuri,
junto a la presa de Zhinvali,
y refrescar el gaznate en algún bar de carretera.
A partir de Ananuri la ruta era un paseo siguiendo la Georgian Military Road,
una carretera de montaña que pasa primero por las pistas de esquí de Gudauri, y poco antes de culminar el puerto de Jvari (2379 m), te deja al lado de este mirador,
un monumento de la época soviética dedicado a la amistad entre los pueblos de Georgia y Rusia,
Aquí se pueden ver mejor los símbolos representativos de ambas naciones:
Por su estado de abandono los Georgianos deben estar esperando que se desmorone por sí solo. El emplazamiento es privilegiado, y si no tienes miedo de que el suelo se desplome bajo tus pies, las vistas desde la plataforma son magníficas.
El monumento es parada obligatoria para muchos de los que transitan por allí. La carretera conecta con Rusia y son muchos los turistas de ese país que se acercan a contemplar aquel vestigio de un período cada vez más lejano y olvidado.
Este hotel cochambroso situado en los alrededores también daba testimonio de otros tiempos.
Los kilómetros a más altura carecían de asfalto
y la conducción se volvió más interesante y polvorienta.
Con la moto yo era el más rápido, pero adelantar, especialmente a los trailers, suponía sumergirte en densas nubes de polvo mientras los camioneros seguían caprichosas trayectorias en zigzag evitando charcos y agujeros.
El puerto tenía otros atractivos, como las formaciones calcáreas creadas por el agua a pie de carretera
y los túneles construídos para evitar que la nieve sepulte la ruta en invierno.
Como iba bien de tiempo me aventuré por el valle de Truso,
a donde se accedía a través de otro puerto.
Los Kamaz se atrevían con cualquier rampa, pero a un ritmo lentísimo.
En este valle el agua corre por todos lados,
y también ha dejado su huella sólida.
El chaval de la foto y otro me comentaron que no intentara llegar hasta Ketrisi, la siguiente aldea, pues un destacamento militar vigilaba la frontera hacia Osetia del sur y con seguridad no me dejarían pasar. Como era tarde y sabía que el valle no tenía salida decidí tomar una última foto
y los túneles construídos para evitar que la nieve sepulte la ruta en invierno.
Como iba bien de tiempo me aventuré por el valle de Truso,
a donde se accedía a través de otro puerto.
Los Kamaz se atrevían con cualquier rampa, pero a un ritmo lentísimo.
En este valle el agua corre por todos lados,
y también ha dejado su huella sólida.
El chaval de la foto y otro me comentaron que no intentara llegar hasta Ketrisi, la siguiente aldea, pues un destacamento militar vigilaba la frontera hacia Osetia del sur y con seguridad no me dejarían pasar. Como era tarde y sabía que el valle no tenía salida decidí tomar una última foto
mientras esperaba que el Kamaz acabara de bajar el puerto. Les costó una eternidad.
Salí del valle y volví a la Georgian Military Road camino de Stepantsminda para buscar cobijo para la noche, el día no daba para más.
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