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jueves, 28 de abril de 2011

MARRUECOS 2010. SEIS DÍAS POR EL SUR. DÍA 3.


DÍA 3. MERZOUGA-TAGOUNITE-M’HAMID. 290 kms.

Comenzamos el día con los habituales problemas de la Adventure. Esta vez el starter se queda tirado y no hay manera de que el gatillo retroceda. Tras intentar repararlo, infructuosamente, salimos camino de nuestra base en M’Hamid. Debíamos volver a nuestro campamento base trazando una ruta paralela a la que nos llevó a Merzouga el primer día.
Bordeamos el lago donde acabamos la excursión el día anterior y vamos cubriendo unos cuantos kilómetros de pistas, algunas más arenosas que otras:
La KTM va aguantando, pero cuando Richy da algunos acelerones fuertes sobre arena, vislumbro una nube negra que sale de su escape que parece más bien salida de una furgoneta diésel.
Por lo demás, vamos frescos y después de los 2 primeros días, estamos más familiarizados con la arena:
Alternamos zonas de piedras con arena, como siempre el terreno es cambiante, hay muchas texturas:
Lo peor, cuando las piedras predominan sobre la arena. Muchas están incrustadas en el suelo y si vas rápido o descuidado, los llantazos o los topes de horquilla están a la orden del día. En el desierto la reverberación del sol, la monotonía de las pistas y el cansancio te aboban, y muchos obstáculos ni los ves, sólamente notas la sacudida seca en el manillar cuando ya has impactado con el pedrusco de turno, entonces reaccionas hasta que al cabo de unos minutos te vuelves a quedar empanado.
Amarok, como siempre, marcando el rumbo.
El hecho de ir siempre primero le libró de tragar polvo. Como ya he comentado, lo normal era que Richy y yo dejáramos una buena distancia de seguridad con el líder, so pena de asfixiarnos. Richy cambió el filtro de aire religiosamente cada día; yo me olvidé el recambio en M'Hamid y no pude hacerlo hasta el ecuador del viaje.

Afortunadamente, tras el sufrimiento por las piedras siempre surge algún tramo de pista de arena blandita, entonces parece que conduces sobre un colchón. Vas haciendo shimmies todo el tiempo y este bailoteo de la dirección te activa; la moto se va de delante básicamente, vas cambiando de rodera aquí y allá, otras veces te sales de la pista para pisar arena virgen. En general es muy divertido, te hinchas a dar gas y te sientes dominador de todos los extraños que te hace la moto.
Nuestra primera parada relevante aquel día fue la visita a una antigua fortaleza erigida sobre un peñasco conocida como Lost City, sí, en inglés (!), así es como aparece en los mapas.
Una vez hechas las fotos de rigor en la ciudad perdida (que en realidad se llama Bahallou) debíamos cruzar un cordón de dunas bajitas dirigiéndonos hacia un collado que se habría entre las montañas más próximas. Íbamos avanzando con los atascos preceptivos:
Momentos para el diálogo también hubo. 
Finalmente salimos de la arena bastante enteros y acometimos el ascenso del collado, medio kilómetro escaso de subida que contrasta con las insufribles planicies del grueso de la ruta.
Y de aquí, al portal de Belén:
Un oasis-albergue-bar en medio de la nada que en realidad se llama Mharech:
Aquí me eché un par de Coca Colas al coleto, que ya pasé mucha sed el primer día, ahora ya no me iban a pillar desprevenido:
Mis amigos aprovecharon para preguntar pormenores de la ruta al hostelero:
Una vez hidratados y descansados, reanudamos la marcha. La siguiente sección, interminable, consistiría en variopintas llanuras.
Como es habitual, en cuanto te detienes, siempre aparece algún moro para venderte algo o ver qué te hace falta. Este de la foto parece que sólo tenía curiosidad por nuestras motos.

Más llanura. Aquí parece que Amarok se sustente en el aire sin velocidad alguna. A lo lejos, la estela de algunos coches que pasaban lijados.
Menuda planicie.

Una zona más idílica, cubierta de plantas y con dromedarios retozando en segundo término:
Esta llanura estaba repleta de pequeños surcos, siempre transversales al sentido de la marcha, por suspuesto, que provocaban el efecto de circular sobre un continuum de bandas sonoras. En general, las pistas no arenosas presentan muy a menudo ondulaciones similares, pero estas eran más acusadas. Una vez superada esta llanura... más llanuras, decenas de kilómetros totalmente planos donde ponías la directa y no la quitabas nunca. La velocidad a la que podías circular dependía sólo del desarrollo de la moto y tu sentido común, todo eran rectas. Podías circular por la pista central o salirte a otra paralela o bien ir campo a través, todo valía.
Marcamos puntas de 100 km/h escasos. La velocidad de crucero estaría en torno a los 90 km/h calculo. Si os parece poco, pensad si vosotros circularíais 50 kms seguidos por autovía con vuestra moto de enduro a 100 por hora, sin irregularidades en el piso pero soportando el azote del viento y las vibraciones del motor. Aquí además debías anticiparte a los pequeños baches o barranquillos o piedras traidoras que surgían de la nada. Por tanto, más allá de la emoción inicial de enroscar el mango a placer, había que concentrarse en mantener la atención y esquivar estos obstáculos intermitentes. En la primera parada que hicimos tras este hartazgo de rectas, comprobé con estupor que un hormigueo intenso subía por mis manos hasta las puntas de los dedos. La postura constante, las vibraciones, la tensión, todo ello colaboraba para adormecerme estas extremidades. Por mucho que elevara los brazos y agitara las manos, la circulación no volvía a sus constantes habituales, y el fenómeno duró hasta bastante tiempo después de acabar la sección de pistas rápidas.

Más cerca ya de Tagounite, repetimos parte de la ruta que el primer día nos llevó hasta Merzouga, pero esta vez en sentido inverso. Debían faltar unos 60 kms cuando Richy nos comunicó que acababa de entrar en reserva. Sin duda ese mando del starter medio atascado había aumentado el consumo de su máquina muy por encima de lo habitual. A partir de aquí decidió ir pemanentemente en la marcha más larga que pudiera y a poca velocidad, regulando los pocos litros que pudieran quedarle en su maxi tanque.
Unos kilómetros más adelante, Amarok se quedó atrás para revisar el GPS, momento en que Richy y yo tomamos la cabeza, confiados de que la pista por la que pilotábamos iba recta hacia Tagounite. Al cabo de un buen rato nos apercibimos de que Amarok no venía, así que yo retrocedí a buscarlo mientras Richy continuaba todo tieso. Cuando encuentro a nuestro guía estaba hecho un basilisco: nos habíamos pasado un cruce, y si Richy ya iba mal de gasolina, ahora debía retroceder y aumentaban aún más sus posibilidades de quedarse seco. Ante este panorama, me ofrezco para ir a buscar a la KTM y traérmelo de vuelta al cruce. 6 kms rapiditos hasta encontrarlo al borde de una carretera. Richy dice que no vuelve al cruce, que piensa seguir por asfalto. Recorro otros 6 kms hasta reeecontrarme con Amarok, que decide seguir los pasos de Richy para auxiliarle en caso de que agote el combustible. Otra vez recorro los 6 kms dichosos hasta la carretera, vaya aburrimiento. Sobre asfalto ya, damos caza a la Adventure, y unos pocos kms después, la austriaca agota el caldo.
Como Amarok va sobrado (lleva un depósito auxiliar de 8,5 litros), le deja unos litrejos utilizando mis pequeñas garrafas como recipiente. Restaban unos 7 kms escasos hasta la gasolinera de Tagounite, nos fue de un pelo.
Llenamos los tanques para el día siguiente, y además nos aprovisionamos con combustible extra para la moto de Richy. Compramos 4 botellas de agua, nos las bebimos y de paso regamos las plantas, las llenamos de sans plomb y con todos los llenos hechos, allá que nos fuimos al hotel de M'Hamid, otros 25 kms más, ya de noche pero sobre asfalto. Piscina, cena pantagruélica en el buffet libre, comentamos las jugadas más interesantes, hablamos de lo que nos espera mañana, y al sobre.
No hacemos nada más que ir en moto; por la noche nos bañamos, repostamos y cenamos. En otras palabras, el 97% de nuestra existencia estos días es conducirrrr.

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