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domingo, 3 de septiembre de 2017

EL FINAL DE LAS VACACIONES

EL FINAL DE LAS VACACIONES

Se acababa agosto y era menester desplazarse urgentemente a otras regiones para respirar aire puro. Un viajecito hasta la cordillera cantábrica me proporcionaría buen oxígeno y entretenimiento seguro, aunque solo fuera por un día. Además tuve suerte con la meteorología y disfruté de un  magnífico día soleado cerca del Escudo.



Siempre hay nervios cuando empiezas una ruta totalmente nueva lejos de casa, pero exceptuando las trampas en forma de barrizales perenennes tan habituales por el norte, pronto me encontré bien cómodo rodando en solitario por rutas donde otrora caminaron los romanos.


Horizontes despejados y una interesante serie de lomas verdes por recorrer, ¿alguien puede dudar de que aquella fue una buena mañana?


No frecuento estos pagos muy a menudo, así que además de ir en moto todo el santo día, también hay que saber buscar el momento para detenerse y tomar conciencia del deleite que se nos ofrece.


Ciertamente, todo me salío a pedir de boca hasta la hora de comer, cuando me topé con una bajada prácticamente inabordable para mí, y como la consigna era circular en modo a prueba de fallos, allí inicié el retorno.

Al día siguiente ya me había olvidado de Cantabria y  estaba rodando por Burgos metiéndome en nuevos líos desde primera hora. Buscaba nuevos recorridos para mi Ruta1000 y sin duda los encontré. La sierra de la Tesla inmediatamente me brindó abruptos senderos donde sudar de lo lindo,


y por eso en cuanto pude bajé al valle para solazarme por caminos más amables cercanos al Ebro.


Estuvo bien para concederme un respiro, pero al poco rato ya estaba de nuevo en busca de las alturas por vías preferiblemente escarpadas.


Este sendero concretamente se me resistió hace un par de años, pero en 2017 insistí y me cobré merecida revancha.


Fue un festín de subir y subir entre innumerables zetas, rocas afiladas y una vegetación especialmente agreste. Parecía que no llegaría nunca arriba del todo pero finalmente lo conseguí.


El tiempo amenazaba lluvia y no parecía razonable permanecer mucho tiempo en las alturas. Tiempo justo para dar un paseo cerca de las crestas y volverse para casa; ya surgirá otra ocasión para retornar.


Pronto llegó el último día de vacaciones y resultaba imperioso escapar al norte al menos por unas horas. A un paso de los Pirineos, pero atravesando bosques mediterráneos.


Desde Ponts, pretendía avanzar hacia el norte, cosa que conseguí siguiendo a veces una ruta con los colores de mi marca actual, 


o bien improvisando por debajo de imponentes peñas.


Los últimos kilómetros fueron los más exigentes y espectaculares pero comenzaban a caer rayos en las inmediaciones y no tuve ánimos para sacar la cámara, lástima. La vuelta fue trail y asfáltica, incluyendo la visita a la milenaria ermita de Castell-Lleure, imponente mirador del Alt Urgell.


Y al día siguiente, a trabajar.

FIN

martes, 8 de agosto de 2017

ELIZONDO 2017 VERANO

ELIZONDO 2017 VERANO
Sería una vuelta turística por el norte de dos días nada más, y es que Javi y yo básicamente somos partidarios del turismo de iglesias, museos y monasterios,
 
 
pero a la mímima nos salimos de los caminos trillados y acabamos inmersos en el agro.



Las fotografías engañan: la chicharra cantaba como loca y el lorenzo nos doraba la piel sin compasión.


Hasta la gasolinera de Fuente la Neira hicimos una sendita y poco más. Luego nos introdujimos en la canal de Berdún y anduvimos un buen trecho paralelos al Pirineo. Cerca de Tierrasalva nos volvimos a liar en otro sendero ya clásico.



  Sin mayores incidentes, llegamos al valle del río Esca


justo a tiempo de tomarnos un buen refresco, y enseguida, un nuevo sendero.


Insisto: música de cigarras y sufriendo la canícula. Para colmo una pista estaba bloqueada por una verja y tuvimos que meternos un kilómetro y medio por el lecho de un río reseco. Nos lo tuvimos que trabajar, pero con fé y sudor salimos adelante.
Ya en la provincia de Navarra el bosque adquirió de veras un aspecto más húmedo y septentrional.


 

Suerte tuvimos que en la ermita de San Ririko, el aljibe, milagrosamente, guardaba agua para dos sedientos endureros. La bajada por la cara norte fue así más fresca y llevadera. Rodar a la sombra de las hayas es siempre un lujazo.
 


Por cierto, habían abierto una pista forestal monstruosa para la extracción de madera, pero aún así la senda se mantiene prácticamente intacta.
 

El valle de Salazar lo recorrimos básicamente por asfalto, y ya cerca de los Pirineos volvimos a las pistas. En las cercanías de Roncesvalles rodamos envueltos en niebla durante un buen rato.


No fue hasta el collado Lepoeder que volvimos a ver el sol de nuevo.


El tiempo se nos echaba encima y no hubo tiempo para muchas fotos. Prácticamente no paramos hasta meternos en territorio francés.


En estas colinas de Iparralde siempre se rueda sobre terreno blando y fresco. Si tenemos en cuenta que habíamos pasado la maña inmersos en un secarral, se entenderá que esta parte del recorrido fue especialmente gratificante.
 


Además siempre hay senditas entretenidas por donde los kilómetros pasan volando.



A la derecha, Francia; a la izquierda España. Aquí recorríamos exactamente la divisoria entre países.



La entrada otra vez en Navarra fue exigente: muchas sendas, luz menguante y cansancio acumulado de todo el día. Lo sentimos pero no hay fotos, teníamos prisa por llegar antes del anochecer.
 
A la mañana siguiente la niebla nos volvió a sorprender camino del collado de Ibañeta.
 


Para entonces ya habíamos optado por un retorno conservador y básicamente asfáltico, así que este segundo día no tuvo mucha historia. Habrá que volver con más tiempo y mejor meteorología. 

FIN.

lunes, 3 de julio de 2017

TERUELZBERG. ENDURO VERANIEGO 2017.

ENDURO VERANIEGO 2017.

Bender convocó una Teruelzberg para principios de julio, pero por cuestiones de tiempo y logística la excursión acabó transcurriendo básicamente por tierras castellonenses. Como prueba de ello, la salida tuvo lugar desde nuestra gasolinera de referencia de una remota comarca; a tierras turolenses, si todo salía bien, llegaríamos tras cubrir 50 pedregosos, desolados y accidentados kilómetros.

 
Un poco de recorrido asfáltico, y directos a la acción. Como no podía ser de otra manera, para empezar, nos buscamos un camino bien abandonado y enmarañado. Parecía que iba a ser un inicio frustrado, pero al final vimos la luz y salimos del bosque. El camino realmente existía, pero nosotros debimos ser los primeros en transitarlo este siglo.


Entramos en una zona de senderos con minipasos canadienses (o similares) habilitados para el tránsito de especies no animales. En la foto se ve cómo Bender deja atrás una de las portezuelas. ¡Ojo con los cables siempre!
 

A partir de aquí DNT tomó la cabeza. Este tío sabe bien cómo leer el gps: en terreno extraño y deshecho pillaba la traza buena a la primera.
 

Camino de Vintorres el piso ya se mostraba generosamente rocoso y pétreo. Comenzaba la Teruelzberg propiamente dicha.
 

 
Entramos después en una sucesión de senderos bastante rápidos, generalmente entre bosques de encinas, que no eran sino el precalentamiento amable de lo que vendría más adelante.
 

Me estoy refiriendo a los azagadores y los pedregales, o sea, el tránsito offroad en su más certero sentido. Mirad los campos de cultivo de la izquierda, bien arregladitos; nuestro "camino" en cambio no es sino un lecho de rocas y vegetación almohadillada. Por aquellos páramos, nada de calor. Al contrario, más bien fresquito.

Tocaba descender hacia el molino de Arnes por vía anticuada y erosionada. Un descenso molesto pero necesario para otorgarle coherencia a nuestra ruta.


Si queríamos subir hasta el puerto de las Abrillas primero era menester recorrer aquel valle siguiendo el reseco riachuelo de La Cuba,
 

donde algunos charcos nos amenizaron el trayecto. En esta imagen, DNT dando la nota,
 

y en esta otra, Bender alardeando de sus habilidades trepadoras en ambientes anfibios.
 

Pronto llegó el momento de enfilar la subida hacia el puerto de las Abrillas: 3,5 kms de ascenso ininterrumpido desde las Casas de San XXX  hasta la cima. En la foto yo salgo justo debajo del caserío.
 

Y este es Bender exactamente a la misma altura:
 

Es precisamente el tramo inferior el más exigente a causa de los molestos escaloncillos que te hacen vibrar sin compasión el esqueleto, pero en general se sube bien.
 

Este es el tramo medio. A partir de aquí se cambia de vertiente y de paisaje.


Este es el "otro lado".
 

A la altura de esta covacha suelen aparecer cabras triscando, haciendo justicia al nombre del collado.
 

Desde allí, el sendero es menos expuesto y se encañona buscando las alturas.
 

Pero que nadie piense que decayó el entretenimiento. 
 

Sudamos poco porque hacía fresco y el aire estaba seco, pero las motos tampoco subían solas, ¡eh!
 

Unos pocos arreones más y nos encaramamos en lo más alto. 
 


Ahora sólo quedaba dejarse caer hasta La Inglesuela por cómodas callejas. En la capital de la piedra seca, estas seculares vías de comunicación se encontraban en óptimo estado.
 

De los tres nexos posibles entre La Inglesuela y Villafranca elegimos el menos lesivo para nuestras anatomías.
 

En vez de internarnos en el barranco, rodamos a media ladera entre muelas y cerros descarnados.
 

Por aquellos pagos los humanos solo pasan ya de Pascuas a Ramos, y sin pararse mucho.
 

El camino a menudo tuvimos que intuirlo, porque realmente, no existe,
 

y si existe, acostumbra a estar deshecho.
 


Suerte que algún mas, como el de Benicassin, nos sirve de baliza entre tanta desolación.

 

Los bares de Villafranca parecían vacíos. ¡Error! A pesar de ser primero de julio no había nadie enlas terrazas porque soplaba un viento helador, la gente se cobijaba dentro. Nosotros nos aposentamos fuera para tomar un bocado, pero pronto nos dimos cuenta de que habíamos sido demasiado arrogantes. Acabamos pidiendo unas tazas de té bien caliente y alguno se enfundó el chubasquero y se puso al sol para no tiritar. He aquí la prueba:
 

Superado el ecuador de la Teruelzberg, reanudamos la marcha rumbo norte hacia Fortcastell donde recobraríamos la temperatura corporal en el azagador del mas de Ibáñez.


Grandes espacios, horizontes lejanos, cielos profundos, desolación...
 

...y piedras, muchas piedras: esto es el Maestrazgo.
 

Enfrascados en la subida del azagador y con la vista puesta en los molinos de viento y no en los gepeeses, sucedió que nos desviamos del track.
 

En un momento dado perdimos contacto visual en aquellos cerros y nos escindimos. Por un lado Bender y DNT siguieron subiendo y sufriendo martirio, mientras que yo tiré cuesta abajo buscando el track madre. Unas cuantas llamadas telefónicas acabaron aclarando la situación y 45 minutos después volvimos a reunirnos felizmente todo el grupo en Fortcastell.
Todo lo que subimos había que bajarlo, y de golpe, siguiendo abandonada senda por donde ya no pasan ni los del pueblo.


Una pena. O pasamos más a menudo por allí o nos comen las plantas.
 

En el punto más hondo del barranco los vegetales eran más altos que nosotros. Suerte que sabíamos de la existencia del camino, otro va por allí y se da la vuelta. En fin, superado el tramo selvático, la senda estaba ya más despejada y pudimos rodar a placer entre otras hierbas.
 

Nos quedaba todavía la bajada definitiva hasta el barranco del Moyar, una línea recta a través del bosque que en su sección final es realmente empinada como puede apreciarse en la imagen. Cada uno se las arregló como quiso o como pudo para llegar hasta abajo. El lugar tiene su gracia.


Para salir de allí tocaba rodar un par de kilómetros por el lecho del barranco, y justo después, cuando negociábamos si recortar parte del recorrido final, la Gas Gas pinchó. Rápidamente se montó un gabinete de crisis y, tras aupar la moto a un caballete troglodítico, se procedió a reparar la avería.

 

Una válvula guillotinada fue la causante de la avería. Bender achacó la rotura a la antigüedad de la cámara Continental, pero yo ahora recuerdo que fui a desatornillar el papillón y que la tuerca estaba más bien flojita. Son lances del motociclismo todo terreno, al menos sucedió al final de la jornada y, providencialmente, a pocos kilómetros de nuestro bar de referencia en Vintorres. 
 

Los más flojos íbamos con las fuerzas menguantes, lo que determinó que ya no hubiera más offroad aquel día. En resumen, mucha senda, mucha piedra y, sorprendentemente, cierto fresco. Hasta la próxima.

FIN