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domingo, 7 de octubre de 2012

PIRINEOS SEPTIEMBRE 2012. ¿EXCURSIÓN O INVASIÓN? DÍA 2

DÍA 2. EL PEDEESE-PIANOLÀ. 165 KMS

Con la cenorra que nos pegamos la noche anterior recuperamos buena parte de las fuerzas perdidas por el camino. Alguno iba tan sobrado que incluso salió de marcha hasta las tantas, dato que sugiere que la dureza de la primera etapa fue escasa y que para la próxima salida habrá que subir el listón y complicar el recorrido.

Algo más tarde de las nueve nos fuimos reuniendo en la gasolinera. Día soleado y ni rastro de la borrasca del día anterior.




El riuet del Port d'Erta lo encontramos con menos caudal que nunca, aunque el lecho del río curiosamente estaba erosionado como si acabara de pasar una riada. Algo debió pasar allá abajo, porque la gente fue saliendo del riachuelo con cuentagotas.










Suerte que pasamos de vez en cuando por allí, porque el camino en su parte inferior está deshecho, abarrancado y comido por las plantas, y en algunos tramos solo queda utilizable un estrecho carril. Aunque más triste es la sequía general de este 2012: manantiales secos, ríos escuálidos y prados amarillentos.

El siguiente tramo nos conduciría hasta las inmediaciones de La Basdita,




donde comenzaba la rápida senda de descenso hacia Enterrada.




Bender y algunos más la habían hecho la tarde anterior en sentido inverso, se la debían conocer al dedillo.




A continuación, enlace hasta Cerverpuig, cuya vía de acceso es algo empinada y rupestre, por cierto. En el círculo, allá abajo, se distinguen un par de motos.




Dani subió fuerte,




pero tuvo que retroceder para darle un empujoncito a Pere, que se quedó sin inercia en el último metro.




Siguieron más pistas de todo tipo, generalmente interrumpidas por los alambres para el ganado,




hasta la fuente junto al estany de Cortesmont,




donde Johann, subió a lo más alto del podio,




y donde también nos hicimos unas fotos de grupo,




en dos tandas, por cierto.



En el lago se pergeñó la segunda escisión: continuaríamos juntos hasta Labestuí, y una vez en la carretera, los menos motivados podrían seguir por asfalto hasta Tors, y los que mejor andaran de ánimos podrían probar "la senda abismal".

Inicialmente debíamos cubrir unos 3 kilómetros por sendas fáciles en el entorno de Castellcorts,




siguiendo un itinerario inédito.




Casi todos los tramos fueron cuesta abajo.




Menuda cabalgata.




Y menuda vegetación.




El siguiente tramo, cerca de Melonmea, fue tan rocoso como boscoso,




las imágenes no engañan.




Bender en acción, limpiando la válvula de escape, que debía tenerla buena de no usar la moto.




Johann, el más nocherniego, con la GG Racing, ojo.




Y por último, Aleix, que siempre sale bien en las fotos, no sé cómo lo hace.



 
Dani, en lo alto del todo. Aquí acabaron los sudores y los acelerones entre los pedruscos.




Como la anterior, esta senda fue mayoritariamente de bajada. El descenso transcurría por una zona sombría repleta de musgo que en sus mejores momentos debía ser resbaladiza como el hielo, pero que en las actuales circunstancias de sequía, ofreció pocas dificultades. Desgraciadamente, no hay fotos, de modo que ya tenemos excusa para volver.

En Labestuí charlamos un rato con algunos de sus escasos moradores sobre si seguiríamos tal o cual ruta, y de si se tardaba tanto o cuanto en subir por la senda abismal, esta:




El precipicio te acompaña siempre por tu derecha en la parte media,




aunque también transitas por zonas más convencionales.




Son 4 kilómetros siempre cuesta arriba salvando 500 metros de desnivel, y resulta casi imposible culminarla sin hacer cafetera. Solo Aleix se presentó voluntario para acompañarme, y me consta que se lo pasó en grande.

Para cuando Aleix y yo llegamos a Tors, el resto de la banda ya estaban dándole al morapio y comiendo a dos carrillos.




Y del restaurante a la gasolinera, donde nos separamos definitivamente.




Los más ansiosos por llegar a casa optaron por tirar carretera arriba hasta Pianolà. Los tres más viciosos, Monku, Aleix y yo preferimos un viaje algo más tortuoso además de desconocido, para lo cual volvimos a bajar hasta Tors, donde empezaba una retahíla de sendas que en 9 kilómetros nos permitirían salvar un desnivel de 1100 metros.



Estas primeras fotos son de la zona baja, arrancando prácticamente de la ribera del Gonera Llaparesa.







En algún tramo de senda que atajaba entre las eses de la carretera nos liamos más de la cuenta y tuvimos que sacar las motos empujando entre los tres, así que fuimos calentitos ya desde el mismo inicio. La parte media era mucho más suave, y discurría por un sendero ancho de hierba, muy fácil.




El último tercio de la ascensión comenzaba nada más pasar Torfonart



La senda se fue difuminando, cada vez más sucia de maleza.




Monku, que iba escapado, guiaba más por intuición que siguiendo el gps. No nos reagrupamos hasta que nuestro guía se fue al suelo en una curva.




La ruta se ponía cada vez más interesante,




y las motos, cada vez más calientes, claro.




Un último arreón y llegamos a la cima.




Mientras unos rellenaban el radiador




otros dábamos un garbeo por la pradera.




El recorrido había resultado un éxito, había motivos para alegrarse. Yujuu!




Debían quedar solamente 20 kilómetros de pista para acabar la salida cuando sobrevino algo inesperado. Íbamos rápido por buenos caminos cuando sin quererlo ni beberlo y en plena recta me vi a a punto de estrellarme contra un árbol. No recuerdo nada más de la caída, me quedé grogui unos segundos. Cuando me repuse, entre los tres elaboramos el atestado. En una birria de charco perdí el control y salí escupido a mi derecha.




Monku, que pasó antes que yo, ya experimentó un ligero susto, y yo, que iba segundo, tuve menos suerte. La doble derrapada que quedó en el suelo da cuenta de lo inexplicable del incidente. Cuando pateé el barro posteriormente aprecié que se trataba de un fango con propiedades extralubricantes y eso junto con la velocidad, el cansancio y la poca luz que quedaba lo explican todo.




Por fortuna todo quedó en un susto y aquel tortazo fue solo un borrón en una salida en la que a pesar de las averías de la primera jornada y la amenaza de lluvia, todo salió a pedir de boca. Al final fueron 330 kilómetros en dos días que creo que contentaron a todos los participantes. Hasta la próxima.

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