DÍA 13. THEODORIANA-IOANINNA. 300 kms
Un poco más tarde vi que esta vez no lo iba a conseguir. Además de que el terreno era cada vez más tipo "Erzberg" la cornisa estaba peligrosamente desplomada en algunos sitios.
Volví a la boca del túnel y esperé a que pasara algún coche en el sentido de mi marcha. Cuestión de mucha paciencia, no menos de diez minutos, ya dije que en esta región apenas hay humanos. En cuanto se presentó mi víctima me enganché cual rémora a su trasera y crucé al otro lado.
¿Cómo es el interior de Epirus?
Montañoso, salvaje, desolado, siempre verde, frío, deshabitado.
Me encantó la región. Camino de Kalambaka el relieve se fue suavizando, pero sólo parcialmente. En Meteora los caprichos de la geología volvían a mostrarse con generosidad.
Si bien los monasterios merecían una visita detenida, el exceso de turistas me desanimó y pronto me vi enfrascado en otros quehaceres lejos de la multitud enloquecida.
A regañadientes y lamentando el trabajo perdido, regresé por donde había bajado buscando asfalto para escapar de allí. Siguieron carreteras desiertas llenas de escombros, alguna pista insulsa, frío y, sin más historias, llegué a Ioaninna. Había comenzado la vuelta a casa y tenía la sensación de que bajaba la motivación y de que ya no volverían las emociones fuertes.
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