Jornada por Macedonia con su cara y su cruz. Iba a decir que amaneció un día espléndido en Ohrid


cuando he recordado que antes de arrancar detecté una fuga de combustible en los macarrones de la gasolina. Fue imprescindible buscar inmediatamente una ferretería, comprar abrazaderas y reparar allí mismo, en la acera.
Dejé el lago Ohrid no sin antes pasar por una peculiar playa


para llegar posteriormente al lago Debar,
donde inicié mi ruta a través de las montañas de Mala Reka,




a veces, en compañía.

Cuando alcancé las orillas del lago Mavrovo

El tiempo estaba de cambio. Busqué un observatorio para otear el horizonte

y confirmar que la tormenta llegaría muy pronto. Momento propicio para comer algo como por ejemplo una muchkalica macedonia en un barucho junto al lago. Fue acabar de comer, recorrer 5 kilómetros escasos, y empezar a diluviar. Suerte tuve de poder refugiarme en una providencial parada de autobús junto a la carretera.
No
podía hacerse más. Pasé bajo el tejadillo aquel la siguiente hora y
media entre goteras y rayos. Al menos tuve compañía: aparecieron por
allí una pareja de senderistas polacos con las ropas tan empapadas que
parecía que fueran vestidos con neoprenos, pobres. Más tarde pasó un
motorista sobre una custom siendo remolcado bajo el diluvio por un
coche. Este por no llevar no llevaba ni casco. En cuanto coronó la
subida el tío se tiró cuesta abajo sin motor. Quiero decir que el que no
se consuela es porque no quiere.Cuando la tormenta se disipó ya había perdido demasiado tiempo para continuar con la excursión de la tarde que acababa en la estación invernal de Popova Sapka. Preferí llegar por carretera a Tetovo y buscar alojamiento para descansar y secarme.
Esta vez me dejaron aparcar la moto junto a la conserjería del hotel, vaya lujo.





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