DÍA 24. DUBROVNIK - TRILJ. 300 kms
Fue una decisión magnífica quedarme a descansar en Dubrovnik todo un día , porque estuvo lloviendo a mares ininterrumpidamente. Aproveché el parón para escribirle a Marija, la gerente del cámping de Grabovac donde había dejado aparcado el coche hacía ya casi un mes, y anunciarle mi inminente llegada en menos de 24 horas. Recordaba que me había enviado un mail algo alarmada cuando estaba todavía por Grecia.
Querido Ignacio: dejaste el coche en nuestro cámping. ¿Cuándo piensas volver a recogerlo? Creía que volverías en un par de días a por él y ya han pasado más de dos semanas. Me pregunto dónde estarás.
Marija.
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Querida Marija: creo que debe tratarse de una confusión. Dije que tardaría "por lo menos dos semanas", no "dos días". Ya estoy volviendo a casa, ando por las montañas del norte de Grecia, no me queda casi nada hasta Croacia . Para final de mes calculo que estaré ahí. Siento las molestias.
Ignacio
Se portaron de maravilla conmigo. A pesar del malentendido cuando llegué al cámping me recibieron con una sonrisa y además me cobraron una miseria por guardarme coche y remolque casi un mes entero.
Pero no adelantemos acontecimientos. De momento había planeado una plácida penúltima jornada de viaje a lo largo de la costa de Dalmacia. Daba pena marcharse de Dubrovnik, especialmente aquella espléndida mañana post-lluvia torrencial.
Demasiado tarde, ahora que me iba, gracias a un letrero junto a la carretera, por fin aprendí la correcta pronunciación de mi cerveza croata favorita.
En fin, pensé, nunca es tarde para ampliar mi reducidísimo léxico serbo-croata. Y con estas meditaciones nostálgicas ahora que el viaje se aproximaba a su fin pasé la mañana, con la mirada perdida en los numerosos canales que forma el Adriático entre una infinidad de islas.
Fue una decisión magnífica quedarme a descansar en Dubrovnik todo un día , porque estuvo lloviendo a mares ininterrumpidamente. Aproveché el parón para escribirle a Marija, la gerente del cámping de Grabovac donde había dejado aparcado el coche hacía ya casi un mes, y anunciarle mi inminente llegada en menos de 24 horas. Recordaba que me había enviado un mail algo alarmada cuando estaba todavía por Grecia.
Querido Ignacio: dejaste el coche en nuestro cámping. ¿Cuándo piensas volver a recogerlo? Creía que volverías en un par de días a por él y ya han pasado más de dos semanas. Me pregunto dónde estarás.
Marija.
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Querida Marija: creo que debe tratarse de una confusión. Dije que tardaría "por lo menos dos semanas", no "dos días". Ya estoy volviendo a casa, ando por las montañas del norte de Grecia, no me queda casi nada hasta Croacia . Para final de mes calculo que estaré ahí. Siento las molestias.
Ignacio
Se portaron de maravilla conmigo. A pesar del malentendido cuando llegué al cámping me recibieron con una sonrisa y además me cobraron una miseria por guardarme coche y remolque casi un mes entero.
Pero no adelantemos acontecimientos. De momento había planeado una plácida penúltima jornada de viaje a lo largo de la costa de Dalmacia. Daba pena marcharse de Dubrovnik, especialmente aquella espléndida mañana post-lluvia torrencial.
Demasiado tarde, ahora que me iba, gracias a un letrero junto a la carretera, por fin aprendí la correcta pronunciación de mi cerveza croata favorita.
En fin, pensé, nunca es tarde para ampliar mi reducidísimo léxico serbo-croata. Y con estas meditaciones nostálgicas ahora que el viaje se aproximaba a su fin pasé la mañana, con la mirada perdida en los numerosos canales que forma el Adriático entre una infinidad de islas.
A pesar del creciente turismo todavía quedan unos pocos rincones desiertos donde no llega nadie y puedes rodar en soledad con un paisaje de fondo siempre espléndido.
A lo sumo te encontrarás con alguno de los sempiternos VW que, inevitablemente, te aguardan siempre en un recodo del camino.
Por
la tarde preferí alejarme un poco de la costa y circular por caminillos
siempre en paralelo a la carretera principal. Se notaba que empezaba la
operación salida y las vías normales estaban en plena ebullición.
Cometí el error de acercarme a Omis para ver el desfiladero que forma
allí el río Cetina y huí espantado de la aglomeración turística que
hallé. Retrocedí hacia el interior, más concretamente hasta las
silenciosas ruinas del catillo de Nutjak sobre el Cetina.
Y
como el día no daba para más, me detuve en Trilj para pasar la última
noche del viaje. Por fin se iba a acabar eso de hacer y deshacer el
equipaje cada noche y cada mañana.
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