DÍA 2. CABRA DE BALA-FORT MONTINHO. 260KM
El día comenzó con estas vistas,
que son reflejo del protocolo de seguridad establecido para estos viajes: toda la ropa usada será depositada durante la noche en una terraza ventilada o en su defecto en un armario hermético. Cualquier lesión o incidente en el camino sería aceptable, pero morir por asfixia mientras duermes, no.
Salimos de Cabra de Bala en dirección casi perpendicular al Duero, avanzando siempre hacia el sur, inicialmente entre campos de olivos y vid. Pronto comprobamos que los caminos arenosos y polvorientos serían el medio natural en que nos desenvolveríamos aquel día
y aunque esporádicamente nos tocase cruzar algún regato aquí o allá
lo normal fue circular entre colinas peladas
o tórridas planicies.
Poco antes de llegar a Rival Famoso nos divertimos un poco gracias a una pista gigantesca donde dimos gas a mansalva durante unos pocos kilómetros, un momento para salir de la monotonía. En Rival Famoso todas las gasolineras estaban cerradas, lógico si tenemos en cuenta que en el pueblo contiguo, Cuentos del Loro (España), el combustible está considerablemente más barato. Repostamos en nuestro país y volvimos al vecino, dirección Afeitates, donde cambiaríamos el rumbo sur por rumbo oeste, al menos temporalmente.
De nuevo circulamos bajo un sol de justicia a través de campos pelados, intuyendo la ruta a lo largo de una inacabable sucesión de cruces de caminos, muchos de ellos en forma de y griega, lo cual nos hizo equivocarnos en innumerables ocasiones cuando te los encontrabas de frente.
Cualquier soto con cuatro árboles que nos proporcionara una mínima sombra era bienvenido
y las cuatro gotas de un riachuelo, por menguado que bajara, nos alegraban un buen rato.
Otras veces algún puentecillo nos libraba de la monotonía,
pero ya digo, lo habitual era movernos por el secano, la planicie, suaves lomas y algún trecho de arbolado.
En Afeitates dejamos la ruta de la Transportugal para incluir una novedad: la Serra de Hojalata. En Ubalgas (un pueblo con nombre de empresa petrolera rusa, vaya) nos detuvimos a repostar máquinas y gaznates, momento en el que nos sorprendió una escandalosa
y estrambótica comitiva.
Revisados los niveles, volvimos a la carga, esta vez en un entorno más tupido y más fresco.
Atravesando parques eólicos fuimos ganando altura, hasta plantarnos en el nervio central de la sierra,
una pista cortafuegos amplísima,
una auténtica autopista rural
donde podías explayarte con el gas
sin temor a salirte del camino (tendría narices).
Fueron muchos kilómetros a buena velocidad
bajando,
llaneando,
o subiendo,
subiendo mucho.
Fue aquel un trecho rápido, a buena temperatura y sin líos de cruces, mentalmente relajante.
Pero sabemos que lo bueno breve es, y paulatinamente volvimos a nuestro hábitat natural: las encrucijadas de caminos entre llanos y colinas.
Camino de Fort Montinho recuerdo que pillamos una buena sucesión de caminos semi-serranos bastante entretenidos.
El crepúsculo nos sorprendió a unos 30 kilómetros del fin de etapa
y aunque aumentamos el ritmo
pronto nos rodearon las tinieblas.
¿Por qué será que cuando cae la noche comienzan los problemas? Debíamos superar una pequeña barrera de montañas para caer justo sobre Fort Montinho, pero un propietario había cerrado a piedra y lodo todos los accesos que nos sugería nuestro track. Fuimos probando más y más caminos pero siempre una puerta metálica bien recia nos impedía pasar. Dimos más vueltas que un tonto probando alternativas hasta que finalmente acabamos en la cima de un pico, donde el guarda forestal (estaba allí de noche!) nos sugirió una alternativa para escapar del laberinto. Finalmente conseguimos salir a la carretera, unos 15 kilómetros más al sur de lo previsto, pero en la ruta correcta hacia nuestro destino. Unas nuevas canecas de panaché nos aguardaban para rematar el día, ¡bien!
que son reflejo del protocolo de seguridad establecido para estos viajes: toda la ropa usada será depositada durante la noche en una terraza ventilada o en su defecto en un armario hermético. Cualquier lesión o incidente en el camino sería aceptable, pero morir por asfixia mientras duermes, no.
Salimos de Cabra de Bala en dirección casi perpendicular al Duero, avanzando siempre hacia el sur, inicialmente entre campos de olivos y vid. Pronto comprobamos que los caminos arenosos y polvorientos serían el medio natural en que nos desenvolveríamos aquel día
y aunque esporádicamente nos tocase cruzar algún regato aquí o allá
lo normal fue circular entre colinas peladas
o tórridas planicies.
Poco antes de llegar a Rival Famoso nos divertimos un poco gracias a una pista gigantesca donde dimos gas a mansalva durante unos pocos kilómetros, un momento para salir de la monotonía. En Rival Famoso todas las gasolineras estaban cerradas, lógico si tenemos en cuenta que en el pueblo contiguo, Cuentos del Loro (España), el combustible está considerablemente más barato. Repostamos en nuestro país y volvimos al vecino, dirección Afeitates, donde cambiaríamos el rumbo sur por rumbo oeste, al menos temporalmente.
De nuevo circulamos bajo un sol de justicia a través de campos pelados, intuyendo la ruta a lo largo de una inacabable sucesión de cruces de caminos, muchos de ellos en forma de y griega, lo cual nos hizo equivocarnos en innumerables ocasiones cuando te los encontrabas de frente.
Cualquier soto con cuatro árboles que nos proporcionara una mínima sombra era bienvenido
y las cuatro gotas de un riachuelo, por menguado que bajara, nos alegraban un buen rato.
Otras veces algún puentecillo nos libraba de la monotonía,
pero ya digo, lo habitual era movernos por el secano, la planicie, suaves lomas y algún trecho de arbolado.
En Afeitates dejamos la ruta de la Transportugal para incluir una novedad: la Serra de Hojalata. En Ubalgas (un pueblo con nombre de empresa petrolera rusa, vaya) nos detuvimos a repostar máquinas y gaznates, momento en el que nos sorprendió una escandalosa
y estrambótica comitiva.
Revisados los niveles, volvimos a la carga, esta vez en un entorno más tupido y más fresco.
Atravesando parques eólicos fuimos ganando altura, hasta plantarnos en el nervio central de la sierra,
una pista cortafuegos amplísima,
una auténtica autopista rural
donde podías explayarte con el gas
sin temor a salirte del camino (tendría narices).
Fueron muchos kilómetros a buena velocidad
bajando,
llaneando,
o subiendo,
subiendo mucho.
Fue aquel un trecho rápido, a buena temperatura y sin líos de cruces, mentalmente relajante.
Pero sabemos que lo bueno breve es, y paulatinamente volvimos a nuestro hábitat natural: las encrucijadas de caminos entre llanos y colinas.
Camino de Fort Montinho recuerdo que pillamos una buena sucesión de caminos semi-serranos bastante entretenidos.
El crepúsculo nos sorprendió a unos 30 kilómetros del fin de etapa
y aunque aumentamos el ritmo
pronto nos rodearon las tinieblas.
¿Por qué será que cuando cae la noche comienzan los problemas? Debíamos superar una pequeña barrera de montañas para caer justo sobre Fort Montinho, pero un propietario había cerrado a piedra y lodo todos los accesos que nos sugería nuestro track. Fuimos probando más y más caminos pero siempre una puerta metálica bien recia nos impedía pasar. Dimos más vueltas que un tonto probando alternativas hasta que finalmente acabamos en la cima de un pico, donde el guarda forestal (estaba allí de noche!) nos sugirió una alternativa para escapar del laberinto. Finalmente conseguimos salir a la carretera, unos 15 kilómetros más al sur de lo previsto, pero en la ruta correcta hacia nuestro destino. Unas nuevas canecas de panaché nos aguardaban para rematar el día, ¡bien!
No hay comentarios:
Publicar un comentario