AÑO NUEVO 2015 EN PORTUGAL. DÍA 1-VILANOVA DE MILFONTES - TROIA. 260 kms
INTRO
El mismo día 30 de diciembre todavía no lo tenía claro, pero al final
acepté la invitación de unas amigas que estaban de mochileras por
Portugal durante las navidades y tras preparar apresuradamente el
material de excursión y la moto, me planté en Vila Viçosa la noche del
31. Suerte que llegué yo, porque aquella noche no abrían los bares, así
que cogimos mi coche y nos fuimos hasta Elvas a celebrar la nochevieja.
Unos cubatas en una pastelería (lo único abierto en la ciudad, por
increíble que parezca) y de allí a la sede del motoclub alentejano,
donde nos dijeron que había fiestecilla.
Parece
ser que la gente habitualmentre cruza la frontera y se va de marcha a
la vecina Badajoz. No me extraña, lo más movido que puso el dj fueron un
par de temas de Elvis Presley, el resto, latinobrasileño más bien lento
para una noche tan señalada. Los precios eran de risa y no recuerdo
haberme corrido una juerga por tan poco dinero desde hace muchos años.
Por otro lado los únicos moteros debían ser los camareros vestidos de
cuero negro, pues el ambiente era más bien burgués y relajado. ¡Yo que
me esperaba una fiesta de barbudos a lo zzTop, heavy metal y ángeles
del infierno! Disculpad la calidad de las fotos, pero las condiciones
ambientales no daban para más. Bueno, el caso es que gracias a los
colegas moteros del Alentejo pasamos un buen rato y salvamos la
nochevieja que tan cutremente había comenzado comiéndonos unos tristes
canapés + litrona en la habitación del hostal
El
día 1 no estaba yo para grandes alardes así que no me pareció nada mal
la propuesta de mis amigas de quedarme una noche más en Vila-Viçosa. Yo
llevaba un plan de 5 días en moto, tampoco pasaba nada si perdía uno.
Como dice mi amigo Amarok cuando monta una expedición de las suyas,
siempre hay que guardarse un día de reserva por lo que pueda pasar. Yo
tenía previsto hacer un circuito de interior y costa, pero pronto asumí
que por cuestión de tiempo y también para evitar repetir recorridos de
otros viajes que no me iban a aportar nada, iría directamente en coche a
la fachada atlántica e improvisaría algo. El día 2, para variar, salí
tarde. Me despedí de mis amigas y tomé el camino hacia la costa
alentejana, pero con calma. El sol estaba ya alto y no me daría tiempo
de rodar en moto aquel mismo día, así que intenté disfrutar de la
conducción por las carreteras secundarias portuguesas, deteniéndome allí
donde me apetecía, como en el curioso castillo de Evoramonte.
Total,
otro día menos de ruta en moto, ya solo me quedaban tres disponibles.
Al atardecer llegué a Vilanova de Milfontes donde busqué un hostal para
los próximos dos días: haría una ruta hacia el norte y otra hacia el
sur, llevando encima el material justo. Me había traído todas las
maletas y alforjas de las grandes rutas, pero el plan había cambiado;
además me apetecía viajar ligero. Tan ligero que me di cuenta de que me
había dejado en casa el soporte del gps y las rodilleras. Esto es lo que
yo llamo una buena organización.
El recorrido de los tres días obedecía a mi interés por recorrer el
tercio sur de Portugal siempre siguiendo la línea costera dentro de lo
posible. Ya conocía parte de la región y me apetecía explorar más aquel
accidentado terreno de arenales, playas y acantilados; seguro que algo
interesante podía descubrirse todavía.
DIA 1. VILANOVA DE MILFONTES - SINES - PENÍNSULA DE TROIA. 260 KMS
Para
empezar el viaje, la etapa más larga, así se coje la forma rápidamente.
El plan consistía en llegar hasta la península de Troia, una lengua de
tierra al sur de Setúbal sobre la desembocadura del río Sado. En el
hostal alguien me dijo que para qué iba allí, que estaba lleno de pijos.
Bueno, mi motivación radicaba en llegar físicamente hasta la punta de
la península, no en ver exactamente lo que habían construído allí ni en
conocer a sus adinerados moradores.
Sabía que un potente
anticiclón me garantizaba tiempo soleado toda la semana pero no contaba
con las heladas nocturnas. Para mi sorpresa me encontré con la arena
cubierta de escarcha a primera hora de la mañana en las zonas más
sombrías; yo que venía a disfrutar del solecito en las playas.
Desde Vilanova a Porto Covo ya me conocía el camino y empecé a cogerle el feeling a la arena una vez más.
O sea, un feeling bastante desconcertante: generosidad con el gas o picado de biela (minuto 1.10).
Yo llevaba mis tracks pero a menudo podías ir improvisando entre las
diferentes pistas que iban apareciendo. A veces rodabas junto a la
costa; en otras ocasiones te adentrabas por bosques de pinos o
eucaliptos. La circulación por los surcos, delicada.
Lástima que estos días de enero fueran tan cortos. Sabía que si me
entretenía me sorprenderían las sombras antes de tiempo, y me quedé con
ganas de husmear por algunos rincones. De cualquier manera, el recorrido
fue totalmente arenoso hasta Sines, donde me tocó bordear la ciudad y
el polígono petroquímico por asfalto. Apenas había salido de la ciudad
cuando saltó la sorpresa: no contaba con meterme por esta playa, pero
así fue.
Aquello seguía y seguía siempre dirección norte. En 15 kilómetros encontré a algunos pescadores, nadie más.
A
la altura de la laguna de Melides la playa estaba relativamente ocupada
por paseantes y tuve que desviarme temporalmente hacia el interior.
Habría podido continuar por la playa, pero la franja arenosa se
estrechaba cada vez más,
así
que tal vez fue prudente seguir por pistas. Total, entretenimiento no
me faltó entre los surcos catando diferentes tipos de arena.
La
excitación se calmó con un par de caídas en blando y también al
constatar que no iba sobrado de combustible. El consumo se había
disparado a cuenta de estar jugando con la arena toda la mañana y tuve
que buscarme una gasolinera en Carvahal, si no, llegaría a Troia pero no
volvería.
Cuanto más avanzaba hacia el norte, más notable era la
presencia de turistas y de señales de probicición de meterse en las
dunas y playas. Literalmente, muchas playas estaban valladas,
restringiendo el acceso o salida a unas estrechas pasarelas para
peatones. En un par de ocasiones quise salir de alguna playa y me vi
enjaulado, la cosa se iba poniendo cada vez más fea.
Una vez en
Troia no quise insistir más, llegué al extremo norte de la península, vi
Setúbal a lo lejos y me di la vuelta. El sol ya estaba bajo y tras 130
kms casi exclusivamente de arena, me esperaba un largo regreso
básicamente asfáltico nada excitante. Aún así busqué un resquicio entre
las alambradas y pasarelas y pude recorrer algunos kilómetros junto al
mar.
Me
puse toda la ropa que llevaba encima y con paciencia me volví para el
sur por carretera, aunque una vez pasado Sines me animé y volví a
meterme por la arena hasta que ya de noche me la pegué, era inevitable.
Lo que todavía no entiendo es cómo pude doblar la maneta de embrague
cayendo sobre blando.
Y como curiosidad, este vídeo de Roxette,
rodado íntegramente en Troia, refleja exactamente el ambiente de la
zona: los rascacielos construídos en el extremo de la península, la
mezcla de colores ocres y verdes de los arenales y pinares, la
permanente proximidad del océano, la gran intensidad de la luz, y
también la posibilidad de sentirte totalmente aislado en playas
larguísimas. Kilómetros vírgenes no van a faltarle a nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario