DÍA 4. NIS-SURDULICA. 22OKM
El memorial Bubanj situado en una colina inmediata a Nis es actualmente una zona de picnic y esparcimiento, pero durante la guerra los nazis utilizaron el lugar regularmente para fusilamientos masivos.
Cerca de 12000 personas fueron asesinadas allí. Los tres puños recuerdan la resistencia de hombres, mujeres y niños.
El estilo del monumento podrá gustar más o menos, pero desde luego el efecto que causan los tres obeliscos es tremendo.
Dejé Nis atrás y continué internándome en la Serbia central, concretamente en las montañas Suva, donde debí perder las gafas en un despiste. Un detalle que podría haber carecido de importancia de no ser por los millones de insectos que pululan en verano por la zona.
En fin, mi ruta transcurría a media paralela a una larga cresta montañosa a lo largo de vías de saca forestal.
Justo cuando empezaba el descenso hacia la llanura de Bela Palanka, me encontré con que la pista estaba bloqueada por una barrera rústica.
Esto sucedió a hora temprana, así que decidí insistir, era demasiado pronto para rajarme. Desmonté la barrera y seguí adelante por camino en vía de senderización por falta de uso. Algún paso estrecho y la endemoniada vegetación me hicieron dudar varias veces de si conseguiría salir del atolladero, pero al final mi insistencia tuvo premio. Progresivamente aparecieron huellas de civilización, es decir, rodadas de camión en el camino, y pronto me vi cruzando campos y granjas camino de Bela Palanka.
El memorial Bubanj situado en una colina inmediata a Nis es actualmente una zona de picnic y esparcimiento, pero durante la guerra los nazis utilizaron el lugar regularmente para fusilamientos masivos.
Cerca de 12000 personas fueron asesinadas allí. Los tres puños recuerdan la resistencia de hombres, mujeres y niños.
El estilo del monumento podrá gustar más o menos, pero desde luego el efecto que causan los tres obeliscos es tremendo.
Dejé Nis atrás y continué internándome en la Serbia central, concretamente en las montañas Suva, donde debí perder las gafas en un despiste. Un detalle que podría haber carecido de importancia de no ser por los millones de insectos que pululan en verano por la zona.
En fin, mi ruta transcurría a media paralela a una larga cresta montañosa a lo largo de vías de saca forestal.
Justo cuando empezaba el descenso hacia la llanura de Bela Palanka, me encontré con que la pista estaba bloqueada por una barrera rústica.
Esto sucedió a hora temprana, así que decidí insistir, era demasiado pronto para rajarme. Desmonté la barrera y seguí adelante por camino en vía de senderización por falta de uso. Algún paso estrecho y la endemoniada vegetación me hicieron dudar varias veces de si conseguiría salir del atolladero, pero al final mi insistencia tuvo premio. Progresivamente aparecieron huellas de civilización, es decir, rodadas de camión en el camino, y pronto me vi cruzando campos y granjas camino de Bela Palanka.
En la ciudad tomé unos refrescos antes de volver a las montañas Suva,
esta vez para cruzarlas definitivamente y marcharme directo al sur. Con
el caos logístico que llevaba desde que salí de Croacia, se me pasó por
alto visitar un centro de telecomunicaciones en Sljivovacki, una cima
cercana, bombardeada por la OTAN durante la guerra de Kosovo. Es lo que
sucede cuando llevas tantos tracks cargados en el gps.
Mi guerra, afortunadamente, era otra y se libraba pacíficamente en los bosques cercanos
en ambientes dignos de la Arcadia.
El descenso hasta el siguiente valle fue por laderas menos tupidas que las de la mañana,
aunque
el relax me duró suspiro pues la bajada se prolongó un buen rato por
resbaladizos surcos de gravilla. Vamos, que me alegré de llegar al
asfalto, echar la vista atrás y enterarme medianamente de por dónde
había venido.
A
la que me crucé con el río Vlasina a la altura de Svodje, paré a darme
un chapuzón para bajar la temperatura corporal y la tensión acumulada.
La sólida MZ de un bañista que andaba por allí.
Con energías renovadas me dirigí a Crna Trava por una ruta demencial. Siete kilómetros de ascenso por camino deshecho que en última instancia no sirvieron para nada más que para desgastarme justo al final de la tarde cuando más fatigado estás. El camino acabó por desaparecer y las hierbas cada vez eran más altas. Seguí un rato por un mar de plantas y arbustos, pero no tardé en abandonar porque no quedaba tiempo y porque los tallos de los vegetales superaban la altura del depósito y no veía ni jota.
Con energías renovadas me dirigí a Crna Trava por una ruta demencial. Siete kilómetros de ascenso por camino deshecho que en última instancia no sirvieron para nada más que para desgastarme justo al final de la tarde cuando más fatigado estás. El camino acabó por desaparecer y las hierbas cada vez eran más altas. Seguí un rato por un mar de plantas y arbustos, pero no tardé en abandonar porque no quedaba tiempo y porque los tallos de los vegetales superaban la altura del depósito y no veía ni jota.
Fue
una pena. Más tarde comprobé que tampoco faltó tanto para conectar con
un camino de verdad, y el recorrido que me esperaba era precioso. Salvé
lo que pude del track y me encaminé por asfalto hacia Surdulica, el día
no daba para más.
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