Vistas de página en total

viernes, 2 de septiembre de 2011

600 KILÓMETROS POR NAVARRA Y GUIPÚZCOA. DÍA 3

DÍA 3. AZPEITIA-ELGÓIBAR-ZUMÁRRAGA-BEASAIN. 130 KMS

La tarde que pasé en Azpeitia me dio tiempo a reflexionar sobre el viaje.

En primer lugar, había quedado patente que el ritmo que llevaba era muy lento, y que con un promedio de cien kilómetros escasos al día era imposible completar el proyecto de llegar hasta Cantabria. Tenía previsto estar en casa el sábado por la noche debido a compromisos familiares, de modo que me quedaban dos días y medio para llegar hasta Aribe, donde había dejado coche y remolque. Por tanto, era obligatorio recortar el recorrido, y debía ingeniármelas para que esta tercera jornada fuese el ecuador exacto de la ruta, coordinando dentro de lo posible el track de ida y el de vuelta.

También era obvio que el hecho de viajar con equipaje era un lastre en aquel entorno. Con las alforjas llenas suelo inflar la rueda trasera a 1,3 kg, y aunque a la vista de las dificultades la bajé hasta 1 kg, no era fácil circular por un suelo permanentemente húmedo. Las ruedas de compuesto duro (Bridgestone M604 y M603) cerca del final de su vida útil tampoco ayudaban mucho. Para colmo, la ruta había salido mucho más endurera de lo previsto, y lo que en condiciones normales habría sido un recorrido divertido se había convertido en una tensión casi constante.

Por lo menos en aquella provincia se comía y bebía de muerte, y siempre había alguna sidrería o taberna donde reponer fuerzas.

Con estos pensamientos en mente salí al ataque desde Azpeitia camino de la cima del Samiño. Esta etapa se presumía bastante montañosa y con el agua caída durante la noche el agarre iba a ser bastante precario, ay. Fue salir de Azpeitia y comenzar a ascender entre nieblas y bosques fantasmagóricos.




Tras una subida incesante llegué a una encrucijada




cerca de una chabola







Por prados encharcados donde el camino prácticamente desaparecía fui subiendo hacia el Samiño, donde perdí el rastro del track. Casualmente me encontré con una pareja de jubilados que me orientaron con gran precisión, animándome a atajar bosque a través hasta conectar con mi ruta, y así fue, conecté y además salió el sol.




Siguieron más prados y caminos resbaladizos de todo tipo. Algunos restos prehistóricos amenizaban el trayecto:




Alucinante.




Descendí todo lo que había subido hasta una carretera e inicié un nuevo ascenso entre bosques de pino insigne




y sombríos hayedos.




Más tarde supe que Guipúzcoa es posiblemente la provincia con mayor densidad arbórea de toda España, no me extraña lo más mínimo.

En caballos tampoco se quedan cortos. Aparecían en cualquier sitio.




A otras bestias hubo que cederles el paso.




Yo iba camino del Irukurutzeta, donde me esperaba cierta ruta, con sus barrizales, sus losas babosas,




raíces resbaladizas,




sendas vertiginosas,




prados encharcados,




y para culminar, una señal de prohibido, mira tú.




Fueron unos 4 kilómetros intensos




entre Irukurutzeta y Karakate. Estaba en la cima.




al fondo, peñas más altas, la sierra de Amboto.




Y abajo, Elgóibar, mi destino más próximo.




La bajada fue a tumba abierta, patinando constantemente por caminos enjabonados.




Inicialmente tiré de sendero, hasta que se acabó, y un andarín me recomendó una pista directa a Elgóibar. En las rampas más duras bajé en primera, con eso queda todo dicho de cómo era la pista. A veces se presentaban atajos por senda entre las zetas más acusadas, pero ya iba al límite de trabajo y seguí siempre por la ruta principal.

Finalmente llegué a Elgóibar, donde encontré una gasolinera justo en el momento en que empezaba a caer una buena manta de agua sobre la ciudad. Como no tenía pinta de amainar busqué un lugar donde comer y esperar condiciones atmosféricas más propicias.

Poco a poco la tarde se fue despejando y reemprendí la marcha por carretera hasta algo más allá de Vergara. Comenzaba de esta manera la ruta hacia el este, hacia casa.

Pronto la carretera y la autovía quedaron en el valle




y tras confirmar mi ruta gracias a las indicaciones del dueño de un caserío, volví a las alturas




por rampas cada vez más empinadas




que cerca del Landarraitz se convirteron casi en hill-climbing.




La bajada no fue menos excitante, pero como transcurría sobre terreno anormalmente seco, me noté relativamente cómodo. Digamos que la cosa estuvo relativamente bien hasta que volvimos a las sendas angostas y embarradas




donde el fango es lubricante y adhesivo a la vez, pero siempre en tu contra.




Tampoco faltaron los pasos graciosos, con charco profundo estratégicamente situado.




Y de postre, una senda llena de surcos y barro en agónica bajada




Aquí reconozco que estaba deseando llegar a la carretera, no había manera de aguantar el equilibrio o coger la rodera buena, el barro o la gravedad me conducían siempre a la catástrofe.




Casi a rastras, llegamos la moto y yo a Zumárraga, y desde la ermita de la Antigua tiramos por el GR hacia el este monte arriba.




Tras pasar la venta de Mandubia encaré un sendero embarrado de subida de esos en los que si te detienes estás muerto y, para mi sorpresa, fui superando todo tipo de obstáculos sin problema. Porque lo cogí sin tiempo a pensarlo; si me detengo a analizarlo ni lo intento. El golpe de teatro me esperaba unos kilómetros después, cuando fui incapaz de superar una rampa inofensiva. Aquí me quedé,




con las ruedas enfangadas y sin poder girar la moto:




Me tocó volver marcha atrás durante unas decenas de metros.




Vaya fin de etapa más vergonzoso.

Consideré que era la hora de retirarme e inicié la vuelta a la civilización. De bajada hacia Beasain me detuve en una aldea a beber en la fuente, y una paisana me recomendó un hotel próximo, de modo que haría noche allí mismo, previo paso por la cafetería del Carrefour, donde me atraqué de pinchos y cerveza. Ya de paso, lavé la moto por segunda vez aquel día, más que nada por no enguarrar la habitación con el barro adherido a las maletas. Fue meterme en la cama y estallar un fuerte y sonora tormenta. A saber lo que me esperaba al día siguiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog