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miércoles, 20 de abril de 2016

PRIMAVERA 2016. PREPIRINEO DÍA 3

A la semana siguiente ya estábamos otra vez inmersos en la misma rutina. Toni y yo aprovechamos los primeros días de las vacaciones para esta vez un poco más hacia el oeste por tierras de frontera. En dos días y medio cruzaríamos cinco valles cercanos a Pirineos a lo largo de 350m kms. para rodar por el norte lejos de las multitudes que vendrían días después.

MARTES. DIRECIÓN ESTE. 140 KMS

Mucha pista inicialmente, pero el ambiente se empezó a animar en cuanto llegamos al Gonera Ribarogana.


El reto consistía en ascender desde una aldea con forma de rombo hasta la serra de Santa XXXXX: 500 metros de desnivel en unos 4 kms. En 2011 ya había recorrido la senda en sentido descendente; cinco años después me picaba la curiosidad de hacerla cuesta arriba. Fue salir del pueblo, allá al fondo, y no parar de subir.



Las resbaladizas zonas de umbría nos hicieron sudar, especialmente en las cuestas más empinadas.



Unas cuantas zetas embarradas nos dieron trabajo inicialmente, pero una vez nos adentramos en el bosque ya pudimos rodar con bastante fluidez.



A media subida sales de la espesura y te das cuenta de lo que estás subiendo.



La nieve hizo su aparición a medida que subíamos de cota, lo que nos hizo dudar de si lograríamos superar las últimas rampas,


pero antes de lo que pensábamos, conseguimos llegar a la cima deseada. Próximo objetivo: Schwurtz.


Tocó pistear siguiendo la cresta de la sierra y cuando vimos que el descenso por senda que yo había previsto era demasiado peligroso, optamos por volvernos otra vez para arriba y buscar la bajada clásica a la aldea, igualmente arriesgada, pero al menos disponíamos de referencias del lugar. La senda tenía un inicio algo engañoso, a través de una ancha rambla

que paulatinamente se iba estrechando

hasta convertirse en angosto desfiladero,


para terminar circulando cómodamente por una balma humanizada con algunas construcciones.




Y justo cuando ya teníamos la aldea a nuestro alcance el sendero se fue estrechando cada vez más.


Hubo alguna zeta apuradilla, y además la senda se había derrumbado en algún punto, pero ayudándonos salimos del paso.


Algunos tramos eran realmente vertiginosos, al menos para mí, porque Toni lleva pegamento en los neumáticos y se lanza por cualquier sitio.


Algún vecino nos miraba con cara de estupefacción cuando conseguimos llegar a las primeras calles del pueblo. Seguro que le ofrecimos un buen espectáculo.

Estábamos muy cerca de llegar al valle del XXXX. Sólo nos quedaba una útima tirada hasta Perm, allá abajo, y al fondo, las cimas nevadas por donde rodamos sólo unos días antes.

Encontramos alguna bajadita inofensiva para entretenernos muy del agrado de mi compañero


y bastante menos divertida para mí, ¿qué se le va a hacer si sólo me gusta subir?


También algúna alambrada con cierto peligro, donde Toni quedó enredado 


 
casi igual que Steve McQueen en La Gran Evasión.



Paramos lo justo en un bar para comer unas hamburguesas y muy pronto nos vimos chapoteando rumbo oeste por los animados barrancos de la zona.


Las últimas precipitaciones habían recargado riachuelos y fuentes, y como resultado todos los cursos de agua estaban exultantes y, el terreno, en su punto exacto de humedad.


Diversión no echamos en falta, pero a medida que caía la tarde, el sol poniente comenzó a cegarnos.



Si bien la ruta experimental la habíamos hecho por la mañana en sentido este, el retorno, aunque conocido, se nos iba a hacer demasiado largo.



Quedaban por delante muchos kilómetros de senda hasta Suerte de la Mañana, incluyendo el divertido ascenso al Coll de Wimet y mucho más.



En el pueblo merendamos unos Colacaos y ya sin apenas luz tiramos por las ruinas del GR local con intención de llegar hasta donde nos fuera posible.

Estábamos ya prácticamente a oscuras en un tramo especialmente difuso del GR (ya digo que su estado es ruinoso)
 



cuando en la lejanía distinguimos la luz de una casa y una silueta humana. Sin duda el dueño de la mansión nos estaba observando evolucionar por las que probablemente eran sus tierras.



Se trata de un paraje remoto y desangelado donde seguir el curso del sendero, prácticamente tragado por la vegetación, es especialmente complejo. Rodeamos la casa por una ladera deshecha por la izquierda, pero no existía escapatoria. Fue entonces cuando entablamos contacto con el misterioso observador, quien nos recomendó a gritos que saliéramos por nuestra derecha. No sé cómo me las arreglo, pero en este extraño lugar siempre me pierdo y nunca recuerdo cual es la escapatoria correcta. ¿Será un triángulo de las Bermudas de secano?

Cuando salimos al camino cercano a la casa ya era noche cerrada, aunque la luna llena de la semana santa iluminaba con fuerza las colinas donde nos encontrábamos. Sabedores de que por cuestiones de luz la excursión endurera terminaba allí, fuimos al encuentro del granjero para agradecerle sus indicaciones y para pedirle consejo sobre la mejor ruta para volver a nuestra base.

-¿Pero adónde vais por aquí? (Medio riéndose, medio alucinado de que dos tarados en moto se presentaran en su apartada casa la noche del martes santo).
-Gracias por orientarnos. Vamos hacia La Puebla de Dora, pero se nos ha hecho un poco tarde. ¿Cuál es la mejor ruta hacia allí?
-Seguid la pista hasta la casa de mi vecino. Después, llegaréis a un puente. No lo crucéis; tomad antes el desvio a derechas por un camino en muy mal estado...


La casa del vecino resultó ser un gran rancho fortificado. Una gigantesca barrera bloqueaba el camino, y no había manera de sortearla por ningún sitio. Dimos vueltas por el recinto buscando a alguien que nos abriera el portón pero no hallamos ser humano alguno a pesar de que había una hoguera encendida en la puerta de una de las granjas y luces en una vivienda, pero nadie atendió a nuestros gritos. Misteriosamente, los perros que salieron a nuestro encuentro se mostraron silenciosos y reservados ante nuestra presencia. Recorrimos las alambradas que rodeaban el rancho pero aquel recinto era inexpugnable. ¿Qué hacer? ¿ Volver atrás y salir por las feas sendas que llevaba guardadas en el gps y que por prudencia habíamos decidido evitar en la noche? Por suerte, haciéndonos estas preguntas junto al portón, vislumbramos en la pared un interruptor que, efectivamente, activaba el motor de apertura de la gran reja. ¡Salvados!

Algo helados, y tras unos 20 kms de caminos por solitarios parajes, llegamos al hotel cerca de las 9.30.

FIN DEL DÍA 3

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