ALENTEJO TRAIL 2012. DÍA 6. ELVAS - IDANHA NATURA. 260 KMS
Y llegamos al último día. Para compensar los kilómetros que no hicimos la primera jornada, la más corta de todas, debíamos hacer este esfuerzo final que nos permitiría llegar al hotel donde dejamos el remolque hacía ya una semana.
La noche anterior recalamos en un hotel algo finolis, pero lejos de no admitirnos por nuestras pintas polvorientas y sudorosas, nos trataron la mar de bien. Sin siquiera pedirlo nos abrieron el patio para aparcar las motos dentro del recinto del hotel. Las DRZs durmieron seguras, ¡a ver quien era el guapo que abría aquel portalón!
Marchamos de Elvas no sin dificultad, pues costó encontrar una vía de salida entre la murallas del fuerte.
Y llegamos al último día. Para compensar los kilómetros que no hicimos la primera jornada, la más corta de todas, debíamos hacer este esfuerzo final que nos permitiría llegar al hotel donde dejamos el remolque hacía ya una semana.
La noche anterior recalamos en un hotel algo finolis, pero lejos de no admitirnos por nuestras pintas polvorientas y sudorosas, nos trataron la mar de bien. Sin siquiera pedirlo nos abrieron el patio para aparcar las motos dentro del recinto del hotel. Las DRZs durmieron seguras, ¡a ver quien era el guapo que abría aquel portalón!
Marchamos de Elvas no sin dificultad, pues costó encontrar una vía de salida entre la murallas del fuerte.
Por fin tuvimos un día soleado y con temperaturas aceptables, lástima que ya estuviéramos cerca de concluir el viaje. Los primeros kilómetros hasta Campo Maior, casi siempre por asfalto, fueron más bien frescos, pero cuando por fin llegamos a las pistas que desde Arronches nos conducirían a la serra de San Mamede, la temperatura mejoró rápidamente. Fue en un bosquecillo de eucaliptos poco antes de llegar a la sierra cuando atropellé a una serpiente y la partí en dos, suceso que mi compañera me comentó por el interfono con cierta emoción. Yo no sé qué tienen esos bichos que no gustan a casi nadie.
.
La sierra había que cruzarla un par de veces. Circulamos por el lomo de la montaña,
para bajar a un valle
y volver a subir de golpe
hasta este curioso arbolote.
Marta quiso echar un vistazo más detenido y ver si había alguien en casa, pero no, habían salido.
Camino de Sao Salvador de Aramenha la pista empezó a estrecharse
hasta desembocar en un sendero entre matojos
que tras cruzar un riachuelillo
nos devolvió a la pista principal.
Más tarde, en Marvao, un pueblito amurallado de calles estrechísimas tuvimos un encontronazo con los agentes de la Guarda Nacional Republicana. Nos los cruzamos de frente y vinieron a por nosotros, uno de ellos con el talonario preparado en la mano. Lo primero que hicieron fue echar un vistazo a las matrículas y no sé si fue eso lo que nos salvó de ser multados o lo que les atrajo para ver si podían recetarnos. El guardia argumentaba que no se podía entrar con vehículos a motor por el pueblo (aunque había coches aparcados allí mismo donde nos encontrábamos) y que había señales que así lo indicaban. Yo le insistí en que por donde nosotros habíamos entrado no había ninguna señal (lo comprobé al salir otra vez), y que habíamos cumplido con todas las señales (yo quería haber subido al pueblo por una calzada romana, pero había señal de prohibido). Yo creo que el guardia se dio cuenta de que no éramos unos salvajes y al final pasó de nosotros.
Nos largamos de Marvao con viento fresco y volvimos a los líos metiéndonos por un camino que se convertía en una senda muy deshecha, donde coincidimos con unos senderistas ingleses. Intercambiamos algunas impresiones con ellos, que si nos dábamos la vuelta porque lo veíamos muy difícil y tal, y el hombre va y me saca un plano con rutas marcadas recomendándome esta o aquella porque para las motos sería más fácil, pásmate.
Reculamos y echando mano de la escasa información de caminos que me ofrecía el mapa cargado en el gps (http://garmin.openstreetmap.nl/) conseguimos recuperar la ruta perdida a través de una maraña de caminillos que se entrecruzaban entre sí.
Volvimos a entrar en España temporalmente, rodando por pistas confortables pero por desgracia para el que iba detrás, muy secas y polvorientas.
En Valencia de Alcántara nos concedimos una pausa para repostar, merendar unos pinchos, y seguir rumbo noreste. La fortuna fue importante a la hora de afrontar la sucesión de fincas y puertas que nos encontramos posteriormente.
En una ocasión nos encontramos al guardián de la finca durmiendo la mona en su coche junto a la puerta de entrada. Salió tambaleándose y con voz aguardentosa nos dijo que le habíamos despertado, pero en vez de mosquearse nos abrió y cerró el mismo la puerta deseándonos buen viaje. Por contra, algo más adelante, una finca vallada llena de ciervos nos bloqueó el camino, y como no eran horas de enfrascarnos en exploraciones, optamos por circular algunas leguas por carretera. Sólo cerca de Alcántara pudimos volver a hacer algún tramo de pista.
La re-entrada a Portugal fue asfáltica, y ya poco o nada de offroad quedaba hasta Idanha, un corto tramo de pistas cerca de Zebreira y poco más. Aún tuvimos ocasión de cruzarnos con un par de zorreznos y de jugar con las motos en alguna subida facilona,
pero podía decirse que aquello estaba ya liquidado.
Una semana y 1200 kilómetros después, volvimos al punto de salida. Yo aún tuve ganas de darme una vuelta de despedida por la crono del hotel, un digno final para aquel entretenido viaje por el Alentejo.
Una semana y 1200 kilómetros después, volvimos al punto de salida. Yo aún tuve ganas de darme una vuelta de despedida por la crono del hotel, un digno final para aquel entretenido viaje por el Alentejo.
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