DIÁS 6-7. VELES-SOLUNSKA GLAVA-SKOPJE. 220KM
Durante la noche llovió más, y el pronóstico del
tiempo anunciaba nuevas tormentas en la región para el día siguiente.
Pensé que el terreno estaría todavía más embarrado y que las nubes
seguramente cubrirían las cimas de las montañas Jakupica, mi próximo
destino, así que decidí que lo mejor era concederme un respiro y
descansar en Veles 24 horas. El viaje no implicaba seguir ningún
calendario, podía permitirme la pausa, y además mi cuerpo baldado lo agradecería.
Callejeé
en busca de alguna tienda o taller para comprar unas gafas y restituir
las que había perdido en Serbia. Si hay motos de motocross aparcadas en
la calle, debería haber también recambios y accesorios, pensé, pero la
búsqueda fue infructuosa.
Al menos salí de la rutina motociclista y estiré las piernas, además de disfrutar de algún locus amoenus junto al río Vardar.
Como
en estos viajes suelo descuidar la alimentación, no hubo excusa para
buscar un restaurante y por una vez comer decentemente a mediodía,
además así iniciaba el siempre necesario proceso de inmersión
cervecística cuando visito un nuevo país. Unos tragos de Skopsko y ya vi
la realidad de otra manera.
A la mañana siguiente, y con buen tiempo, salí camino del Solunska
Glava, el pico más alto de la Macedonia central, y desde donde si las
condiciones atrmosféricas son óptimas, puede verse Tesalónica, en la
costa del Egeo. Suerte tendría si no me sorprendía un chaparrón, pues
bien temprano empezaron a verse nubes de evolución en el horizonte,
además de reptiles por el suelo.
Pronto
dejé atrás Veles y el camino empezó a ascender hasta que el río Vardar
sólo pudo intuirse encajonado y retorcido entre vegetación y peñascos.
Los
caminos que encontré, por lo general desolados, tolerablemente
embarrados y apenas sin uso. En la aldea de S'lp pensaba que la ruta
moría irremisiblemente (por lo deshecho del camino y lo fantasmal del
lugar) pero unos amables vecinos me mostraron la accidentada salida
entre casuchas y el enlace con otra pista menos espectral. Sin su
providencial colaboración, me habría dado la vuelta seguro.
Animado, seguí con confianza hasta el vadeo del río Kadina, donde di el resbalón tonto del viaje.
Con tan poca profundidad resulta inaudito que pudiera anegar las botas, pero así fue. Un nuevo récord mundial negativo.
Más
sereno tras el remojón, inicié el ascenso en serio hacia la cima
deseada siguiendo un singular recorrido sacado de mi magín. 20 km a lo
largo de pistas peligrosamente encharcadas y puntualmente devoradas por
la vegetación. Un árbol caído debía haber interrumpido la circulación
hacía tiempo justo cuando más empinado se ponía el camino; el bosque
alrededor se había cobrado su porción y la erosión habia hecho el resto
para que fuera prácticamente imposible seguir.
Exploré
la zona a pie y pronto vi que era absurdo intentarlo por allí, además
todavía podría llegar al pico por el acceso "oficial" que partía desde
los alrededores de Skopje. Total: otros sucios y embarrados 20 kms de
descenso siguiendo mi brillante ruta alternativa.
Llegué hasta Drecevo y desde allí empecé a subir en serio atravesando la comuna de Studeniçanit, de mayoría albanesa y turca,
donde los letreros de la carretera están también redactados en macedonio. Trilingüismo total.
Los
cerca de 40 kms de ascenso se hacen bastante largos. El primer trecho
se cubre por una carreterrilla donde aún permanecen algunas manchas de
asfalto; después sigue un laberinto de pistas entre casitas de campo,
y
finalmente unos últimos 15 km muy penosos, pues la erosión ha deshecho
buena parte del camino y abundan los surcos, agujeros y
desprendimientos. Justo en la cota 2000, inesperadamente, se abre un
espectacular y apacible valle, el Begovo Pole. Imposible no detenerse y
disfrutar del paisaje, sobre todo después del palizón acumulado en el
cuerpo para llegar hasta allí.
La cima se veía a lo lejos, y en escasos 6 kms había que salvar 500 metros de desnivel. ¿Cómo sería el acceso?
Justo
a mitad de subida me crucé con un jeep militar que bajaba dando tumbos
cargado de soldados. Anda que no les quedaba maltrato a sus lumbares hasta llegar abajo.
Las
rampas de los últimos 2 kms fueron las más técnicas, no sé si fue obra
deliberada de los ingenieros para dificultar el acceso a la base.
Nadie
salió a recibirme cuando llegué a la verja, ni siquiera el perrazo que holgazaneaba a la sombra de la caseta principal. Tratándose de un recinto
tan especial esperaba que alguien saliera a darme el alto por lo menos,
pero no.
Husmeé
un poco por allí, pero por poco tiempo, so pena de que se me hiciera
demasiado tarde para bajar con luz hasta Skopje. A mitad de bajada me
detuve en un manantial para refrescarme
mientras unos pastores subían hacia los pastos con su 4x4 repleto de víveres para permanecer en las alturas junto al ganado.
50 kms más tarde estaba inmerso en el espeso tráfico de la capital de Macedonia buscando dónde dormir. Vaya contraste.
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