ALENTEJO TRAIL 2012 DÍA 1. IDANHA NATURA-CASTELO DE VIDE. 130 KMS
La excursión comenzó con la preceptiva paliza de coche desde Tarragona hasta Idanha, a donde llegamos casi de noche tras un día entero de carretera con el remolque y las motos detrás. El punto de inicio y llegada del viaje vino determinado por la demanda hotelera para fechas tan señaladas, y al final optamos por el hotel Idanha Natura, un pedazo de edificio aislado en medio de la campiña alentejana donde recalan más bien pocos viajeros debido a su remoto emplazamiento.
A nosotros nos vino de perlas salir desde aquí, pues además de garantizarnos alojamiento el día de la vuelta (sábado santo) los precios eran razonables, nos guardaban coche y el remolque, y ya el colmo: era un lugar enduro-friendly. En el google earth vi que el establecimiento contaba con un par de circuitillos, y, en efecto, el día de la partida apareció por allí el gerente para decirnos que no dudáramos en dar una vuelta por las cronos, que las habían diseñado los del equipo oficial tal y que venían de vez en cuando los de la marca cual, y que incluso podían usarse sin estar alojados en el hotel. ¿Qué más puedes pedir? Yo no soy mucho de rodar en circuito pero le di un tiento a la crono más cercana antes de salir y lo cierto es que no estuvo mal. Calculo que tendría 1,5 kms de longitud, relativamente limpio de piedras, básicamente llano, aunque para romper la monotonía contaba con un par de subidas y bajadas, además de tener también un pequeño lago en el medio que servía de referencia entre tantas curvas.
Tras el paso por la crono había que partir camino de Castelo de Vide. Esta sería la etapa más corta, sólo 130 kms, básicamente para que Marta no sufriera un colapso tras unos cuantos meses sin tocar moto. Ya vendrían días donde duplicaríamos esa distancia y pondríamos a prueba su aguante. La verdad es que, teniendo en cuenta su falta de experiencia en rutas largas, me dio una lección de resistencia mental y física y soportó sin rechistar este maratón de siete días.
Como se aprecia en la foto, yo cargué con todo el equipaje y ella se encargó de transportar solamente las herramientas. Estrenábamos maletón y yo tenía curiosidad por saber si el suchasis (de DRZ-S) era capaz de aguantar todo el peso que le puse encima. A la postre, subchasis y herrajes aguantaron perfectamente, sin roturas y sin siquiera aflojarse un tornillo, no como otras veces en que tuve que parar a soldar hierros o a apretar tuercas.
La dinámica de este primer día consistió en rodar por pistas fáciles y desoladas del noreste alentejano. Por razones logísticas este sería el recorrido más breve del viaje, sólo 130 kms, así que nos lo tomamos con bastante calma. Los vadeos de ciertos charcos y riachuelos fueron una de las pocas notas destacables. La profundidad desconocida de alguno de los vadeos hacía que te lo pensaras un par de segundos antes de acometerlos, pero en general no pasamos de mojarnos un poco las botas.
La parte menos grata fue la odiosa dinámica de abrir y cerrar las puertas para el ganado. Ya sabes, baja de la moto, abre, pasa las motos, cierra,
súbete a la moto, y hasta la siguiente cancela, uf.
La campiña alentejana, predominantemente llana, es lugar para la ganadería extensiva, y es normal circular siempre rodeado de animales.
La excursión comenzó con la preceptiva paliza de coche desde Tarragona hasta Idanha, a donde llegamos casi de noche tras un día entero de carretera con el remolque y las motos detrás. El punto de inicio y llegada del viaje vino determinado por la demanda hotelera para fechas tan señaladas, y al final optamos por el hotel Idanha Natura, un pedazo de edificio aislado en medio de la campiña alentejana donde recalan más bien pocos viajeros debido a su remoto emplazamiento.
A nosotros nos vino de perlas salir desde aquí, pues además de garantizarnos alojamiento el día de la vuelta (sábado santo) los precios eran razonables, nos guardaban coche y el remolque, y ya el colmo: era un lugar enduro-friendly. En el google earth vi que el establecimiento contaba con un par de circuitillos, y, en efecto, el día de la partida apareció por allí el gerente para decirnos que no dudáramos en dar una vuelta por las cronos, que las habían diseñado los del equipo oficial tal y que venían de vez en cuando los de la marca cual, y que incluso podían usarse sin estar alojados en el hotel. ¿Qué más puedes pedir? Yo no soy mucho de rodar en circuito pero le di un tiento a la crono más cercana antes de salir y lo cierto es que no estuvo mal. Calculo que tendría 1,5 kms de longitud, relativamente limpio de piedras, básicamente llano, aunque para romper la monotonía contaba con un par de subidas y bajadas, además de tener también un pequeño lago en el medio que servía de referencia entre tantas curvas.
Tras el paso por la crono había que partir camino de Castelo de Vide. Esta sería la etapa más corta, sólo 130 kms, básicamente para que Marta no sufriera un colapso tras unos cuantos meses sin tocar moto. Ya vendrían días donde duplicaríamos esa distancia y pondríamos a prueba su aguante. La verdad es que, teniendo en cuenta su falta de experiencia en rutas largas, me dio una lección de resistencia mental y física y soportó sin rechistar este maratón de siete días.
Como se aprecia en la foto, yo cargué con todo el equipaje y ella se encargó de transportar solamente las herramientas. Estrenábamos maletón y yo tenía curiosidad por saber si el suchasis (de DRZ-S) era capaz de aguantar todo el peso que le puse encima. A la postre, subchasis y herrajes aguantaron perfectamente, sin roturas y sin siquiera aflojarse un tornillo, no como otras veces en que tuve que parar a soldar hierros o a apretar tuercas.
La dinámica de este primer día consistió en rodar por pistas fáciles y desoladas del noreste alentejano. Por razones logísticas este sería el recorrido más breve del viaje, sólo 130 kms, así que nos lo tomamos con bastante calma. Los vadeos de ciertos charcos y riachuelos fueron una de las pocas notas destacables. La profundidad desconocida de alguno de los vadeos hacía que te lo pensaras un par de segundos antes de acometerlos, pero en general no pasamos de mojarnos un poco las botas.
La parte menos grata fue la odiosa dinámica de abrir y cerrar las puertas para el ganado. Ya sabes, baja de la moto, abre, pasa las motos, cierra,
súbete a la moto, y hasta la siguiente cancela, uf.
La campiña alentejana, predominantemente llana, es lugar para la ganadería extensiva, y es normal circular siempre rodeado de animales.
En contadas ocasiones ruedas sobre hierba,
lo más normal era la secuencia pista seca + charco o río + puerta, y vuelta a empezar.
Otra nota de color diferente la ponía la pintura azul y amarilla de los pueblos,
si bien al final todos resultaban parecidos: Lentiscais, Perais, Salavessa, Póvoa e Meadas, etc.
Después de Rodao circulamos un buen rato por las riberas del Tajo, pero no hicimos fotos, lástima. De aquella zona, más accidentada, sólo recuerdo algún tramo mínimamente montañoso como este:
El paisaje que nos acompañó los últimos kilómetros antes de llegar a Castelo de Vide ofrecía un aspecto pre-primaveral, con tímidos brotes florales y árboles todavía medio pelados.
La avicultura, como la ganadería, mayoritariamente extensiva, como el caso de estas aves que se empeñaron en hacer unos metros a la carrera abriéndome camino:
Finalmente, al atardecer llegamos a nuestro destino. Tiempo para buscar algún bareto abierto en domingo por la noche para comer algo (a ver quién sabe qué son los "cachorros" que aparecen en la carta)
y tiempo para beber algo también, que nos lo habíamos ganado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario