VERANO 2019-I
La
acción estival se demoró este año hasta los inicios de agosto y como siempre,
con dudas de hasta dónde llegaríamos por razones de diversa índole. La
prioridad era cruzar la frontera hacia el norte inmediatamente y con suerte
llegar a los Alpes en unos días. Era más bien un viaje de prueba con mi seminueva" montura, para cogerle el
feeling, ya veríamos qué pasaba.
La
ola de calor no perdonaba ni al norte de los Pirineos, y fue menester aumentar
las raciones de líquido, por ejemplo deteniéndome en mi fuente de referencia
camino de Amélie-les-Bains.
La
emoción de recorrer la ruta de 2018 por aquellos pagos pero aderezada con
nuevos senderos me hizo olvidar pronto los sudores. Para empezar un clásico, la
senda de Ferrer:
Otras
novedades llegaron más tarde y puede decirse que el plan se iba cumpliendo a la
perfección. Era una ruta 2.0 y se notaba el flow.
Pero
no calculé debidamente mi desgaste y cerca del atardecer andaba ya saturado y
fibromiálgico perdido, con ganas de reposar y replantearme los kilómetros
previstos para las jornadas venideras.
A
la mañana siguiente sentí inesperadamente el pálpito endurero: en vez de viajar
lejos sin mucha decisión, mejor endurearía cerca sin cargar con el equipaje,
aunque no llevara la máquina más idónea precisamente. Es curiosa la manera en
que a veces se comporta nuestra mente para encontrar excusas. El límite a la
excursión de más de 100 kms lo puso la temperatura que alcanzó la moto en
ciertos momentos. Las cosas salieron a pedir de boca y pude enlazar senderos
que ya tenía catalogados y también descubrir el fabuloso paso del Trau del
Cavall, adonde habrá que volver con menos calor.
Sorprendentemente,
con las exigencias del enduro el piloto se recuperó del trayecto de la primera
jornada y ganó moral para reanudar la marcha hacia el norte al día siguiente.
Víctima del singletrack, fui trufando mi camino con nuevas sendas que aparecían
inesperadamente, yo más no podía pedir. Bueno sí, alguna Kronenbourg de 500cc
para sobrellevar las elevadas temperaturas, ¡pero solo fue una, eh!
El
avance hacia Narbona iba a buen ritmo a través de suaves colinas y espesos
bosques mediterrráneos donde la chicharra te taladra los oídos (cuando paras el
motor, claro). Ciertas zonas se volvieron más exigentes de lo previsto pero
aprovechando el momentum, lo fui superando todo. Lástima que no me di cuenta de
que me estaba adentrando en territorios particulares bien vigilados y a media
tarde responsables antiincendios locales me convidaron educadamente a abandonar
su bosque. Perdí el estímulo, puse rumbo sur y aquella misma noche dormí en
casa. Fin de la aventura francesa.
Bonus: vídeo del día 2.
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