DÍA 15. KASTORIA-OHRID. 220 kms
En Kastoria se extinguieron los castores hacía muchos años, de ahí el nombre de la ciudad. Me lo contó un peluquero local, que me hizo un corte atroz, por cierto. Hablaba por los codos y creo que se le fue la tijera. Que si el lago se helaba en invierno, que si los nazis cometieron tropelías en la guerra, que si las pieles de visón...
A poco de abandonar Kastoria la carretera fue ganando altura hasta que pronto me vi solo en las montañas
cruzando alguna aldea solitaria y con escasa vida
y de nuevo, inmerso en la profundidad del bosque.
Yo buscaba la aduana de Medžitlija-Níki para entrar en Macedonia, pero las señales me indicaban el camino a un país extinguido,
o de nombre sorprendente: Fyrom.
Qué extraño todo. Salí de la región de Macedonia para entrar en la república de Macedonia. En la aduana, un recordatorio más de que debería arreglar las luces.
Una primera parada en Bitola con el objetivo de integrarme en el país rápidamente. Fracasé. Me dieron cerveza búlgara.
Camino del lago Prespa, en Otesevo, visité el gran hotel Evropa.
Un hotelazo construído en los 90. Podías explorarlo a placer: habitaciones, salones, bolera, restaurante, discoteca, piscina, minigolf, cocina... Tras la guerra este mastodonte quedó varado en la orilla del lago, cada día más destruído y cubierto de vegetación.
En Kastoria se extinguieron los castores hacía muchos años, de ahí el nombre de la ciudad. Me lo contó un peluquero local, que me hizo un corte atroz, por cierto. Hablaba por los codos y creo que se le fue la tijera. Que si el lago se helaba en invierno, que si los nazis cometieron tropelías en la guerra, que si las pieles de visón...
A poco de abandonar Kastoria la carretera fue ganando altura hasta que pronto me vi solo en las montañas
y de nuevo, inmerso en la profundidad del bosque.
Yo buscaba la aduana de Medžitlija-Níki para entrar en Macedonia, pero las señales me indicaban el camino a un país extinguido,
o de nombre sorprendente: Fyrom.
Qué extraño todo. Salí de la región de Macedonia para entrar en la república de Macedonia. En la aduana, un recordatorio más de que debería arreglar las luces.
Una primera parada en Bitola con el objetivo de integrarme en el país rápidamente. Fracasé. Me dieron cerveza búlgara.
Camino del lago Prespa, en Otesevo, visité el gran hotel Evropa.
Un hotelazo construído en los 90. Podías explorarlo a placer: habitaciones, salones, bolera, restaurante, discoteca, piscina, minigolf, cocina... Tras la guerra este mastodonte quedó varado en la orilla del lago, cada día más destruído y cubierto de vegetación.
Un romántico había dejado en
recepción un mensaje para los visitantes apelando a respetar el misterio
del lugar, pero allí no encontré más que rastros de vandalismo y
rapiña.
Seguí ruta hacia las montañas Galicica, donde me encontré esta hornacina a pie de carretera rebosante de dinero.
Como
no había cambiado todavía moneda y nadie podía verme, aproveché para
cambiar euros por dinares, total, al santo le daría lo mismo en el
cielo. Por supuesto es broma, ¡malpensados!
Lo que sí hice fue subirme hasta las cimas más altas de Galicica por caminos poco trotados
siempre con la visión del lago Ohrid a mis espaldas
Y tras extasiarme con el panorama desde la cima, emprendí la larga bajada hacia Ohrid donde tenía pensado hacer noche. En medio de un atasco conocí a Tom, que me buscó una casita en el casco viejo de la ciudad, y así resolví el asunto del alojamiento. Ohrid, por cierto,bastante más marchosa por la noche que Pogradec, justo enfrente, en la otra orilla del lago, allí donde rompí el estátor...
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