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lunes, 12 de junio de 2017

PIRENAICA JUNIO 2017. SÁBADO. LA IDA.

Durante la noche cayó un chubasco y se oyó tronar a lo lejos. Tal como anunciaban todos los pronósticos, el fin de semana estaría marcado por la alternancia de claros, nubes y lluvias en la cordillera. Con el amanecer pareció que se despejaba el cielo, así que se anunciaba una mañana con terreno en óptimas condiciones.

En el desayuno Deivid ya se puso en plan amenazante con su camiseta de befurious, mientras otros dejaban al restaurante sin existencias de plátanos y hacían acopio de agua Montepinos para sus camelbags.


Posteriormente, en la calle adyacente al hotel, se montaba el tradicional pasacalle de motos, remolques y nuevos modelitos de la moda offroad. Algunos nos modernizamos, otros acabarán en el museo etnográfico junto a sus monturas, pues siempre les hemos visto usar la misma moto a lo largo de casi un decenio.

 
Precalentamiento rapidito por carretera hasta el puente de La Reula, 


y del tirón hasta cerca de Vones de Serge donde recibimos el clásico bautismo pirenaico en las aguas del río de la Wàrdia, menos caudaloso que de costumbre.

Carlos entró en el agua con su 690 cual elefante en cacharrería,

mientras que Bender provocaba su habitual oleaje de agua y lodo marca de la casa.

Pronto el camino se estrechó y se puso cuesta arriba, es lo que tiene pasar de un valle pirenaico a otro valle pirenaico.
El suelo estaba recien regado y los pilotos contrarios al polvo y la sequedad se hallaron en terreno muy favorable.

La subida duró menos de lo deseable, como suele pasar, pero fue un buen aperitivo para soltar nervios y sudar un poco.

Cerca de Wils hicimos una pausa técnica para atar equipajes, enviar mensajes, consultar la telemetría, ajustar settings y demás. Yo, como siempre voy con la curva de potencia en modo "D" ( de dinosaurio), no toqué nada.

Buen tiempo y buenas pistas camino del coll del Tancó; qué raro que nos saliera todo bien.

En el puerto se montó un desfile de motos cuando coincidimos con una excursión organizada, vaya jaleo. Por fortuna acabamos separándonos y cada uno se fue por su lado. En la foto, la armada KTM:


Tocaba roderar la Roteta de l'Orri. Es triste pasar por las pistas de esquí sin nieve este año, señal inequívoca de que nos espera un verano con pocas reservas en los embalses.


El descenso a Tors, larguísimo, unos 700 metros de desnivel por sendas,



solo interrumpido por "el tronco".


Hubo que pasar las motos a pulso, pero en lo sucesivo ya no hará falta, puesto que Deivid sacó el serrucho y generosamente hizo un boquete para que en a partir de ahora pase la gente sin siquiera agacharse.



Después vino "el arroyo",


donde más que mojarse


hizo falta esforzarse.


Tras mucho bajar, divisamos Tors a nuestros pies. Para entonces el cielo ya se estaba encapotando...

  Tuvimos el tiempo justo para repostar y revisar los settings,


e inmediatamente refugiarnos en nuestra habitual base de medidodía en aquel pueblo.



El radar de lluvia nos anticipó con precisión la borrasca y pudimos planificar razonablemente la ruta vespertina aprovechando la bonanza que sucedería al aguacero.


Cuando salimos del bar apenas lloviznaba; nuestra estrategia estaba funcionando.

Lo que no funcionó igual de bien fue el recorrido improvisado para la tarde,



y pronto surgieron las primeras dudas.


Lo que pensábamos iba a ser un bucólico paseo por un sendero de ribera se fue conviertiendo poco a poco en un exigente y resbaladizo recorrido del que no sabíamos cómo saldríamos. Aquí sale Deivid con mi moto, yo la presto sin problema.


El jueguecito se fue complicando con una sección de palos enjabonados, bueno, mejor dicho, embarrados.


Subiendo las motos una a una nos retrasamos más de lo deseable, es lo que tiene la aventura, no suele salir bien.


El peso extra de la 690 se notó en aquel firme deslizante y hubo que prestarle asistencia extra. 


DNT, que es medio rumano, se lo pasó bien, y bajó a echarnos una mano providencial al grupo trasero. También se llevó un serio calambrazo retirando un cable, es lo que tiene tomarse la molestia de abrir camino para que pasen los demás cómodamente.




Con paciencia acabamos saliendo de aquella trampa y muy pronto nos vimos rodando por terreno conocido.



De todos modos, el sendero enjabonado, también conocido como "de los dinosaurios", hizo mella en algunos, que se saltaron el sendero aéreo y fluvial hasta Sherry, una gozada, por cierto.


Una vez reagrupados, reanudamos la ruta rumbo oeste, pero antes hubo que esperar a Bender unos minutos, que se había ido a explorar por su cuenta el valle del riu d'Ancs. De todas maneras, volvimos a separarnos y reagruparnos más veces hasta que la tormenta que se nos venía encima terminó por estallar más allá de Senterada. Algunos acabamos refugiándonos en un túnel, otros en una parada de autobús. Vaya desbandada.



No quedó más remedio que enfundarnos los impermeables, tomar la nacional y, así, esquivando charcos y rayos, llegamos a la fonda de Wilayer.


Aún tuvimos tiempo de ver algunos minutos de la final de la Champions antes de cenar, y posteriormente, darle una ojeada a la (pesimista) previsión del tiempo para el día siguiente. Pero a mal tiempo, ya se sabe, buena cara.



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