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lunes, 17 de septiembre de 2018

LES CORBIÈRES 2018-DÍA 2

 LES CORBIÈRES 2018-DÍA 2



La segunda jornada me llevó bien de mañana hasta otra de las referencias que llevaba años observando en tránsito desde la autopista: la Porta dels Països Catalans, con el Etang de Leucate en lontananza.


La laguna se nutre de agua dulce mediante la profunda Font Estramar, a donde volvería al final del día para darme un baño relajante, a pesar de los letreros de baignade et plongees interdites.


 El plan principal consistía en recorrer la marisma por su ribera más occidental siguiendo el camino que transcurre paralelo a la vía férrea mientras me fuera posible.


En Port Fitou no me quedó más remedio que dejar el litoral y tras superar un cerro, buscar la vía de servicio de la autopista para continuar mi avance.


Al final, más bien seguí la ruta marcada por un gasoducto por caminos harto pedregosos e incómodos hasta que en las inmediciones de La Palme acabé pinchando una vez más. Busqué sombra bajo un olivo y me apresté a reparar con parches el mordisco de serpiente, qué remedio.


Tampoco costó tanto arreglar la avería, pero el pinchazo marcó el límite norte de la excursión. No es que me faltaran energías o ganas de seguir avanzando, pero temía ser víctima de una maldición y no me apetecía tener que vérmelas con otra rueda pinchada próximamente. Además, el día siguiente era festivo y no veía manera de conseguir otra cámara de recambio rápidamente. Solución: filet de boeuf y Kronembourg en el primer restorán de carretera que encontré y relax.


El regreso hacia mi base en Ribesaltes fue poco ambicioso y me dediqué a rodar por vericuetos que habían quedado sin explorar por la mañana, hasta que al final de la tarde me concedí una merecida sesión de spa en la fría y solitaria Font Estramar. Yo fui el último bañista en retirarse del lugar, momento que aprovecharon las nutrias para nadar a solas por el lago.


Hubo un tercer día que dediqué a retornar hasta Riumajor, pero fue bastante asfáltico o repetición de la ruta inicial, así que el regreso no tuvo ninguna historia más allá de saber si volvería a pinchar o no. En cualquier caso, había vuelto a sentirme bien encima de la DRZ cargada con medio equipaje y la muñeca había resistido medianamente bien el maltrato, por lo que una vez en casa empecé a planear una nueva incursión por el macizo de las Corbières.

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