DÍA 2. - UN CERRO CERCA DE ANMITER - TABOURAHTE. 50 kms
La pernocta transcurrió plácidamente, excepto por la visita de un par de vecinos acompañados de su burro en tránsito a sus que haceres habituales, que atravesaron nuestro campamento en plena madrugada. Al alba, el rastro de excrementos frescos de équido nos proporcionaría el rumbo adecuado para descender de nuevo al valle del Ounila.
El amanecer puso punto final al vivac. Recogimos los trastos y reeemprendimos la marcha con inmensa curiosidad por descubrir el camino de bajada que la noche anterior no supimos encontrar.
Enseguida vimos que la senda correcta la habíamos tenido delante de nuestras narices todo el tiempo, pero a causa del desconcierto y las tinieblas, fuimos incapaces de verla.
Honestamente, tampoco habría sido prudente bajar por allí a oscuras con el desgaste que llevábamos; algunas zetas se las traían, el desnivel era notable y además abundaban las grietas traicioneras.
Medianamente descansados y en horario diurno, el recorrido no tuvo mayor misterio. Descenso lento inicialmente, pero a medida que las primeras casas de Anmiter se vieron más próximas, las cosas fluyeron con normalidad.
Cierto caos en las calles de la aldea para hallar el desvío hacia la carretera y ahí acabaron las dificultades.
Regresamos al motel para recuperarnos de los abusos perpetrados. Habíamos dormido mal, urgía hidratarse, la Husky necesitaba una revisión, el recorrido debía modificarse.... todos estos factores confluyeron para que el segundo fuera ineluctablemente el día de descanso.
La pernocta transcurrió plácidamente, excepto por la visita de un par de vecinos acompañados de su burro en tránsito a sus que haceres habituales, que atravesaron nuestro campamento en plena madrugada. Al alba, el rastro de excrementos frescos de équido nos proporcionaría el rumbo adecuado para descender de nuevo al valle del Ounila.
El amanecer puso punto final al vivac. Recogimos los trastos y reeemprendimos la marcha con inmensa curiosidad por descubrir el camino de bajada que la noche anterior no supimos encontrar.
Enseguida vimos que la senda correcta la habíamos tenido delante de nuestras narices todo el tiempo, pero a causa del desconcierto y las tinieblas, fuimos incapaces de verla.
Honestamente, tampoco habría sido prudente bajar por allí a oscuras con el desgaste que llevábamos; algunas zetas se las traían, el desnivel era notable y además abundaban las grietas traicioneras.
Medianamente descansados y en horario diurno, el recorrido no tuvo mayor misterio. Descenso lento inicialmente, pero a medida que las primeras casas de Anmiter se vieron más próximas, las cosas fluyeron con normalidad.
Cierto caos en las calles de la aldea para hallar el desvío hacia la carretera y ahí acabaron las dificultades.
Regresamos al motel para recuperarnos de los abusos perpetrados. Habíamos dormido mal, urgía hidratarse, la Husky necesitaba una revisión, el recorrido debía modificarse.... todos estos factores confluyeron para que el segundo fuera ineluctablemente el día de descanso.
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