Vistas de página en total

martes, 31 de julio de 2012

GEORGIA 2012. DÍA 1. POTI-GOMISMTA-BAKHMARO-KUTAISI. 300 KMS


GEORGIA 2012. DÍA 1. POTI-GOMISMTA-BAKHMARO-KUTAISI. 300 KMS




Tras el día de asueto salí de Poti pertrechado para resistir dos semanas a solas con la moto. El calor del mar Negro me tenía ídem, había que ascender a las cumbres cuanto antes. Camino de Ozurgeti la cosa no mejoraba,




al contrario, la vegetación subtropical me rodeaba,




y más que camino del Cáucaso parecía estar en la jungla de Vietnam.




Aquí salgo yo, por aquel laberinto de caminuchos por donde las campesinas caminaban cargadas como mulas.




Acabé entrando a la ciudad alegremente, por el cementerio.




Y puede decirse que solo salí de las llanuras de Guria cuando franqueé las puertas del recinto de la central hidroeléctrica de Bzhuzhi, donde todavía guardan algún recuerdo de épocas pasadas.




Por fin, terreno montañoso y boscoso.




Y neblinoso. Esta fue la última foto antes de sumergirme en un mar de niebla que duró decenas de kilómetros


.




Estaba completamente empapado cuando las nieblas se despejaron y aparecí en Gomismta,




un poblado de veraneo a 2000 metros de altura donde todas las casas están hechas de madera. Hay cientos de ellas.







En Gomismta coincidí con gente bastante amable que me explicó con precisión la ruta que me esperaba por delante.




Más tarde comprendí que, parcialmente, me describieron la ruta que cubre regularmente el autobús de línea.




Cuando vi el autocar circulando por allí arriba me quedé sorprendido, y cuando más tarde vi la parada de autobús desde donde había partido (a 1000 metros sobre el nivel del mar más abajo) no pude más que admirar el valor y la resistencia de aquellas gentes.

Mi plan obviaba la ruta del autocar, y subía imparable por caminos deshechos, prados y canchales hasta los 2500 metros de altura, donde me encontré con la barrera infranqueable de la nieve.



La foto del satélite coincidía con la realidad. Un nevero inmenso cortaba la ruta.




Tal vez había llegado demasiado pronto y la nieve no se fundía hasta bien entrado el verano. Lanzarse cuesta abajo por el valle no era plausible, las distancias y los desniveles eran muy engañosos, y vislumbraba otros neveros que se interpondrían en mi camino posteriormente. Aún así intenté seguir por la derecha pero fue en vano, la destrucción del camino era tal que suerte tuve de poder darme la vuelta a tiempo y no precipitarme en una de las abundantes grietas.

De vuelta en Gomismta comenté la experiencia con algunos chavales y, efectivamente, me confirmaron que el camino todavía estaba colapsado por la nieve y que no había nada que hacer. Si quería llegar a Bakhmaro, mi objetivo más próximo, tendría que pasar al plan B.







Tomaríamos la ruta del autobús, la que bajaba del kilómetro 100 al 120 del perfil hasta Khabelashvielebi por una pista vertiginosa y deshecha por la erosión. Viajar en ese autocar sí que debía ser una aventura, y no lo que estaba haciendo yo.



Con la DRZ me movía cómodamente montaña arriba y abajo, lástima que la carburación a partir de cierta altura daba problemas, y la moto se ahogaba al abrir gas. Antes de salir para Georgia la había afinado, pero quedó claro desde la primera jornada que aún iba gorda.

Desde cerca de Khabelashvielebi empecé un nuevo ascenso bordeando el macizo que rodea el pico Sakornia.




A la altura de Gorikuli unos jubilados se empeñaron en invitarme a un trago en su choza, pero decliné la invitación. Me costó salir de allí, pues uno de ellos iba tan borracho que apenas podía caminar y tuve problemas para despegarle de la moto, que le servía de apoyo vital.

Acabé en un callejón sin salida en la aldea de Meriakeli, a 2300 metros de altura, donde los más viejos del lugar me convencieron de no seguir por la ruta que tenía prevista. Me redirigieron por otro track que llevaba guardado en el gps y lo cierto es que sus explicaciones coincidían al milímetro con la ruta del gps.

Volví a encontrarme con nieve, pero esta vez, por suerte, no cubría el camino.




Llegar a Bakhmaro me estaba costando más de lo provisto y apenas había comido. La niebla y la nieve me habían retrasado y parecía que nunca iba a poder salir de aquellas montañas. Dudaba de que el camino estuviera limpio más adelante, así que cuando vi a humanos por allí me detuve a preguntar si mi ruta era correcta.




Los paisanos me confirmaron que Bakhmaro lo tenía ya a tiro de piedra, sólo me quedaban unos 15 kms por un altiplano y luego bajar al valle. Insistieron en convidarme a merendar, a lo cual no me pude negar.




Primero bocadillo de atún, luego de pepino. Comí hasta queso, que no me gusta nada. Este gentil hombre era el que repartía las viandas y la mamancia:




De bebida iban bien surtidos. Me dieron chacha (orujo), vino blanco y cerveza.




Querían que me quedara más rato, pero si quería cumplir mi plan, no tenía más remedio que despedirme de aquellos generosos georgianos y seguir ruta, de lo contrario me sorprendería la noche no sabía dónde.




Casi habría sido más prudente quedarme a dormir la siesta en el prado, porque marché del lugar bastante entonado y los caminos no estaban para cometer el menor error. Como quiera que fuese seguí adelante cruzando más aldeas de barracas como Zotikeli




hasta plantarme finalmente en Bakhmaro, la población más famosa de la zona, pero también la más masificada y menos auténtica.






Hasta Bakhmaro llega el asfalto, sólo me quedaba buscar carretera y descender hacia Kutaisi, donde tenía previsto hacer noche. En la bajada, otra vez me vi envuelto por la niebla, esquivando vacas y coches sin luces.




Dejaba atrás las cumbres de Gomismta y Bakhmaro, lugares donde parece lucir siempre el sol, protegidos por una niebla permanente que les aísla del mundo. Será por eso que suben allí a veranear, no hay duda.

A Kutaisi llegué al anochecer, justo a tiempo para encontrar cama en Giorgi's homestay, una de las mejores pensiones donde me alojé en Georgia. Los precios son de risa, igual que los servicios que ofrecen, pero para motoristas sudorosos y polvorientos es más que suficiente.

La ciudad, como las demás, está en proceso de destrucción-reconstrucción, el estado habitual del país,




aunque tratándose de la segunda ciudad del estado, también ofrecía zonas muy cuidadas y con buen ambiente.




Caía la noche y no había tiempo para más. Cenorra, hidratación cervecera y al catre. Para ser el primer día no había estado nada mal.Volver arriba

No hay comentarios:

Publicar un comentario