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viernes, 16 de mayo de 2014

SECMONT. PRIMAVERA 2014

Este 2014 tocaba celebrar nuestra semana santa de pasión endurera por tierras  del Secmont, concretamente desde Llecers, desde donde organizaríamos diferentes circuitos. Si bien la base quedó más al sur que otras veces y lejos de las nieves, al final fue un acierto no viajar con el petate a cuestas para pernoctar en un lugar distinto al punto de salida. En otras palabras, los abandonos fueron frecuentes y cuando algunos participantes llegaron al límite, pudieron escapar caminito al hotel antes de tiempo. Por otro lado, una de las rutas previstas hubo que cancelarla por la inoportuna caminada de les carenes, circunstancia que tampoco supuso mayor problema, ya que Llecers está justo en el centro de una variada red de rutas y pudimos improvisar un recorrido alternativo.

SÁBADO. SECMONT D'ARIES Y SECMONT DE BÚRIES. 185 KMS.

De salida, 18 kms de enlace dirección norte hasta Perm, con pistas fáciles regadas por el chubasco de la tarde anterior y alguna sendita fácil para ir cogiendo el feeling en el entorno del barranc de Lapau.




Aquí Moncu en una de las escasas fotos que pude hacerle. No sé qué reparaba. ¿Sería víctima de algún acto de sabotaje nocturno? 



En cualquier caso, fue un hecho positivo que se retrasara, porque este hombre es un misil y los del pelotón de cola apenas le vemos, nos conformamos con seguir el surco que deja en la pista, yo estoy por dejar el gps en casa si Moncu participa en una salida. Por donde pasa, se puede plantar patatas.

Una vez en Perm nos fuimos de compras: gasolina y algo de crema para el trasero. Otro día intentaré salir con el vaginesil puesto desde casa, esta vez se me olvidó, ooops.

Nada más salir de la capital del Rallars Sujà nos fuimos directos al barranc de Ciurós. 1,5 kms de barranquillo en su proporción óptima de agua, fango y arbustos + 1,5 kms de sendita no prevista que encontró Moncu y que nos amenizó el recorrido hasta las cercanías de Elores. Previamente Deivid sufrió una casi-caída por pista que salvó in extremis pero que le dejó con el semblante serio durante un tiempo. Además  llevaba un retén roto de la horquilla y le tocó aguantarse con esa avería todo el fin de semana. No empezaba con buen pie, desde luego, pero tendría tiempo de animarse y ponerse a tope.

Una vez en Elores comenzamos la ascensión all coll de Mibet, no sin antes desperdigarnos tontamente en los primeros metros, lo normal, vamos.



Dicha ascensión consta de 3,5 kms, los primeros bastante llanos, una parte media con zetas fáciles sobre terreno boscoso, y un tercio final mayoritariamente sobre tierra y hierbajos.



Bender se lo pasó pipa. Aquí le vemos revolcándose de placer.



Fue en estas circunstancias cuando se fraguó nuestra coalición de trabajo. Puesto que nuestro ritmo era escandalosamente inferior al de nuestros compañeros de cabeza, nos fuimos prestando apoyo moral y físico en nuestra personal excursión por la retaguardia. Así y solo así logramos sobrevivir.

Tras superar el coll de Mibet continuamos hacia el oeste en dirección a Suerte de Dontañana. Tras pasar el pueblecito semiabandonado de Clamarunt Bender manifestó síntomas de desorientación y hubo que volver a buscarlo, y ya de paso le recomendamos saltarse los dos siguientes tramos de sendero, incluyendo el entretenido paso entre estas dos piedrecitas de mechero:





Tras superar el escollo de las piedrecitas, nos llegamos hasta casa Toribio, donde cundió el desconcierto. Moncu se encontró una valla cerrando el camino y el tío es tan racing que antes que desmontar de la moto y comprobar si podía abrirse, se lanzó montaña abajo a buscar una via de escape a media ladera. Fracasamos, claro, y Deivid se fue en busca de otra salida más descabellada todavía en dirección opuesta.



Como os podéis imaginar, tras estas alocadas peregrinaciones, se impuso el sentido común, volvimos hasta la cancela, comprobamos que podía abrirse cómodamente y pasamos sin más historias.  Razz

Enseguida llegamos al siguiente waypoint donde Bender nos estaba esperando ansioso por comenzar el largo sendero que nos conduciría hasta la Noguera Ribagorçana: 5 kms pedregosos, a menudo muy poco marcados donde había que estar atento permanentemente para saber por donde seguía el camino.


Reconozco que el paisaje de la zona no era muy agraciado. El atractivo residía más bien en la longitud del trayecto, la soledad y el esfuerzo por encontrar la senda entre rocas y arbustos en un entorno machacado por la erosión constante.



Los de detrás tuvimos dificultades en superar algún obstáculo puntual, pero nos las apañamos solos. 



Yo los 2 últimos kilómetros los hice en solitario; Bender sacó fuerzas de flaqueza y se me escapó, posiblemente porque intuía la posibilidad cada vez más cercana de cascarse un carajillo-whisky.



Finalmente llegamos a ¡Sort de Dontañana, y allí cada uno a sus labores: Moncu a la entrada del pueblo arreglando la moto, Deivid de expedición alternativa a ver un incendio, y Bender debía estar haciendo turismo por el pueblo. Al final nos reagrupamos todos en la fuente y decidimos que los de las motos austriacas subiríamos al coll d'Aries por senderos y que el de la moto roja lo haría por asfalto.

Pero a Bender, herido en su orgullo, le faltó tiempo para saltarse el guión, salirse del track y complicarse  la vida en un descenso entre terrazas de cultivo hasta Alzamora. Mientras tanto, a 1 kilómetro escaso de distancia, el resto seguimos una ruta paralela por sendero balizado por un psicópata. Moncu creo que impactó con una de las múltiples señales con que estaba adornado el tramo.

Fueron 4 kms de senda hasta San Hervete de la Sarga, donde empezaba otro tramo igual de largo y empinado hasta el mismo coll d'Aries. Yo me salté algún trozo para ir por asfalto y fotografiar a mis compañeros, pero les infravaloré, y fueron más rápidos que yo, así que no hay fotos.

Los 900 metros de desnivel hasta el valle de Agre los cubrimos por pista y también por senda desde Micolor, donde Moncu descubrió un interesante atajo que nos había pasado desapercibido en otras visitas. Yo bajé más lento que un caracol, me estaba costando superar la barrera psicológica del kilómetro 100 que ya estaba próximo.

En el bar de Agre Bender nos contó sus azañas off-track en solitario. El bandido llevaba un equipo de profesional: gps vintage, planos fotocopiados a todo color y rutas estratégicas repasadas con fosforito, reloj con varios cronómetros, barómetro, anemómetro, yo qué sé....



Allí nos sirvieron unos bocadillos que deberían ser prohibidos por la OMS debido a su altísimo contenido en grasas animales. Me considero un tragaldabas, pero en esta ocasión no pude acabarme la hamburguesa de la casa, aunque Moncu se encargó de rematarla. Creo que próximamente rodarán un especial de Crónicas Carnívoras en este local y le invitarán a participar. Por su parte, Deivid continuaba en modo poker-face, no sabemos si pensaba en futuros hachazos en ruta o en el presumible y habitual retorno nocturno de mis excursiones que tan poca gracia le hacen.



Cayeron unas cuantas cervezas. Bender nos obsequió con la ya tradicional exhibición de bebedor experimentado. Ya ni distingue, alterna las sin alcohol con las normales, se lo bebe todo. Y de postre el carajillo de whisky para afinar la conducción. 


La comida quedó situada exactamente en el ecuador del trayecto previsto, aún nos quedaba la tarde.

Para empezar, la vía romana de Agre en ascenso,




y luego un pedregoso camino en proceso de senderización que acababa en unos campos de cultivo donde el propietario se había apropiado literalmente de la pista para aumentar su terreno. El pantano de Balarrasa lo franqueamos vía este aislado puente:



 


Por una empinada senda sobre grandes rocas salimos a la carretera , donde comenzamos el anillo "pequeño" en torno al Secmont de Búries. Tras un enlace asfáltico inevitable para superar el congosto de Derratets, de cabeza al barranc de Bardezana: 3 kms de chapoteo chocolateado donde los rezagados solo tuvimos que seguir el surco que dejaban los primeros.

Moncu se rezagó inicialmente porque otra vez más había parado a apretar algún tornillo, luego nos pasó como una exhalación. Nadie le vio salir del barranco. Mientras él corría a toda leche por pista el resto estábamos todavía surmergidos en fango. Deivid se encontraba agusto como animal anfibio que es y se resistía a marchar. A Bender y a mí nos costó un rato converncerlo de que debía subir al camino y no insistir en seguir remontando, sobre todo porque desde nuestra perspectiva veíamos que le esperaban cataratas y desniveles insuperables.


Se buscó una escapatoria muy empinada y salió del lío, no sin obsequiar antes a Bender con una buena ducha de piedras.


Al rato apareció Moncu, que preocupado por nuestra tardanza, había dado media vuelta para volver a buscarnos. A lo lejos ya se vislumbraban nubes de tormenta, la que nos caería encima en unos minutos.


Una vez reagrupados y bajo un cielo amenazador, reeemprendimos la marcha siempre por pista ascendente hasta el Puig del C___ R ____. El GPS no hacía falta, sólo debíamos seguir el rastro que dejaba Moncu sobre la pista húmeda. Nadie nos molestó en una zona a menudo frecuentada por ciclistas, boletaires y domingueros de todo tipo. Claro, ¿quien iba a salir a la montaña con la tormenta que se preparaba? Cuando las gotas comenzaron a ser persistentes me detuve para hablar con mis compañeros:

-Paro por si alguien quiere enfundarse el chubasquero, esto pinta mal.
-No hombre, no, tira, son sólo cuatro gotas.


Creo que no pasaron ni dos minutos antes de que Bender, que iba liderando nuestro grupo, se detuviera para, esta vez sí, ponernos los impermeables porque empezaba a llover en serio y caían estrepitosamente los primeros truenos. Es la ley de Murphy, ya sabemos cómo funciona.

La kilometrada hasta el Puig transcurrió bajo la lluvia, a veces ligera o imperceptible, otras veces casi torrencial. Sabíamos que era un chubasco tormentoso de esos que tal como vienen se van, pero nos dio de pleno durante un rato. Mi ascenso fue bastante penoso y llegué arriba como un pollo remojao y contento de que la tormenta pasara de largo y se deshiciera a lo lejos.



A Deivid, la criatura del pantano, el agua pareció animarle. Cualquier día le salen branquias, ya te digo.



Por su parte, Bender, el gran tapado de la excursión, lucía un elegante modelito en color amarillo limón. En esta foto parece que se dispusiera a iniciar el vuelo o algo así. 

En cualquier caso, el tío, que salía como caballo perdedor había cobrado fuerzas renovadas con el carajillo de whisky y las incontables cervezas que se tomó en la comida, y el aguacero le había sentado de maravilla también.

Al rato apareció Moncu que venía de darse un garbeo entre la línea de trincheras de la guerra. Nos dijo que le había surgido un asunto urgente y que él por allí no bajaba, que se volvía por pistas. 




Tras este golpe de efecto, las plazas de podio quedaban ya aseguradas para los supervivientes, solo faltaba decidir el orden en el descenso al valle, exactamente 1000 metros de desnivel, buena parte de ellos por sendero.

Calculo que fueron 370 metros de bajada continua por el sendero pegaditos a la pared. El tramo más expuesto era el inicial. Aquí se ve a Bender a lo lejos:

Sorprendentemente apenas se nota el desnivel. La dificultad radica en unas pocas zetas algo molestas. Bender y yo bajamos juntos en el pelotón de cola. El chaparrón me había dejado bajo de moral y le dije que no se alejara mucho, además me ayudó a girar la moto en algún ángulo muy cerrado. Para ralentizar más las cosas, él bajaba en punto muerto para economizar combustible, y cuando llegaba el momento de arrancar en algún repecho, su CrasCras se resistía a ponerse en marcha. 


Así las cosas, cuando llegamos abajo, Deivid nos había sacado más de 10 minutos. Gracias por tu paciencia.

A continuación, tras un brevísimo respiro por pista, nos esperaba el segundo tramo de bajada, esta vez por la senda de la guineu, otros 300 metros de desnivel que yo recordaba muy machacones. No me hacía gracia bajar por allí con el cansancio que llevaba a cuestas y sobre tereno mojado, y por tanto sugerí buscar una alternativa por pista que a la postre no tenía salida. Fue una mala decisión, y además Bender consumió inútilmente parte de sus escasas reservas de gasolina.

Son jugarretas que te juega la mente cuando vas muy cansado; no piensas bien, la percepción de la realidad se distorsiona y fallan los cálculos. Al final nos tocó recular y bajar por la senda de la guineu, que no fue para tanto. Además, el plan era hacer enduro, ¿no? Pues a resistir.

Finalmente la bajada terminó, y nos reagrupamos para descansar y beber algo en una zona de picnic cercana a Santa Maria de Llemià. La tormenta nos había enfriado un poco los ánimos y el prolongado descenso, con el cansancio acumulado y el terreno húmedo tampoco había facilitado las cosas. Creo que vernos allí abajo con las cimas del Secmont a lo lejos después de la acumulación de experiencias vividas nos reconfortó a todos. Era tarde ya y difícilmente cumpliríamos con todo el plan proyectado, pero, ¡jolines, menuda vuelta llevábamos acumulada!




Tras la sesión fotográfica, otro golpe de teatro: Bender nos informa de que ha llegado a su límite y que no se ve con ánimos para meterse en fregados exigentes. Nos había estado engañando todo el tiempo, parecía que estaba aguantando bien el tute pero era sólamente una estrategia para comernos la moral. Anda que no ha jugado partidas de póker este pájaro.

Aquello se estaba convirtiendo en una especie de enduro survival challenge y sólo el más fuerte mental y físicamente sobreviviría. Mientras Bender marchaba al hotel por pistas Deivid y yo nos internaríamos mano a mano en el bosc de les Aigüetes y visto lo visto solo uno saldría victorioso.

Nos aguardaba un sendero húmedo y resbaladizo en un bosquecillo umbrío donde pronto se puso de manifiesto, por si no estaba bastante claro ya, quien iba a ser la víctima. No llevábamos ni 100 metros de senda y yo ya me había atascado en un par de obstáculos inofensivos mientras Deivid los bordeaba mostrando gran habilidad para saber dónde patinaba más.

Pero el tercer obstáculo casi le deja fuera de la lucha: un peculiar giro en L sobre una estrecha cornisa. No tuvo claro si girar o seguir recto, dudó, reculó y cayó sobre su lado izquierdo, con tan mala fortuna que dobló la palanca de cambios. No quedó inutilizada del todo, pero el roce amenazaba con erosionar peligrosamente el cárter.

Aplicando técnicas propias de los nehandertales u otros antecesores prehistóricos logró enderezarla mínimamente para salir del paso.




 Aquí una foto triunfante del fino artesano:


Este contratiempo condicionaría desgraciadamente el resto de la excursión. Habíamos perdido demasiado tiempo reparando y la poca luz que quedaba no era suficiente para afrontar el último tramo de senderos. Hubo que resignarse y volver a nuestra base por carreteras de tierra (con sus quitamiedos y señales) y el inevitable asfalto ya de noche (una pena, Deivid, yo creía que esta vez acabaríamos con luz solar).

Total, 185 kms de buen enduro, al menos mientras hubo luz. Siento no haber hecho más fotos, pero es que el ritmo de los de delante no me lo permitió.

DOMINGO. LLECERS-LA POBLA...... 75 kms o más

A la mañana siguiente el personal estaba menos animado que 24 horas antes. El cansancio acumulado, el remojón a causa de la tormenta, los cubatas de la noche, las decepciones futbolísticas, las molestas averías, la sempiterna niebla matinal del pantano y el inminente final de la salida se aunaban para enfriarnos el espíritu.


Para poder abandonar a media mañana Bender declaró que estaba saturado y yo aduje molestias lumbares. Por lo menos subiríamos la senda de Santa Engracia y probaríamos la ruta hasta Ribert. Con sufrimiento, eso estaba dentro de nuestro alcance. En el lado positivo, Moncu y Deivid por fin podrían volar solos sin el lastre del Paquetes-Team.

Los 5 kms de Santa Engracia son suaves inicialmente. El camino después empeora y se vuleve más pedregoso y retorcido. Digamos que es una senda souflé, va creciendo e inflándose a medida que pasa el tiempo y sube la temperatura del cuerpo y los motores.



La guinda la pone el tramo final: una rampa entre rocas de mediano calibre donde cada uno busca su línea ideal mientras controlas que el embrague no desfallezca y rezas para el refrigerante no llegue a temperatura de cafetera.





Una vez superado este escollo, continuamos hacia el norte por ruta inédita, buscando la senda que cruza el barranc dels Escaxuirros.

Fueron sólo un par de kms por el bosque que nos condujeron hasta el manantial que nace en una cueva en el pueblito de Ribert, todo un descubrimiento, donde nos refrescamos


y donde Deivid se tomó su tiempo para reflexionar mientras veía pasar su vida por la corriente.


A la salida del pueblo, mientras nos reagrupábamos, tuvimos contacto con un vecino.

Que aneu per aquest camí? Són tot finques particulars. Si passeu, denúncia!

Como en cualquier obra de ficción tenemos al listo, la guapa, el rico, el gracioso u otros; en este caso nos encontramos con otro personaje estereotipado: el amargado. No era cuestión de entrar en conflicto con un perturbado así, por lo que nos tocó desviarnos un poco de la ruta hasta volver a enlazar con nuestro track. Menos mal que somos gente educada.

Llegados a Tollara, nos dividimos. Los rápidos seguirían avanzando por su cuenta, mientras que bender y un servidor, con dolor en el corazón por no poder acompañarles y dejarles solos, pero con igual o mayor dolor en nuestros magullados cuerpos, nos volveríamos a Llecers por carretera. Fin.

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