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viernes, 8 de junio de 2012

PREPIRINEOMANÍA. JUNIO 2012. DÍA 2


 PREPIRINEOMANÍA. JUNIO 2012. DÍA 2

Durante la noche cayó un buen aguacero. Estaba anunciado que tendríamos un domingo lluvioso, aunque yo confiaba en que no sería para tanto, razón por la cual no incluí el chubasquero en mi equipaje. Amaneció y la borrasca no se había disipado presisamente.




Mis amigos sí que iban bien pertrechados, con chubasqueros de primera; yo debería aguantar el chaparrón con lo puesto. El panorama no era muy alagüeño, tendría que mojarme, por listo.




Yo asumí el liderato hasta Malpaso, donde Moncu tomo el relevo, entonces sí que fuimos rápido. Del tirón llegamos por pistas encharcadas hasta el vadeo del riuet del Port D'Etra, un clásico ya.







A la altura de Bevís, donde nos equivocamos de track la noche anterior, la lluvia cesó. Esta tregua me vino de perlas, porque yo ya andaba arrugado cual garbanzo en remojo.




En la foto de abajo salimos Moncu y yo comentando lo precioso que estaba el paisaje.




Mira qué espectáculo, los riachuelos bajan desbordados por aquella ladera, me decía.

Y Aleix le contestaba: Por mí puede estar lloviendo todo el día, qué chulo está todo.

Mientras, yo les escuchaba, empapado y de mal gas, lamentando la estúpida decisión de venir sin impermeable. Lo bueno fue que ya no llovió más y que a lo largo de la siguiente hora me fui secando. Además, el terreno, embarrado, aguantó en óptimas condiciones para rodar durante toda la jornada.

Hasta cerca de Lapodegur, repetiríamos track, esta vez con más luz, menos calor, y las ideas más claras.

No hubo mayor problema en encontrar la trazada buena a través de los prados,




los caminos,




otros prados,




otros caminos...




La mañana iba pasando mejor de lo esperado. Ya sin lluvia, nos concedimos una pausa, yo para vaciarme las botas de objetos extraños,




y Moncu para echarse un trago en extraña posición. Seguro que también se metió un chute de la gelatina babosa esa para esfuerzos sobrehumanos que llevaban él y Aleix.




Volvimos a pasar por La Cantina,




y aunque un rebaño de reses bien armadas nos bloqueó el camino,




Moncu las puso en fuga con cuatro gritos bien dados.

Con el camino despejado, nos lanzamos en caída libre rumbo a la senda del pont de Satán.




Como siempre, no hay fotos. Valga pues, una somera definición de lo que es una gozada de sendero: rapidito, relativamente tortuoso, algo embarrado, con secciones de hierba y bosque cerrado, siempre hacia abajo, los kilómetros pasan volando. Todo un lujo.


Desde Desperada fuimos ya rutinariamente hasta Cerverpuig y un poco después nos detuvimos a tensar la cadena de la Husa.




Hay que decir que las motos no nos dieron ningún problema durante el viaje, si exceptuamos pequeñas averías con las luces y algunas cafeteras.

Para bajar a Lapobagu evitaríamos "el monstruo", esta vez la gran bajada a la vega del Noguera Pallaresa sería por pistas. Para entonces el tiempo andaba algo revuelto todavía, mirad qué cielo.




Tras la pausa para consultar la ruta en las inmediaciones del Roc de Sant Anteví,



nos fuimos para abajo, mangaos, que para eso iba delante Moncu.




Tras mucho bajar por pistas interminables, el track nos conducía hasta una cantera donde debíamos encontrar una senda desconocida. Estuvimos dando vueltas entre las montañas de materiales allí acumulados pero no dábamos con la entrada, y cuando la encontramos pensamos que ya era tarde y demasiado arriesgada, de modo que marchamos por asfalto a Lapodegu a comer algo. Ya volveremos con más ganas en otra ocasión.

Unos bocatas más tarde ya estábamos rodando dirección al Montsec a través de caminos en perfecto estado tras las lluvias de la noche anterior. Era comodísimo rodar el último, sin tragar polvo y siguiendo las rodadas de mis compañeros, perfectamente visibles en el barro, sin mirar el gps para nada. Si me quedaba atrás no había más que seguir la raya del Dunlop Geomax o del Michelín Enduro Competition, ellas me guiarían hasta el siguiente escollo, por ejemplo, el barranc de Lapau,




donde perdimos el rumbo momentáneamente.




Esta zona cuesta arriba era inédita, circunstancia que nos permitió ver por primera vez la cascada de la izquierda.




Un poco más arriba me quedé atascado en un surco. Imagino que mis amigos, que habían pasado limpiamente, se divirtieron un rato escuchando cómo hacía "la motosierra" sobre el barrillo acristalado que se formó bajo las ruedas de mi DRZ.

Tal como habíamos planeado, para la vuelta bordearíamos por pistas el castillo de Rania, y como nos venía de paso, que nadie piense que fue premeditado, nos detuvimos en aquel bar de carretera tan bien situado.




Veinticuatro horas después, ya estábamos empinando el codo otra vez en el mismo lugar y a la misma hora. Yo creo que el camarero se descojonó de nosotros cuando nos vio entrar y le pedimos los tres tanques.




Con los niveles de alcohol en sangre en un punto óptimo, nos dispusimos a superar el último obstáculo que nos separaba de los coches. Bueno, hubo un penúltimo, con el que no contábamos.




Había ciertas ganas de llegar, pero no a cualquier precio, acabaríamos la excursión dignamente, atacando el Montsec por una senda en subida y desconocida. Casi paralelo a Homes Torts aunque un poco más al oeste, un GR sube recto hacia el Coll d'Aries, faltaba saber si lo hacía de manera humana o infrahumana.

Tras unos inicios algo dubitativos, dimos con la trayectoria correcta entre matorrales y pedruscos.




Entretenido pero exigente, aquello subía sin cesar. Moncu, impetuoso como en él es habitual, marcó el ritmo, hasta que sucedió lo inevitable: el orange express. El receso para enfriar su máquina lo aprovechamos todos para descansar.







Cuando se enfrió la austriaca, continuamos la exploración, siempre con la incertidumbre de no saber si llegáríamos a algún sitio.




Algunos tramos de senda casi habían desaparecido tragados por la vegetación, pero casi siempre acabábamos por encontrar una trayectoria clara.







Aleix, que iba tocado por el golpe del día anterior, justo cuando estábamos dando tumbos por un mar de rocas enormes, dijo que estaba encantado con aquel sendero, así que le tiró con ganas. Está claro, hay muchos tipos de piloto, a unos les gustan grandes y a otros pequeñas (las piedras).


.


Y así, superando tramos de senda que iban cortando la carretera que sube hasta el coll d'Aries, llegamos a la cima del puerto.







La acción offroad terminaba allí. Sólo quedaba bajar por carretera hasta el punto de salida, a donde llegamos tras unos animados y variados 300 kms por campo repartidos en dos días donde tuvimos tiempo de asarnos y mojarnos, perdernos en la noche, hacer equilibrios en los abismos, descender por senderos interminables, rodar por prados y caminos enfangados, acelerar sin límite... en fin, dos días de enduro de lo más variado.

Yo creo que estos de la foto se lo pasaron bien.












 

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