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domingo, 12 de mayo de 2013

500 KMS POR EL PREPIRINEO OCCIDENTAL. ABRIL 2013. DÍA 2

DÍA 2. ZORONZ-ORBAITETA-MUERDE LA REINA. 200 kms

El día 2, domingo, estaba planeado como el día trail. Tenía pensado llegar a la costa vasca siguiendo rutas fáciles nuevas o más difíciles pero conocidas. La jornada anterior había llegado tan lejos como había previsto, hasta Zoronz y el hostal Salazar, con gasolinera 24h justo al otro lado de la carretera. Estratégicamente el lugar es difícilmente mejorable, y los dueños son enduro-friendly, más no se puede pedir.

La mañana, radiante, y a los pocos kilómetros, camino de Chaurrieta, el primer remojón.


En realidad toda la ropa todavía estaba mojada del día anterior, sencillamente volví al estado natural de esta excursión, el remojo permanente. Al principio molesta el chapoteo dentro de las botas, luego, te olvidas.

Kilómetro 10 y la cosa no cambiaba, empeoraba más bien, ahora el camino era un río directamente.


Cómo no, enseguida la primera caída. Por querer evitar un vado profundo con amenaza de arenas movedizas opté por cruzar sobre el cilindro de cemento y a pesar de ir con mucho tiento y asegurando, me la pegué. Tuve trabajo extra para levantar la moto, pues ni yo mismo me aguantaba de pie sobre el cemento o sobre el barro, pero comparado con el vía crucis sufrido justo 24 horas antes, aquello no fue nada.


Buena parte del camino hasta Chaurrieta fue así de húmedo, salvaje y embarrado. Comparado con la provincia de Huesca y Zaragoza ahora el terreno era muy diferente, sobre todo por la exuberancia de la vegetación. Alternas bosques densísimos con praderas y zonas anegadas, todo un desafío cuando no conoces la zona y vas con la moto bien cargada. Toca sufrir peleando con las ramas, los troncos caídos, la leña caída en el suelo, los vadeos casi constantes y los cenagales, pero merece la pena. Es tan distinto a nuestra zona mediterránea...


En Chaurrieta perdí el rumbo. Es el resultado de llevar 20 tracks metidos en el gps que se solapan entre sí. Tomé un atajo para salir del pueblo y fue entonces cuando me encontré con un quadtrero que salía de casa:

Ahí mismo tienes un árbol caído, no sé si podrás pasar.
Voy a intentarlo, si no puedo me doy la vuelta.
Si no pasas tengo el hacha preparada. Subo y lo corto, ¿eh?


Aquí tienen armas en casa y están preparados para usarlas. Lo siento pero soy de ciudad, me choca un poco este estilo de vida tan auténtico en el agro. No hizo falta pedirle ayuda al paisano, pude pasar por abajo y seguir adelante. Abandoné los bosques para internarme en una zona de cómodos prados. Vaya cambio, de no tener apenas luz a vislumbrar un horizonte despejado.


 
Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en Escaro, bonito pueblo, pero algo desviado del track previsto.

 
Creo que la colonia pestilente de las mujeres que iban a misa por aquellos pueblos me intoxicó y confundí los tracks. Comprendí que había perdido un tiempo precioso y que sería imposible llegar a la costa y volver a Zoronz en el mismo día, de modo que pasé al plan B: explorar los tracks más cercanos sin importarme el destino e improvisar después una ruta que me acercara progresivamente hasta el sur. 

Por lo menos llegaría hasta Orbaiteta, desde donde ya conocía rutas hacia el mar de otras incursiones. Si conseguía llegar hasta ese pueblo, completaría un teórico y largo track desde Ayerbe hasta el Cantábrico. Regresé a Chaurrieta y en cuanto pude puse rumbo norte hacia la falda de la sierra de Adobi, donde además de los habituales obstáculos, apareció la nieve.


Lo que de verdad acabó de bloquearme el paso fue el barro en una ridícula rampa. El escenario me sonaba: una vaguada aparentemente inofensiva con un arroyo en su parte más baja y un profundo lecho de barro y hojas secas donde se crea un magma de fabulosas propiedades lubricantes.


En el primer intento llegué relativamente lejos; en el segundo ya había removido el barro de la rampa y el resultado fue mucho peor. Sin ayuda extra no culminaría jamás, y tampoco había roderas de moto que desmostraran que fuera posible subir. 

El recorrido hasta allí me había gustado, y tenía ganas de saber cómo continuaba el camino, así que emprendí un largo rodeo por asfalto hasta Orbaiteta (el punto más septentrional de toda la excursión) y volví por pistas hasta la resbaladiza rampa para hacerla en bajada. Una vez más, el paisaje, excepcional.


Finalmente, llegué a la vaguada, bajé la cuesta y, con resbalón incluído, conseguí cerrar el círculo. A partir de ese instante, rodaría siempre hacia el sureste de vuelta a casa.

Volví a Escaro para reengancharme al track enduro previsto para la parte final del sábado y que no hice por falta de tiempo, pero los árboles derribados durante el invierno detuvieron mi avance. Algunos árboles pude esquivarlos, y unas cuantas ramas podía serrarlas, pero todo un tronco, definitivamente, no.


Otras alternativas las encontré también cegadas, o sencillamente el suelo por donde pasaban se había desplomado. Volví a pasar por Zoronz y me interné por otros bosques espesos, pero con resultados igualmente infructuosos.


Había cargado varios tracks de ese área en previsión de probables dificultades, pero uno tras otro me fueron fallando todos. Acorté por asfalto hasta Divángoz, donde me encontré con árboles todavía más mastodónticos cortando la ruta. Una senda marcada como ruta btt parecía inicialmente practicable, sobre todo después de desbrozarla yo con el serrucho, pero enseguida se puso muy embarrada y cuesta arriba, qué lástima. Con menos barro o con un compañero para ayudarnos habría sido fantástica, pero en solitario tuve que abandonar incluso antes de atascarme. Sabía por el mapa que era larga y cuesta arriba y el fracaso sólo era cuestión de un centenar de metros. Bastante frustrado me dirigí a Gurgui, pensando en no volver por Navarra en unos cuantos meses, al menos hasta que tengan tiempo de limpiar los bosques. 


Al menos, el medio litro de cerveza que me casqué en la taberna de dicha población me proporcionó ánimos renovados para afrontar la que sería posiblemente la sección más satisfactoria de la jornada. Me quedaban por delante 30 kms offroad desconocidos y desolados, desde Gurgui a la N-240, pasando previamente por el pueblo semiabandonado de Borlés (10 habitantes).

Nada más salir de Gurgui la lucha habitual con los árboles caídos. Dada la hora que es, cerca de las 8, pienso en renunciar ante el primer tronco serio, pero saco fuerzas de flaqueza y el serrucho y corto lo justo para pasar. Me sorprende que nadie haya hecho este trabajo antes que yo, ¿es que no pasa nadie por allí o qué? La pista sube mucho, luego se transforma en camino y sube más todavía. Encuentro huellas de una moto de trial (¿esto es buena o mala señal?). La pendiente es cada vez más notable, y justo después de una pequeña barrera de árboles tumbados se empina alarmantemente. Pienso en abandonar, pero entre la maleza distingo que hay una alternativa en zigzag, así que despejo la zona y sigo hacia arriba. El camino acaba por transformarse en sendita que llanea a través del bosque. Aquello no se aclara, ¡empeora! ¿A dónde iremos a parar?


La senda no es muy larga y desemboca en un altiplano donde llaneo por pistas hasta una casucha de donde sale humo por la chimenea. 

Justo al lado, una señal de prohibido el paso a todos los vehículos. No es la primera que encuentro, pero puesto que hay gente allí al lado, decido preguntar. Doy un grito y salen una pareja de ancianos a recibirme.

¿Se puede pasar por esta pista?
Claro, ¿hacia dónde vas?
Voy camino de Borlás.
Borlés. Sí, puedes llegar hasta allí y también hasta Vilarreal del Chacal.
Bueno, yo lo pregunto por la señal. ¿Está prohibido para las motos?
Hombre, hasta ahora no ha habido mayor problema.


Me despido de los abueletes y sigo marcha por pistas arriba y abajo, siempre con la incertidumbre de si el camino estará expedito. Como me dijo el anciano, se podía pasar: aquí han hecho funcionar las motosierras y han serrado unos cuantos troncos caídos. Menos mal, porque atardecía y no me habría hecho ninguna gracia tener que volver a Gurgui por el difícil camino de ida.

Una vez en Borlés "circunvalo" la aldea. Unos paisanos me indican por donde no tengo que ir, y me veo abocado a tirarme colina abajo para seguir el track ideado por mí en casa. Ostras, yo no contaba con tanta pendiente.


La senda que yo había visto en la foto de satélite realmente existe, pero debo ser el primer humano que pasa por allí en varias décadas. Trampeando y sin saber si llegaría a algún sitio, me interno en un barranquillo y consigo salir hasta la siguiente pista.


El verde de Navarra se desvanece y me adentro en las tierras ocres y secas de Huesca. Secas relativamente, me espera a continuación la rambla del Chacal, donde espero que el agua del deshielo me permita circular por su cauce.

El acceso a la rambla era algo dudoso, ya lo sabía, pero llegado el momento de meterme en ella, no tuve claro si dejarme caer por un talud hasta un campo de cultivo semiabandonado. Di un par de vueltas de reconocimiento hasta encontrar una entrada menos complicada en caso de retirada y me lancé al cauce del río.


Relativamente plano y escasamente inundado, el barranco me proporcionó una divertida vía de avance hacia el valle del Gállego durante más de 5 kilómetros. Esta sección totalmente fuera pista fue de lo mejor de todo el viaje y digna de repetición, aunque imagino que no siempre llevará tanta agua como durante esta primavera.


El lecho estaba limpio de zonas pantanosas; las piedras eran planas o angulosas, nunca redondas, y proporcionaban un agarre perfecto; el agua cristalina te dejaba siempre ver el fondo y calcular la profundidad. No di ni un patinazo, y sólo una vez me sumergí más de lo esperado, a pesar de cruzar de orilla a orilla infinidad de veces o de transitar directamente por dentro del río. Una gozada que poco a poco fue cambiando a peor. El cauce se fue estrechando, la vegetación de ribera espesando, y los taludes cada vez eran más altos. Ya con menos luz empecé a preocuparme pues no veía clara la salida. Algunos ramales del río estaban cegados por arbustos, otros profundizaban demasiado. Me vi obligado a alejarme de la rambla y a internarme casi a ciegas entre matorrales, navegando campo a través hacia el único camino que figuraba en el gps. Tras pasar unos minutos algo angustiosos, logré conectar con dicho camino, y ya entre campos verdes, llegué a la nacional justo al anochecer.


La rambla del Chacal en concreto, y en general toda la ruta desde Gurgui, habían sido un gran éxito, con un buen balance de emociones y descubrimientos, así que no quedaba más que abrigarse y dirigirme hasta Muerde la Reina para buscar cobijo. Bueno, antes me detuve en Berdún para celebrar con una cerveza el final feliz de los 200 kms de excursión dominical. Y aún me quedaba otro día por delante.

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