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lunes, 5 de septiembre de 2011

600 KILÓMETROS POR NAVARRA Y GUIPÚZCOA. DÍA 5

DÍA 5. ELIZONDO-ALDUDES-ORBAITZETA-ARIBE- 90 KMS
El último día se presentaba como mera etapa de enlace desde Elizondo al coche. Quedaban pocos kilómetros, todos ellos conocidos, así que decidí buscarme algunos líos. La noche anterior, en el albergue, coincidí con un caminante que me recomendó cierto GR que se cruzaba en mi ruta. Según él era todo factible para una moto, exceptuando algunas porteras o alambradas, pero de eso ya me encargaría yo.

El primer reto consisitía en encontrar el paso que conecta Elizondo con el País Vasco francés, aquel territorio boscoso y embarrado donde tan mal lo pasé la primera jornada. Podía haberme ceñido al track original, pero como salí escaldado, preferí investigar el PR que dejé a medias. Y no decepcionó: era un camino endurero con tramos de senda en subida, todos factibles.




Por cierto, esta foto tan cutre sirve para ilustrar una de las constantes del viaje: la gran cantidad de ramas y troncos caídos que encuentras en los bosques. Son un peligro, porque hay tantos que tarde o temprano se enredan en las ruedas, el manillar, o bien bloquean la ruta.

Fui avanzando siempre cuesta arriba hasta aproximarme a la zona donde abandoné aquella aciaga tarde




hasta que finalmente, tras un repecho algo pronunciado, conecté. El ascenso no fue tan terrible como me imaginé entonces, al contrario, más bien "light" endurísticamente hablando. Está claro, el terror te hace ver visiones. Podía haber pasado por allí perfectamente cuesta abajo, pero la tensión me bloqueó.

Culminé el puertecillo y llegué a la línea fronteriza. Hasta donde llega el asfalto, Francia; después, España.




Busqué caminos y sendas diferentes para decorar el track ya conocido,







y me fui en busca del GR que me recomendaron.

Pintaba bien, primero senda entre bosques




y luego prado casi a través buscando las piedras pintadas de rojo y blanco.




Superé las tan temidas vallas piramidales (siempre hay algún palo abatible cerca),




pero posteriormente un canchal con piedras descomunales me impidió el paso.




Miré el lugar con detenimiento y no vi factible franquearlo. Pensé después en bordearlo campo a través, pero tampoco estaba nada claro. Estaba inmerso en estos pensamientos cuando vi a unos doscientos metros a un caminante que se dirigía hacia mí. Podría ser el pastor del ganado, que venía cabreado para increparme por meterme en su terreno, así que ya no hubo tiempo para más reflexiones: me di la vuelta y volví por donde había venido. Cuando me detuve para abrir la puerta de la alambrada eché la vista atrás y vi que venían no menos de tres caminantes, y a buen ritmo. Mejor no interaccionar con ellos. Aceleré el ritmo y finalmente salí a la pista y puse tierra de por medio.

Debo mencionar que era sábado y lucía un sol espléndido, por lo que la avalancha de excursionistas estaba servida. Definitivamente, era un día idóneo para volver a casa.

Bajé otra vez al valle de Aldudes,




y me metí por el sendero del cerdo vasco,




donde no vi ningún puerco, por cierto.




Fui subiendo por suaves lomas



que me obsequiaron con inmejorables vistas de los Pirineos Atlánticos.




Superado el collado Lindus y a medida que me acercaba al puerto de Ibañeta, la presencia de domingueros se hizo más notable, y en la pista entre el monumento a Roldán y el inicio de la bajada a Orbaitzeta me encontré con riadas de peregrinos y curiosos. Menos mal que fue un tramo breve. La bajada hasta la fábrica de armas me la hice casi toda en punto muerto, disfrutando del paisaje.




Y desde la fábrica ya todo por asfalto hasta Aribe, donde me esperaba el tedioso proceso de cargar la moto y recoger el equipaje. Después, unos 400 kilómetros de coche hasta casita, muchas horas para rememorar los mejores momentos del viaje y también para pensar en repetir pronto una experiencia parecida.Volver arriba

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