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miércoles, 14 de mayo de 2014

ENTRE EL BONSABRE Y LA BIRAGORZA

No estaba en plena forma física pero las circunstancias me obligaban a tomar rumbo al Pirineo: fin de semana libre al 100%, final de mes, mal tiempo... estaría yo solo en la montaña. Y así fue.

El proyecto inicial era organizarlo en plan etapa maratón de dos días, del valle del Biragorza hasta el del Quinza, con la casa a cuestas, pero a última hora pense que sería más sensato buscar  un hostal justo a mitad de camino, en Agro.

SÁBADO. AGRO-COLLADO YIGUVER-PEÑA PEÑASCOSA-LAPEZUÑA-AGRO. 100 KMS

Viajé el mismo día hasta Agro mientras esperaba que se despejara el tiempo. Estuvo lloviendo hasta la una del mediodía, así que los planes se retrasaron más de la cuenta. Para esta jornada llevaba un track de enduro bajado del wikiloc, bastante actualizado, y que transitaba por una zona ya conocida de cuando hicimos Javi y yo la Transpirenaica, (bueno, un cacho). La ruta incluía novedades, y quería conocerlas.

Para empezar, nuevos caminos hasta el collado Yiguver, un puerto clásico de las transpirenaicas.




Hasta este punto el camino había transcurrido a través de bosques húmedos, caminos ligeramente enfangados y siempre cuesta arriba. Algunas manchas de nieve en los últimos tramos, pero siempre franqueables. No había roderas, así que desde la última nevada, no había pasado nadie por allí. Confiaba en que la otra vertiente, aquella en que el camino se convierte en sendero, estaría más despejada, pero no.



Con nieve hasta la rodilla en algunos sitios, estuve a punto de abandonar en el mismo inicio. Recordaba que la senda era muy plana y facilona, así que, insistí esperando que la cosa mejorara más adelante.


Con las botas bien llenas de nieve, fui abriendo brecha por los neveros. Cuando la senda picaba ligeramente hacia arriba me tocó descabalgar, patear la nieve y perfilar un sendero hasta la siguiente zona despejada, si no, la moto no subía.





 

Cuando acabó el sendero pasamos a la fase de pistas, trufadas con más ventisqueros y algunos árboles caídos. Corté cuatro, así que los próximos que vayan a hacer la transpirenaica que sepan que me deben unas cervezas.


 

En total fueron unos 12 kms de pista con nieve, muy divertidos, sobre todo cuando llegué a zonas más transitadas donde los 4x4 habían dejado unos preciosos surcos helados. Eso sí que fue peligroso.

Finalmente llegué a otro puerto, la collada de Teresa, a los pies de la peña Peñascosa, donde comenzaría otro episodio de la excursión con marcada personalidad.



Desde la collada de Teresa bajan varias sendas hacia el valle, pero ninguna de esas era de mi interés, yo buscaba una que discurre por la falda de la peña, sin grandes desniveles pero con notables precipicios. Llegué hasta el inicio de dicha senda y la vi un poco deshecha, circunstancia que me hizo pensar que era mejor pensar con el estómago lleno. Bajaría a merendar a Lapezuña y luego decidiría. De bajada me topé con un sendero inesperado, que luego, tras merendar, repetiría en ascenso.

Una vez arriba, comenzaba el paseo por las alturas. Unos 4 kms de esto:



Salvo un par de pasos dudosos, todo fue a pedir de boca. Vistas magníficas del valle hacia abajo y de la Peña hacia lo alto, y puntualmente, unas tarteras con una caída lateral de impresión. Tan bonito que no podía durar. En el kilómetro 4,1, y justo tras pasar una cornisa muy estrecha, inmediatamente me encuentro con que el sendero está prácticamente desplomado. Exactamente aquí (foto de archivo, se ve que el punto es conocido entre los ciclistas):



Otro habría pasado, pero yo no. Por suerte disponía de espacio suficiente para dar la vuelta a la moto, pero la moral se me vino abajo. Sólo de pensar en el retorno con el abismo permanente a la izquierda (lo prefiero a la derecha) me puse algo nervioso. Es sorprendente el papel que juega el cerebro en estas ocasiones: un minuto antes iba hipermotivado para enfrentarme a lo desconocido, e inmediatamente después me derrumbo porque tengo que volverme por donde había venido.

Hubo suerte, pasé "a cero" los sitios más feos y por suerte al cabo de un kilómetro escaso encontré una escapatoria que me devolvió a la zona de pistas. Respiré a gusto y me tomé un tiempo muerto para pensar en cómo reconducir la ruta, aunque comprendí enseguida que por la hora sería mejor dejarlo para otra ocasión. Por carreterillas terciarias me encaminé hacia el hostal, previa parada en el ermitorio de la Santafuente para rellenar la cantimplora.


Las sombras cada vez eran más largas, pero poco después de pasar Los Lolinos no perdí ocasión de explorar el barranco de los Mortos, con bonita cascada incluída.



 
DOMINGO. AGRO-MERLÍN-DORA DE IBÁSENA. 75 KMS

Por la noche cayó una helada, pero por suerte sobre las 9 el sol ya estaba derritiendo la escarcha. Las previsiones de bajas temperaturas fueron demasiado alarmistas y enseguida me sobró ropa. Para empezar la mañana, de cabeza al río Rialbo, a refrescarme. Total, las botas todavía estaban húmedas de las inmersiones de la tarde anterior... enseguida me aclimaté a mi estatus anfibio.


La incursión por el Borial fue una apuesta personal. En la foto de satélite el cauce parecía lo bastante amplio y con abundantes zonas secas como para remontarlo hasta enlazar con las pistas que me llevarían después hacia Merlín. Y acerté. Fueron casi 4 kilómetros de chapoteo fácil combinado con secciones de pedruscos y matojos tipo rambla mediterránea donde me sentí a gusto. No había senda definida, así que fui improvisando y a pesar de algún errorcillo, progresé adecuadamente.

Una vez salí del Borial, enlacé una sucesión de caminos con diferentes grados de deterioro; además de embarrados estaban sembrados de piedras, matojos y surcos. Es lo habitual al norte de Oregón, mucha erosión y abandono, y como resultado, caminos en vías de extinción.

A medida que iba ascendiendo fueron apareciendo manchas de nieve, pero no tan abundantes como en el collado Yiguver y pude culminar sin problemas. En la vertiente sur, más soleada, me esperaba una larga senda de 4 kms en bajada, recta y con poca pendiente, pero muy pedregosa. En una de las pocas curvas que encontré pude plantar el trípode y sacar una foto con una buena perspectiva.



La sendita bajaba y bajaba, y con tanta piedra y relajación llegó algún susto, lo previsible. También tuve ocasión de electrocutarme con un pastor eléctrico, siempre me confío con los cables de colores que parecen plástico, no aprendo, y !raka!.


 

Tras cruzar el asfalto el pr seguía inmediatamente, pero una pared imposible me obligó a dar un rodeo, hasta que un lindo riachuelo se cruzó en mi camino y no pude resistir la tentación de descubrir sus encantos salvajes, incluído un bonito agujero donde estuve atascado unos minutos.



El barranco, llamado de Santa Zeus, finalmente tenía conexión con una pista, así que fue una incursión feliz. Luego me metí en otros humedales con perspectivas menos halagüeñas y decidí no proseguir más so pena de hundirme en un oscuro y remoto barrizal.

Llegué al puelecito de Dora de Inábesa y allí me replanteé la ruta. De seguir hacia el este en dirección a Erán concluiría mi proyecto de unir definitivamente mis rutas pre_pirenaicas entre Idaho y Oregón en plan endurero, pero sabía que esos escasos 70 kms me iban a dar mucho trabajo, y que a buen seguro las fuerzas me iban a fallar en el peor momento. Regresaría a Agro chino-chano, ya había acumulado muy buenas experiencias en las últimas horas y no había por qué buscar el límite. Volveré en cuanto se presente la ocasión.

La vuelta me brindó la oportunidad de disfrutar de otro PR inesperado y semiperdido; y el track de retorno por pistas fue bastante fácil y agradable comparado con lo que es habitual en este estado donde el terreno está tan deteriorado, justo lo que busca un piloto cuando va cansado y con ganas de acabar.  Sobre las 3 de la tarde llegaba a Agro, contento de que todo hubiera salido tan bien, con una ración generosa de nieve, abismos, ríos y barrancos. Un finde casi perfecto.

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