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martes, 6 de agosto de 2013

IRLANDA 2013. DÍA 8. BALLINA - SLIGO

DÍA 8. BALLINA - SLIGO


Amaneció diluviando, y así estuvo hasta por lo menos las 12 del mediodía, hora en la que debíamos abandonar nuestra habitación en Belleek Castle antes de que nos echaran. Pertrechados con la ropa de lluvia, desfilamos por el bosquecillo que rodea la propiedad.




Dimos un paseo por la solitaria costa para dirigirnos poco después al interior, a las Ox Mountains. Me hacía gracia ese nombre y no quería perdérmelas. 





En vez de por montañas la carretera nos llevó más bien por unos páramos donde la lluvia y el viento nos azotaron sin piedad. La ruinosa casa que se ve al fondo era el único refugio en varios kilómetros a la redonda, y nos lo pasamos de largo.




En las inmediaciones del Lough Easkey el tiempo nos dio un respiro





y paramos a jugar un rato con los bloques de turba apilados en un campo cercano.




A veces parecía que iba a lucir el sol,




qué ingenuos.




Pasado Cloonacool, un pueblo con nombre de colutorio dental, la lluvia arreció y nos guarecimos en cochambrosa casucha junto al camino.




Para completar el trayecto, y dado que en Irlanda apenas ves cementerios, se nos ocurrió ir a visitar uno deliberadamente, el de Carrowmore. A diferencia de los camposantos habituales, este, que era de la época de las cavernas, tenía aspecto de campo de golf donde en vez de hoyos había pedruscos diseminados a lo largo y a lo ancho.




 

Hay que reconocer que para tener 6200 años el dolmen de Carrowmore se conserva bastante bien.



Al salir del cementerio noté que algo me atrapaba la mano, un espíritu megalítico que venía a vengar la profanación de su tumba, pensé. Pero no, era solo la dichosa portezuela que se había cerrado de golpe.




Y del cementerio a Sligo, ciudad donde nos aprovisionamos de la habitual ración de comida basura. Reincorporarnos a nuestra ruta fue algo más complicado de lo previsto. Un ciclista ya nos advirtió de que nos aguardaban cuatro tramos de escaleras.




Durante la merienda nos habíamos desprendido de la ropa de lluvia, craso error. Nada más salir de una gasolinera, a unos escasos 10 kms del final de etapa, nos sorprendió una lluvia torrencial. Cuando quisimos parar y ponernos los impermeables ya estábamos empapados. Evidentemente llegamos a nuestro B&B hechos una sopa, pero afortunadamente la landlady fue bastante comprensiva y nos facilitó las tareas de secado. ¡Y nosotros que creíamos que íbamos a salir de Irlanda sin remojarnos!

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