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jueves, 27 de noviembre de 2014

25 DÍAS EN LOS BALCANES. DÍA 9. POGRADEC-PERMET. 220 kms.

DÍA 9. POGRADEC-PERMET. 220 kms.

Para variar, durante la noche diluvió, y otra vez me tocó saltar de la cama para poner a cubierto la ropa extendida en el balcón. Vaya veranito.

La mañana apareció con brumas sobre el lago Ohrid, pero daba la impresión de que ya no habría más chubascos.La mañana apareció con brumas sobre el lago Ohrid, pero daba la impresión de que ya no habría más chubascos.


Lo primero que hice fue ir a desayunar al burguer de Beni. Le conocí la noche anterior e insistió en que pasar a saludarle antes de irme de Pogradec. Su historia era la de un emprendedor sin fortuna.


¿Ves toda esa gente que pasea junto al lago? Pues solo hacen eso, pasear, no gastan su dinero, nadie consume en los bares. Cogí el traspaso de este burguer con mucha ilusión pero ahora veo que se ha convertido en una trampa ruinosa. Me la jugué y aposté buena parte de mis ahorros a favor de la selección de tu país en el partido España-Chile del mundial y ya sabes cómo acabó. Si conoces algún lugar para trabajar en tu país avísame, y si no, volveré a Grecia a buscarme la vida. En cualquier caso, aquí tienes mi teléfono; si tienes alguna avería con la moto o te metes en algún lío en Albania, no dudes en llamarme, veremos qué se puede hacer.

Más tarde vi en su facebook que había trabajado en la mafia albanesa, este Beni era un cachondo.

Llegó el momento de marchar de la ciudad abriéndome paso entre callejas buscando las alturas.




No habría recorrido ni unos 5 kilómetros cuando paré a echar una última foto de la ciudad


y a inspeccionar la tapa del motor de arranque que desmontamos la tarde anterior. En efecto, la fuga que había detectado antes de salir del hotel era de aceite, no agua de los charcos o la lluvia. Regresé a Pogradec al taller de Endri para solucionar el asunto. Una vez más su madre se encargó de localizarle y una vez más iniciamos las operaciones en la calle junto a la alcantarilla. Todavía no sé cómo no perdimos unas cuentas arandelas por el sumidero.


Al final resultó ser una tórica que estaba pellizcada. Endri buscó una junta parecida en la tienda de recambios de coche contigua a su taller y encontró una un pelín más gruesa, que con mucha paciencia consiguió encajar exitosamente. A día de hoy, no pierde ni gota. Una vez efectuada la reparación volví a salir de Pogradec por las mismas callejuelas dirección a las montañas


donde volví a coincidir con los habituales compañeros de ruta. Esta gente sí que tiene mérito.


No era consciente de lo que había llovido por la noche. El terreno que me encontré estaba muy blando y resbaladizo, con charcos larguísimos, surcos bien profundos, y en general un barro de sorprendentes propiedades deslizantes. Era casi imposible avanzar en línea recta sin encontrarte al borde del patinazo casi permanentemente.


Aún así avancé unos 12 kilómetros en esas circunstancias con la esperanza de que el asunto mejorase, pero fue al revés. El track cada vez subía más y los resbalones se hicieron más y más frecuentes. El desgaste físico estaba siendo considerable y visto que las condiciones no mejoraban, tuve que tomar la decisión de volverme otra vez a Pogradec. Qué rabia, todo el esfuerzo había sido en balde.

Volví a la ciudad fundido, cubierto de barro y habiendo perdido un tiempo precioso. Era imprescindible visitar un "lavazh", o sea, uno de los innumerables lavaderos de coches que cualquier vecino se ha montado en el patio de su casa con ayuda de una karcher.


Cerveza de medio litro + lavado (y todos sabemos lo laborioso que es lavar bien una moto embarrada hasta las trancas) = 1 euro.

Encima te dan información geográfica detallada:

-¿Por esta carretera llegaré a Tepelene? ¿Es así de buena todo el tiempo?
-¿A esto le llamas una buena carretera?
-Si supieras dónde he pasado toda la mañana...
-Hombre, puedes llegar, pero se te hará de noche.


Mi intención era bordear por asfalto la cordillera que se interponía entre Pogradec y Tepelene, no había más opción con las pistas encharcadas. Tenía unas pocas horas de sol todavía y podía tirar fuerte por carretera (unos 130 kms) para reanudar el track programado al día siguiente.


En efecto, la carretera se volvió cada vez más tortuosa y descarnada y para colmo descubrí que tenía fundida la luz delantera. Suerte que en medio de la nada encuentras gente amiga y recuperas la moral.


Como me auguraron no llegué a Tepelene. Por suerte encontré un hotelito en Permet cuando ya era prácticamente de noche y no veía ni jota. No habría podido seguir más allá. Vaya día más raro.

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