ATLAS 2015. DÍA 6. CATEDRAL DE ROCA - IMILCHIL - GARGANTAS DEL DADES. 330 kms
Amanecer en la Catedral. Éramos los únicos clientes en el albergue, nadie nos molestó.
Después de que Amarok diera cuenta de toda la nocilla del desayuno
y de que Óscar se atiborarrara de miel y nos escanciara el té,
partimos hacia Tillouguite para cumplir con las inevitables tareas de aprovisionamiento,
o sea, repostar gasolina de garrafón con dañinos aditivos minerales y vegetales que por suerte suelen quedarse en el fondo del depósito.
El siguiente objetivo consistía en recorrer la garganta que forma el Assif Melloul entre la Catedral y Anergui. En la primavera de 2009 no lo conseguimos por ir desbordado el río, pero en 2015 no encontramos ningún impedimento.
La pista estaba en perfecto estado y progresamos rápidamente por el desfiladero.
En mucho peor estado se encontraban los rústicos puentes colgantes que de vez en cuando encontrábamos sobre el río.
Otras pasarelas parecían más sólidas, estas seguro que aguantaban el peso de nuestras motos.
Pasado Anergui perdimos el ritmo y el rumbo.
Dimos tumbos arriba y abajo buscando la ruta deseada pero no hubo manera, estaba bloqueada.
Superado el caos, vimos que no quedaba más salida que retroceder, salir del circo de Anergui
y dirigirnos por el Tizi n'Tibarchit hacia Imilchil,
previa circunvalación del lago Tislit.
Bueno, circunvalación y, por poco, casi inmersión.
Repescada la WR, seguimos por la ribera de este lago
hasta el siguiente, el Isli,
un magnífico escenario para quitarse el polvo de encima, ¿por qué no? Unos limos del Atlas tampoco vendrían mal para la epidermis.
Mientras el bañista disfrutaba de la incursión lacustre, entre bocado y bocado de embutido porcino los demás urdían el plan de la tarde.
Llenamos los tanques en Imilchil y nos encaminamos hacia terrenos mal cartografiados donde perdernos unas cuantas horas.
Inevitablemente, surgieron las dudas y con ellas llegaron las animadas charlas con quienes encontrábamos en el camino.
No estaba nada claro que fuéramos bien dirigidos, pero seguimos adelante.
Del ocre pasamos al verde momentáneamente. Y seguimos avanzando.
Volvimos a preguntar por nuestro derrotero e igualmente la información obtenida fue más bien dudosa.
En esta encrucijada nos aventuramos por un estrecho camino ascendente
que al poco se convirtió en entretenido y rocoso sendero, generalmente a media ladera.
La incursión por senda duró algo más de tres kilómetros, exactamente hasta el punto en que un nuevo informador nos aclaró de una vez por todas que nuestro camino estaba bloqueado más adelante y que no debíamos insistir en seguir por allí.
Total, que se frustró el experimento. Nos volvimos otra vez por la senda y desandamos todo el camino hasta Bou Azmou, donde enlazamos con vías más transitadas. En cualquier caso, las sombras eran cada vez más alargadas y estábamos lejos de cualquier sitio.
Dada la avanzada hora de la tarde y para salvaguardar los plazos del regreso a casa, sólo quedaba tirar millas rápidamente hacia Agoudal.
Desde allí, con el sol dándonos en toda la cara, nos dirigimos hasta el Tizi N'Ouano mientras apurábamos las últimas luces del día. Para cuando llegamos al valle del Dades ya era prácticamente de noche y los últimos kilómetros por oscuras carreteras de tercera, con autos sin luces y obras sin señalización fueron de lo más arriesgado que hicimos en todo el viaje. Menos mal que acabó por imponerse la cordura y, justo a la altura del tramo más escénico de las gargantas, decidimos poner fin a aquella ruleta rusa para motoristas y paramos a pernoctar en un hotel.
Amanecer en la Catedral. Éramos los únicos clientes en el albergue, nadie nos molestó.
Después de que Amarok diera cuenta de toda la nocilla del desayuno
y de que Óscar se atiborarrara de miel y nos escanciara el té,
o sea, repostar gasolina de garrafón con dañinos aditivos minerales y vegetales que por suerte suelen quedarse en el fondo del depósito.
El siguiente objetivo consistía en recorrer la garganta que forma el Assif Melloul entre la Catedral y Anergui. En la primavera de 2009 no lo conseguimos por ir desbordado el río, pero en 2015 no encontramos ningún impedimento.
La pista estaba en perfecto estado y progresamos rápidamente por el desfiladero.
En mucho peor estado se encontraban los rústicos puentes colgantes que de vez en cuando encontrábamos sobre el río.
Otras pasarelas parecían más sólidas, estas seguro que aguantaban el peso de nuestras motos.
Pasado Anergui perdimos el ritmo y el rumbo.
Dimos tumbos arriba y abajo buscando la ruta deseada pero no hubo manera, estaba bloqueada.
Superado el caos, vimos que no quedaba más salida que retroceder, salir del circo de Anergui
y dirigirnos por el Tizi n'Tibarchit hacia Imilchil,
previa circunvalación del lago Tislit.
Bueno, circunvalación y, por poco, casi inmersión.
Repescada la WR, seguimos por la ribera de este lago
hasta el siguiente, el Isli,
un magnífico escenario para quitarse el polvo de encima, ¿por qué no? Unos limos del Atlas tampoco vendrían mal para la epidermis.
Mientras el bañista disfrutaba de la incursión lacustre, entre bocado y bocado de embutido porcino los demás urdían el plan de la tarde.
Llenamos los tanques en Imilchil y nos encaminamos hacia terrenos mal cartografiados donde perdernos unas cuantas horas.
Inevitablemente, surgieron las dudas y con ellas llegaron las animadas charlas con quienes encontrábamos en el camino.
No estaba nada claro que fuéramos bien dirigidos, pero seguimos adelante.
Del ocre pasamos al verde momentáneamente. Y seguimos avanzando.
Volvimos a preguntar por nuestro derrotero e igualmente la información obtenida fue más bien dudosa.
En esta encrucijada nos aventuramos por un estrecho camino ascendente
que al poco se convirtió en entretenido y rocoso sendero, generalmente a media ladera.
La incursión por senda duró algo más de tres kilómetros, exactamente hasta el punto en que un nuevo informador nos aclaró de una vez por todas que nuestro camino estaba bloqueado más adelante y que no debíamos insistir en seguir por allí.
Total, que se frustró el experimento. Nos volvimos otra vez por la senda y desandamos todo el camino hasta Bou Azmou, donde enlazamos con vías más transitadas. En cualquier caso, las sombras eran cada vez más alargadas y estábamos lejos de cualquier sitio.
Dada la avanzada hora de la tarde y para salvaguardar los plazos del regreso a casa, sólo quedaba tirar millas rápidamente hacia Agoudal.
Desde allí, con el sol dándonos en toda la cara, nos dirigimos hasta el Tizi N'Ouano mientras apurábamos las últimas luces del día. Para cuando llegamos al valle del Dades ya era prácticamente de noche y los últimos kilómetros por oscuras carreteras de tercera, con autos sin luces y obras sin señalización fueron de lo más arriesgado que hicimos en todo el viaje. Menos mal que acabó por imponerse la cordura y, justo a la altura del tramo más escénico de las gargantas, decidimos poner fin a aquella ruleta rusa para motoristas y paramos a pernoctar en un hotel.
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