El proyecto balcánico para 2016 se presentaba más
ambicioso que nunca, con nuevos países por visitar, cordilleras más
extensas que recorrer y, en general, muchos más kilómetros por delante,
cerca de 6000. Bonitos planes que diseñas en tu habitación durante
semanas y que luego la realidad acaba transformando en algo bastante
diferente. Como Port, el protagonista de El cielo protector, la novela de Paul Bowles, veo un mapa y me pierdo.
Uno de los hombres, el delgado, de cara levemente crispada y ansiosa, doblaba unos grandes mapas multicolores que había desplegado sobre la mesa poco antes. Su mujer observaba, divertida y exasperada, sus meticulosos movimientos; los mapas la aburrían y él estaba siempre consultándolos. Aun en sus breves períodos de vida sedentaria, y bien pocos habían sido desde su casamiento doce años atrás, le bastaba ver un mapa para ponerse a estudiarlo apasionadamente, y entonces, en la mayoría de los casos, empezaba a proyectar un nuevo viaje imposible pero que a veces llegaban a realizar.
La preparación de la moto tuvo pocos misterios. Tras cinco años y medio con la batería original, y aunque todavía funcionaba bien, decidí montar otra Yuasa igualita. El embrague, con 30000 kms, había muerto en Marruecos unos meses antes. Monté inicialmente un EBC heavy duty que a los 400 kms tiré a la basura por flojo, no pasó ni la fase de pruebas en casa. Unos discos Suzuki originales me devolvieron el tacto y la resistencia típicos del embrague de la DRZ. Respecto a las gomas, el clásico Mitas C-02 atrás y delante un Michelin Starcross 5 Hard deberían resistir toda la andadura.
Partí con 20 días de retraso por culpa de una inoportuna hemorroide que acostumbra a aparecer cuando llegan las vacaciones, así que la ruta prevista ya hubo que reducirla de salida. En total cubrí 3300 kms en unos 15 días, empezando en Croacia, cruzando Serbia y Macedonia para concluír a orillas del Egeo en Grecia. A pesar de los recortes y los contratiempos, tampoco estuvo mal.
Uno de los hombres, el delgado, de cara levemente crispada y ansiosa, doblaba unos grandes mapas multicolores que había desplegado sobre la mesa poco antes. Su mujer observaba, divertida y exasperada, sus meticulosos movimientos; los mapas la aburrían y él estaba siempre consultándolos. Aun en sus breves períodos de vida sedentaria, y bien pocos habían sido desde su casamiento doce años atrás, le bastaba ver un mapa para ponerse a estudiarlo apasionadamente, y entonces, en la mayoría de los casos, empezaba a proyectar un nuevo viaje imposible pero que a veces llegaban a realizar.
La preparación de la moto tuvo pocos misterios. Tras cinco años y medio con la batería original, y aunque todavía funcionaba bien, decidí montar otra Yuasa igualita. El embrague, con 30000 kms, había muerto en Marruecos unos meses antes. Monté inicialmente un EBC heavy duty que a los 400 kms tiré a la basura por flojo, no pasó ni la fase de pruebas en casa. Unos discos Suzuki originales me devolvieron el tacto y la resistencia típicos del embrague de la DRZ. Respecto a las gomas, el clásico Mitas C-02 atrás y delante un Michelin Starcross 5 Hard deberían resistir toda la andadura.
Partí con 20 días de retraso por culpa de una inoportuna hemorroide que acostumbra a aparecer cuando llegan las vacaciones, así que la ruta prevista ya hubo que reducirla de salida. En total cubrí 3300 kms en unos 15 días, empezando en Croacia, cruzando Serbia y Macedonia para concluír a orillas del Egeo en Grecia. A pesar de los recortes y los contratiempos, tampoco estuvo mal.
Un par de días de coche hasta Slavonski Brod y estuve listo para comenzar el viaje en moto. Inicialmente pensaba conducir un día más hasta Sofía, pero ya estaba aburrido de las autopistas y anticipé la partida sobre dos ruedas. De paso, cambié el sentido de giro del viaje: sería un tour antihorario. Saldría desde Croacia y no desde Bulgaria, ¡y no pasa nada! Es lo bueno de viajar en solitario; haces siempre lo que quieres y no hay que dar explicaciones a nadie.
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