DÍA 6. SHKODER - THETH - SHKODER. 160 kms
El aislado valle de Theth bien se merecía una visita y le dediqué una jornada exclusiva con salida y llegada en Shkoder. Pude prescindir de la mayor parte del equipaje y por un día viajé ligero. Afortunadamente fue así, porque las pistas hacia este enclave montañoso fueron de las más duras de todo el viaje. Si el trayecto por Bosnia y Montenegro había sido sobre terreno blando y embarrado, Albania iba a revelarse como un territorio áspero, escarpado y por lo que respecta al camino, especialmente pedregoso. Las vistas, aquí y allá, abundaban en picachos, laderas desplomadas, barrancos profundos y cimas inaccesibles. En suma, un paisaje siempre atormentado.
A veces me sentía como el viajero contemplando un mar de nubes de Caspar David Friedrich.
Las comunicaciones allí son duras, que se lo digan a los viajeros de las furgonetas-autocar que surcan aquellos caminos.
El día, cómo no, salió fresco y neblinoso.
El camino, siempre en ascenso, y adornado con infinidad de riachuelos y cascadas.
El puerto que cierra el valle por su lado suroeste marcó el punto propicio para deternerme y echar un trago con los propietarios del bar Soshit.
Estuvimos hablando de lo mal que les fue con el comunismo y de las pocas oportunidades que tenían actualmente con el capitalismo. Se quejaban también del desconocimiento y del poco atractivo de Albania en el exterior. Creo que fui yo quien habló de la película Venganza (Taken) en la cual una mafia albanesa radicada en Tropoje es eliminada por Liam Neeson en una delirante secuencia de asesinatos. Uno de mis contertulios dio un golpe en la mesa y exclamó:
Fucking Taken!
Evidentemente se quejaba de la mala prensa que dicho filme daba de Albania, y de que les había hecho un flaco favor para desembarazarse de la etiqueta de mafiosos. Personalmente, sólo puedo decir cosas positivas de los albaneses, conmigo siempre fueron generosos y hospitalarios, y cuando estuve en apuros me ayudaron inmediatamente y sin reservas.
Durante el descenso hacia Theth el cielo se despejó y pude disfrutar al máximo del paisaje.
Como me encontraba en las horas centrales del día y el sol pegaba fuerte, no pude resistirme a darme el reglamentario bañito.
La pista discurría luego plácidamente a lo largo del río, no tenía pérdida.
Una vez en Theth (unas pocas casas en realidad),
había que comer y beber en el restaurante local.
Justo debajo de la lata, Theth.
Como es habitual me aticé unos chupitos de aguardiente local. Lástima, luego descubrí que tenían vodka Gorbachov. Iba demasiado alegre ya para probarlo. Otra vez vuelvo y lo cato.
Había que volver a Shkoder y el cielo se estaba poniendo feo. Empezó a llover débilmente justo cuando inicié el retorno, así que tuve una vuelta algo penosa. Me crucé con un par de motos y algún que otro 4x4; esta otra ruta parecía tener más tráfico que la de la ida. Recuerdo que paré en una fuente junto al camino a refrescarme y a esperar que se disiparan los vapores de la rakia cuando inesperadamente vislumbré la cumbre del Maja e Rabes entre jirones de niebla. Uuuuuf, vaya visión. Y no fue cosa del alcohol.
Contento con el disfrute del paisaje, proseguí ruta por un camino cada vez en mejor estado. Tuve suerte, porque la pista, en proceso de mejora, solo se abría al tráfico después de las 5 de la tarde.
Y tuve más suerte aún de que aquel día no hubiera cargado con el equipaje en pleno y de que el firme fuera cada vez más regular. Algunos ruiditos en la parte trasera de la moto llevaban días atormentándome y quiso el destino que me diera cuenta en esta pista del origen del problema: uno de los 4 tornillos del transportín había desaparecido y llevaba el equipaje dando saltos con cada bache. Hice un apaño provisional y proseguí hacia Shkoder con ritmo más bien sosegado pra evitar nuevas roturas.
Pronto llegué al asfalto y pude poner la directa camino de Shkoder. En el primer taller de motos que se me puso a tiro pedí ayuda. Allí conocí a Irilian, quien se aprestó a fabricar un casquillo ad-hoc con alguno de los bulones que tenía esparcidos por la tienda, y yo aporté el tornillo que faltaba de mi provisión de recambios. Problema resuelto.
No quiso cobrarme nada, y eso que estuvo un buen rato serrando y puliendo el bulón. Unos días más tarde volvería a visitarle, pero solo por el placer de saludarle y regalarle alguna cosilla. Así da gusto viajar.
El aislado valle de Theth bien se merecía una visita y le dediqué una jornada exclusiva con salida y llegada en Shkoder. Pude prescindir de la mayor parte del equipaje y por un día viajé ligero. Afortunadamente fue así, porque las pistas hacia este enclave montañoso fueron de las más duras de todo el viaje. Si el trayecto por Bosnia y Montenegro había sido sobre terreno blando y embarrado, Albania iba a revelarse como un territorio áspero, escarpado y por lo que respecta al camino, especialmente pedregoso. Las vistas, aquí y allá, abundaban en picachos, laderas desplomadas, barrancos profundos y cimas inaccesibles. En suma, un paisaje siempre atormentado.
A veces me sentía como el viajero contemplando un mar de nubes de Caspar David Friedrich.
Las comunicaciones allí son duras, que se lo digan a los viajeros de las furgonetas-autocar que surcan aquellos caminos.
El día, cómo no, salió fresco y neblinoso.
El puerto que cierra el valle por su lado suroeste marcó el punto propicio para deternerme y echar un trago con los propietarios del bar Soshit.
Estuvimos hablando de lo mal que les fue con el comunismo y de las pocas oportunidades que tenían actualmente con el capitalismo. Se quejaban también del desconocimiento y del poco atractivo de Albania en el exterior. Creo que fui yo quien habló de la película Venganza (Taken) en la cual una mafia albanesa radicada en Tropoje es eliminada por Liam Neeson en una delirante secuencia de asesinatos. Uno de mis contertulios dio un golpe en la mesa y exclamó:
Fucking Taken!
Evidentemente se quejaba de la mala prensa que dicho filme daba de Albania, y de que les había hecho un flaco favor para desembarazarse de la etiqueta de mafiosos. Personalmente, sólo puedo decir cosas positivas de los albaneses, conmigo siempre fueron generosos y hospitalarios, y cuando estuve en apuros me ayudaron inmediatamente y sin reservas.
Durante el descenso hacia Theth el cielo se despejó y pude disfrutar al máximo del paisaje.
La pista discurría luego plácidamente a lo largo del río, no tenía pérdida.
Una vez en Theth (unas pocas casas en realidad),
había que comer y beber en el restaurante local.
Justo debajo de la lata, Theth.
Como es habitual me aticé unos chupitos de aguardiente local. Lástima, luego descubrí que tenían vodka Gorbachov. Iba demasiado alegre ya para probarlo. Otra vez vuelvo y lo cato.
Había que volver a Shkoder y el cielo se estaba poniendo feo. Empezó a llover débilmente justo cuando inicié el retorno, así que tuve una vuelta algo penosa. Me crucé con un par de motos y algún que otro 4x4; esta otra ruta parecía tener más tráfico que la de la ida. Recuerdo que paré en una fuente junto al camino a refrescarme y a esperar que se disiparan los vapores de la rakia cuando inesperadamente vislumbré la cumbre del Maja e Rabes entre jirones de niebla. Uuuuuf, vaya visión. Y no fue cosa del alcohol.
Contento con el disfrute del paisaje, proseguí ruta por un camino cada vez en mejor estado. Tuve suerte, porque la pista, en proceso de mejora, solo se abría al tráfico después de las 5 de la tarde.
Y tuve más suerte aún de que aquel día no hubiera cargado con el equipaje en pleno y de que el firme fuera cada vez más regular. Algunos ruiditos en la parte trasera de la moto llevaban días atormentándome y quiso el destino que me diera cuenta en esta pista del origen del problema: uno de los 4 tornillos del transportín había desaparecido y llevaba el equipaje dando saltos con cada bache. Hice un apaño provisional y proseguí hacia Shkoder con ritmo más bien sosegado pra evitar nuevas roturas.
Pronto llegué al asfalto y pude poner la directa camino de Shkoder. En el primer taller de motos que se me puso a tiro pedí ayuda. Allí conocí a Irilian, quien se aprestó a fabricar un casquillo ad-hoc con alguno de los bulones que tenía esparcidos por la tienda, y yo aporté el tornillo que faltaba de mi provisión de recambios. Problema resuelto.
No quiso cobrarme nada, y eso que estuvo un buen rato serrando y puliendo el bulón. Unos días más tarde volvería a visitarle, pero solo por el placer de saludarle y regalarle alguna cosilla. Así da gusto viajar.
fabulosa viaje, les fotos, los videos, la aventura a solo. fantastico report. luis silva-portugal
ResponderEliminarGracias Luis. Pronto continuaré con los días que faltan. Saludos.
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