DÍA 2. JAJCE - MOSTAR
Segundo día por Bosnia. Este era el hostal de juventud donde yo debía ser el menos anciano, en serio.
Segundo día por Bosnia. Este era el hostal de juventud donde yo debía ser el menos anciano, en serio.
Vi publicidad de algunos tours en moto de enduro por la comarca. Las monitoras daban garantías de que la cosa estaría animada.
Jajce es conocida por la cascada del río Plitva justo antes de juntarse con el río Vrbas, justo en medio de la ciudad.
El plan inmediato consistía en seguir el trazado de una antigua férrea en dirección sur hacia Donji Bakuf. Los primeros kilómetros fueron fáciles de seguir, después el recorrido empezó a complicarse, básicamente porque la pista estaba bloqueada en algunos tramos por muros u otras construcciones. En ocasiones tuve que retroceder, tomar carretera y volver a conectar usando algún puente de dudosa resistencia.
El paisaje, no obstante, compensaba el esfuerzo de tener que ir improvisando la ruta entre obstáculos y desvíos.
También hubo momentos contemplativos en la ribera del Vrbas, no todo iba ser darle al gas.
Progresivamente la ruta del ferrocarril se fue tornando más salvaje.
Algunos tramos invitaban a darse la vuelta, invadidos por la vegetación y
con secciones embarradas; daba la impresión de que nadie pasaba por
allí y que en cualquier momento estarían bloqueados.
Al final me salí con la mía y completé el recorrido tal como lo tenía previsto hasta Donji Bakuf.A continuación seguí rumbo suroeste hacia el lago Ramsko, evitando al máximo las ciudades, circulando a menudo por tranquilos caminos agrícolas.
Las mezquitas abundaban en la región, en cualquier recodo del camino te encontrabas con alguna.
Una vez bordeé el lago Ramsko, tomé nuevas pistas hacia el altiplano de
Vran donde las temperaturas empezaron a bajar notablemente. Como ropa de
abrigo sólo llevaba un chubasquero, y no miento si digo que en algunos
momentos eché en falta más protección.
Andaba yo perdido por la zona cuando me encontré con un santuario dedicado a Diva Grabovčeva, una mártir local.
El solitario lugar infundía respeto, y los rosarios que colgaban del busto de la santa tintineaban siniestramente con el viento.
Pero fue justo en ese momento de éxtasis espiritual cuando apareció un
Golf, porque en estos países suele ser siempre un Golf. Cuando más solo y
despistado te sientes en las montañas, sueles encontrarte a un paisano
en su VW rodando por esas mismas pistas que tan remotas y abandonadas te
parecen a ti.
Tras el receso en el santuario, proseguí por la planina pelándome de frío hasta que empecé a descender
Tras el receso en el santuario, proseguí por la planina pelándome de frío hasta que empecé a descender
ya en las inmediaciones de la necrópolis de Dugo Polje.
Cuando me cansé de pasear entre las tumbas llegó el momento de afrontar
la sección final hasta Mostar bajo un cielo cada vez más cargado de
nubes, el habitual celaje durante aquellos días que pasé en los Alpes
Dináricos.
Fueron unos 1400 metros de desnivel en bajada casi contínua para llegar a
la ciudad del famoso puente sobre el Neretva. Me sobró tiempo para
perderme por las callejuelas de la ciudad hasta encontrar alojamiento y
luego para disfrutar del ambientazo en las calles con el histórico 1-7
que le endosó Alemania a Brasil. Inolvidable.
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