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martes, 18 de septiembre de 2018

LES CORBIÈRES 2018-DÍA 3

LES CORBIÈRES 2018-DÍA 3

 
Un par de semanas más tarde tuvo lugar la segunda manga por las Corbières (en rojo), esta vez saliendo desde la misma laguna de Leucate y con Carcassonne como accidental límite septentrional.


La premisa esta vez era añadir el mayor número de sendas al recorrido, y mis planes pronto se hicieron realidad.


Bajo un cielo gris y plomizo entré en calor rodando por el lecho de un barranco de ambiente totalmente mediterráneo que bien podría haberme encontrado en Tarragona o Castellón. Unos pocos kilómetros después abandoné el estrecho cauce y empecé a ascender por suaves colinas dejando la costa a mis espaldas ganando altura entre las calizas.


El massif des Corbières puede ser realmente agreste: viento racheado, vegetación arbustiva y roca calcárea que pone a prueba suspensiones y discos intervertebrales. Cualquier camino se puede convertir en trialera inesperadamente, lo digo sin exagerar, y de hecho hay zonas que no creo que vuelva a transitar nunca, tan incómodo resulta su recuerdo. Una pausa en la excursión en forma de visita arqueológica a Le site de la Clotte  no me vino nada mal para recuperar el resuello y dejar de temblar entre los piedrotes.


No me extrañó nada que algún pueblo se llamara Roquefort, de rocas duras van bien servidos en la zona. No deseaba más que superar aquel terreno y rodar por suelos menos agresivos.


Llegué a una meseta por donde discurría un sendero muy recto y aparentemente sin mayor complicación, pero acabó siendo un tormento a causa de la extrema dureza y gran densidad de la vegetación arbustiva, así como por el elevado número de rocas ocultas y traicioneras que me llevaron al límite del equilibrio en numeras ocasiones. Recuerdo mirar el gps repetidamente para ver mi avance hacia la salida de aquella pesadilla. Un lugar para no volver, en serio lo digo.


Un poco más adelante, cerca de Fraissé, un nuevo sendero que seguía el lecho de un barranco resultó ser más agradable pero no menos pétreo, como atestigua la foto de abajo.


Desde un otero pude comprobar que el paisaje cambiaba definitivamente, aunque un inoportuno vallado de espino entre huertos de vides me hizo perder un tiempo precioso y tardé más de lo provisto en rodar por el nuevo terreno vislumbrado.


Disminuyó la ración de rocas pero aumentó el grado de las pendientes y me vi abocado al abandono de cierto sendero que debía conducirme a Villeneuve. Llegué reseco a Durban, donde pasé buen rato hidratándome y replaneando la ruta. El plan trazado estaba resultando ser más exigente de lo previsto y el consumo de energías se disparaba con la inesperada severidad de algunos senderos. Pensé que o disminuía el nivel de exigencia o no llegaría muy lejos aquel día. Tuve suerte y la tarde dicurrió por suelos menos agresivos que me permitieron relajarme y disfrutar del paseo.


De buena gana me habría dado un baño en las aguas del Orbieu a su paso por el ambientado pueblo de Lagrasse,



 pero nuevos retos me esperaban en el massif de l'Alaric. Si la mañana había terminado siendo agobiante, la tarde fue exitosa en términos endureros, con abundantes senderos de nivel medio que fui enlazando mientras improvisaba el recorrido en el entorno de Montlaur. Lástima que la proximidad del crepúsculo aumentara la urgencia de la conducción y que no me detuviera a tomar fotografías, pero las habrá en un futuro, pues este es sin duda un lugar al que no tardaré en volver.

La tarde la consumí rodando junto a la autopista y también brevemente por la ribera del canal du Midi camino de Carcassone. En resumen, mañana atosigante entre rocas calcáreas y tarde de solaz en los senderos; son los contrastes que suelen ofrecer estas rutas largas.


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