DÍA 23. NIKSIC - DUBROVNIK. 140 kms
Callejeando aquella mañana me
encontré con el Dom Revolucije de Niksic, la casa de la revolución,
inconcluso y fastuoso complejo arquitectónico dedicado al enaltecimiento
del socialismo y a la victoria sobre los nazis. Las obras se detuvieron
en el 89. Malamente, todavía resiste.
brechas entre las rocas
A
veces el trazado feroviario había sido engullido por la carretera y
entonces tocaba rodar sobre asfalto; otras veces, el paso estaba
bloqueado a conciencia, con alambre de espino, señales de stop,
prohibido, calaveras y otros letreros que fui incapaz de entender.
Por
si las señales no eran inteligibles, colocaron un proyectil ligado en
la misma valla para dejar bien claro que no querían intrusos.
No
sé qué tendría de especial la antigua estación de Trubjela. En la
imagen de satélite se ve que después de la derruida estación hay otros
edificios más grandes y algunos depósitos. Siempre suceden cosas raras
en las zonas próximas a las fronteras, está visto.
Dejé Montenegro y una vez en Bosnia hubo más renuncios. Entre Lastva y Trebinje la vía dicurría junto al río Trebisnjica.
Me abrí paso entre la vegetación y las telarañas, pero progresivamente
los arbustos me fueron cerrando el paso hasta que ya no pude más.
Mucho más gratificante fue atravesar un túnel y cruzar inesperadamente a la otra orilla del Trebisnjica.
No me lo esperaba. Me encantó la transición del túnel al puente y
contemplar de golpe la curva de ballesta del río y la silueta de las
montañas de fondo. Tras la sorpresa inicial di marcha atrás hasta el
inicio del túnel y volví a dar otra pasada a toda mecha para
experimentar el shock oscuridad-luz-velocidad-vértigo a más pulsaciones
por minuto .
En Trebinje acabaron mis aventuras por la línea férrea, con muchos
retrocesos y desvíos, a ciegas por los túneles o rodando por la
carretera, pero también con satisfacciones puntuales que hicieron que
mereciera la pena perder tiempo buscando el rastro del ferrocarril.
Camino de Dubrovnik me di cuenta de que todavía llevaba algún recuerdo de mis incursiones por la selva.
Un
poco más adelante, este bello monumento dedicado a un compañero
recientemente fallecido me hizo recordar que el peligro siempre está al
acecho. Si os esforzáis, en el carenado pueden leerse tres letras: CBR.
Pero
se me olvidó rápidamente lo del peligro, no tengo remedio. Había
planeado llegar a Dubrovnik por caminos y sendas pasando por la aldea de
Ljekova. Lo intenté por varios sitios pero no hubo manera, la
vegetación acababa por cerrar todas las vías. Al final hablando con un
aldeano entendí el porqué. En realidad solo entendí una palabra que
repetía muchas veces, porque mis conocimientos del serbocroata se
limitaban a tres palabras: jezero (lago), benzin (gasolina) y pivo (cerveza). Gracias a la insistencia de este hombre conocí otra: mine. Aunque en el cartel que encontré más tarde descubrí que mina también se puede decir pazi.
Dejé
de jugar con fuego, volví a la carretera, entré en Croacia como las
personas normales, o sea, por carretera, y a media tarde alcancé
Dubrovnik.
No
me atraen las multitudes pero la ciudad me gustó tanto que, tras 23
días en moto, decidí darme un gustazo y me quedé allí un día entero para
disfrutar del ambiente.
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