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miércoles, 1 de agosto de 2012

GEORGIA 2012. DÍA 2- KUTAISI-USHGULI-MESTIA

DÍA 2. KUTAISI-USHGULI-MESTIA. 220 KMS


La segunda jornada debía conducirme hasta el gran Cáucaso. Un desayuno poco apetecible hace presagiar un buen día, eso debí pensar yo a la vista de esta sopa de avena con leche, blurgs. Por contra a la holandesa con la que compartí mantel debieron darle lengua, porque me puso la cabeza como un bombo con su verborrea.




Di un garbeo por la plaza central de Kutaisi




y salí de la ciudad por caminos secundarios y terciarios siguiendo la ribera del Rioni.




Crucé el río a la altura de Zarati y seguí rumbo a Achara y Tsageri, esta vez por "carretera", o mejor dicho, ex-carretera. El asfalto ha desaparecido casi por completo en muchas vías, dejando al descubierto un piso de tierra, polvo, charcos, barro, baches, mesetas, agujeros y pegotes de alquitrán. Es casi peor que ir por una pista forestal, pues el estado del terreno varía permanentemente. Los coches y camiones van muy despacio, en zig zag, esquivando obstáculos.

Yo era el más rápido con diferencia pero adelantar a los escasos vehículos que me encontraba no era fácil, en primer lugar porque bastante trabajo tienen los conductores con ir haciendo slálom permanentemente como para mirar por el retrovisor a ver si viene alguien, segundo porque las nubes de polvo que levantan no te dejan ver, tercero porque no llevo bocina para avisarles de que voy, y finalmente, porque en este país nadie te cede el paso, debe estar considerado un signo de debilidad. En muchos casos incluso me cerraban el paso cuando estaba a punto de pasarles. Primero creía que tal vez era casualidad, pero después de unas cuantas situaciones similares ya vi que la cosa iba en serio, así que cuando se ponían bravos buscaba el momento para adelantar sin compasión,  levantando todo el polvo posible para cegarles un buen rato y quitarles las ganas de picarse conmigo.

Las gasolineras que llevaba introducidas en el gps existieron en su día, las ruinas que encontraba a mi paso así lo testimoniaban. La cosa empezaba a ser preocupante hasta que vislumbré en el fondo del valle la ciudad de Tsageri, donde sin duda encontraría combustible.




Este puertecillo de montaña es la tachuela que sale en el kilómetro 70 del perfil.



En Tsageri di con una gasolinera ruinosa pero no en ruinas.




No parecía estar operativa, pero los paisanos que estaban por allí me convencieron para que esperara unos minutos a que llegara el dueño. Al final apareció el boss y reposté "petrol", en semejantes circunstancias no eliges octanaje, te conformas con que huela a gasolina.




Seguí marcha siempre cuesta arriba por la ex-carretera. El gasoil de los camiones huele tan mal que a veces percibes la peste que sueltan antes que la nube de polvo que levantan. La ruta está llena de riachuelos y fuentes donde parar a refrescarse y descansar un rato,




pero si te detienes demasiado tiempo, los coches que has adelantado vulven a ponerse delante y te toca tragar polvo hasta que los sobrepasas otra vez. O sea, mejor parar poco.




Andaba yo sediento y decidí efectuar una parada técnica en la aldea de Chvelieri. Estaba tomándome una cervezota en la calle principal cuando un cortejo silencioso de mujeres vestidas de negro empezó a descender por una calle transversal justo delante mío. Debía tratarse de un entierro y a mí me pareció de lo más inapropiado estar allí bebiendo contemplando la escena. Luego apareció la comitiva masculina




y pude entablar conversación en inglés con este simpático paisano que había pasado varios años trabajando en Dublín.




Me explicó que el difunto era un pariente suyo y que a continuación iban a celebrar un convite de despedida y que si quería podía agregarme al festín. No era una situación muy jubilosa para plantarme en casa de unos desconocidos y zamparme su comida, pero mi anfitrión insistió y yo, a dieta de barritas energéticas, no supe negarme. Dio instrucciones a otros parroquianos de que me vigilaran la moto y el equipaje y acto seguido me condujo hasta la casa donde iba a comenzar el ágape.







En la mesa de los hombres no faltaba de nada, más viandas no cabían. Comí con moderación, que nadie piense que me aproveché de aquel inesperado banquete. Probé los champiñones, el khachapuri, las ensaladas, patatas, vino, etcétera. Aún me quedaba un buen trecho hasta Mestia, así que pedí información sobre la ruta, agradecí una vez más la invitación, y volví al camino, por segundo día consecutivo, algo colocao a causa del vino georgiano.

Más me habría valido la pena quedarme en el convite funerario, pues unos kilómetros después, cerca de Zhakhunderi, empezó a llover y poco más tarde empezaron a caer rayos y truenos.


El aguacero era fuerte, y una pareja de jubilados que por allí pasaban me sugirieron refugiarme con ellos en el antiguo aserradero.




Allí metí la moto, con mucho cuidado de que las carcomidas tablas del suelo no cedieran y nos fuéramos todos al infierno.







Los rayos cada vez caían más cerca, circunstancia que parecía divertir a los vejetes. Mientras esperábamos a que pasara el chaparrón les convidé a chocolatinas, aunque con los pocos dientes que les quedaban no sé si hice lo correcto. Al final la lluvia cesó y pude continuar el viaje, ahora a través de caminos encharcados y aldeas semidesiertas. Por lo menos aquella tarde no tragaría más polvo,




todo lo contrario, era el turno del barro.




La tarde siguió plomiza y con llovizna a ratos, pero el cielo empezaba a despejarse y las primeras cumbres del gran Cáucaso se mostraron ante mis ojos.




Para celebrarlo, unos peones camineros muy dicharacheros me obsequiaron con unos largos tragos de vino,







que me permitieron mantener la tasa de alcohol en sangre en el nivel habitual de aquellos días por Georgia. Más animado, afronté la subida final hacia el puerto de Zagar a 2700 mts por un camino cada vez más estrecho y embarrado.




La pista era empinada y en ciertos momentos transcurría por dentro de un riachuelo, muy resbaladiza y exigente; seguramente la más bella de todo el recorrido caucásico.










En lo más alto del collado puse la moto a refrescar.




Después sólo quedaba dejarme caer por mejores caminos




hasta Ushguli, famosa por sus torres fortificadas





y por ser la localidad permanentemente habitada más alta de Europa (2100m).

La pista de Ushguli a Mestia tenía un cierto tráfico, es bastante la gente que se acerca a estas dos poblaciones en verano. Aquí reparé por primera vez en los UAZ 460, un todoterreno ruso muy popular por estos lares.




El día no daba para más. Apenas quedaba tiempo para vislumbrar entre las nubes el pico Ushba,




echarle un vistazo al rio Mulkhura




y buscarme una pensión en Mestia,




exactamente en lo más alto del pueblo.




Para llegar a Valodia's homestay había que subir por callejuelas embarradas, aparcar en el corral del vecino, saltar una empalizada, y luego caminar por un prado cuesta arriba un buen rato. Suerte que me ayudaron a transportar el equipaje.

Y con una buena cena y la vista del pico Tetnuldi en el horizonte acabó este segundo día.


2 comentarios:

  1. Nachooo estás loco! Pero nos sirves de inspiración para futuras expediciones. Nos ha sorprendido la amabilidad de la gente de quellos lares. Y nos has dejado con ansia de más.
    Un beso de parte de Ali y Dani.
    Derrapando siempre.

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    Respuestas
    1. La próxima expedición, con un UAZ 460 de esos, para derrapar a cuatro ruedas.

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