El incidente de la tarde anterior supuso que no pudiera completar el proyecto de recorrer toda la costa desde Troia a Sagres ininterrumpidamente. Me habría hecho falta otro día. Al menos intentaría llegar al extremo más meridional de la ruta: el cabo de San Vicente.
El inicio no pudo ser más prometedor, con un divertido sendero arenoso seguido de una exploración vertiginosa por acantilados al sur de Arrifana, ya en el Algarve. Lástima que no cargara adecuadamente la batería de la cámara de vídeo, creía que lo estaba grabando todo y sólo obtuve unos pocos segundos de película, qué rabia.
Pues bueno, tras las senditas y los acantilados vino una sucesión imprevista de pistas arenosas, y como ya estaba bragado en el asunto puede decirse que disfruté bastante.
En otras palabras, los primeros días me arrastré por la arena; al tercer día puede decirse que pude pilotar decentemente.
Mi idea era la de ir serpenteando por la costa entre calas recónditas y playas para surferos, plan que requería de paciencia y tiempo. Disponía del primer requisito, pero no del segundo, así que cuando encontré trazas del GR que lleva hasta Sagres, me planteé seguirlo pensando que sería el camino más breve hacia el sur.
La jugada me salió perfecta. La ruta estaba perfectamente balizada y su trazado, por pistas y caminillos de todo tipo, resultó de lo más amena y entretenida. Además el paisaje del Algarve me sorprendió con zonas exuberantemente verdes y frecuentes vadeos que me fueron de perlas para aligerar la moto de arena y sal.
A media tarde llegué a las inmediaciones del cabo San Vicente. Tiempo para alguna foto con el oceáno de fondo
y comerme un pescaíto frito en las cercanías del faro,
Estuvimos una buena hora charlando y tomando café. Empezaba a atardecer y no me quedaba mucha luz para el regreso, pero bueno,yo ya había llegado a mi objetivo por aquel día, así que no me importó lo más mínimo quedarme allí con Hans escuchando sus aventuras y proyectos de recien jubilado. La vuelta me permitió dar gas con ganas por las pistas que había descubierto por la mañana y a pesar de que tuve que coger carretera cuando anocheció, la verdad es que tampoco fue un mal trayecto para cerrar la experiencia portuguesa de año nuevo. Al día siguiente antes de marcharme definitivamente todavía salí a dar una vuelta de unos 25 kms a modo de despedida, me quedé con ganas de rodar un poco más.
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