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domingo, 1 de mayo de 2011

ATLAS 2010 OCTUBRE. DÍA 6

DÍA 6. ANERGUI-IMILCHIL-MIDELT. 240 kms 
Algo resignados ante la inminente finalización del viaje, iniciamos el regreso hacia Midelt. Dado que la ruta sureste estaba bloqueada, no nos quedaba más remedio que volvernos por donde habíamos venido. En la cima del puerto que da acceso a Anergui coincidimos de nuevo con los traileros alemanes,
y tras comentarnos una vez más nuestras penas y tristezas, marchamos juntos en convoy dirección noreste.
Menuda banda.
Decidimos repetir un buen trozo de la ruta del día anterior. Inicialmente guiamos a nuestros colegas germanos hasta Tasraft, 
donde nos dividimos. Nuestro objetivo común era Taghzout, pero ellos seguirían por buena pista y nosotros tomaríamos el camino de herradura que ya conocíamos.
Enseguida nos plantamos en el ya conocido "paso de las alforjas",
donde más de uno extremó las precauciones para nos rascar demasiado los bajos o, mayormente, los laterales.
Volvimos a pasar también por el estrecho "de los naufragios" y rápidamente el valle fue quedando a nuestros pies.
Abajo, a la izquierda, puede distinguirse a los alemanes. Iban un poco lentos, los pobres. Se quedaron atrás y ya no volvimos a verlos, pero al menos les dejamos encaminados hacia la gasolinera más cercana. Nosotros seguimos a nuestro ritmo,
y tras respostar en Imilchil, pronto nos vimos circunvalando Anefgou.
La ruta se internaba por una pista muy erosionada que bordeaba el Jbel Sloul.
Pista y río discurrían en paralelo por el valle. Improvisando trayectorias por aquí y por allá salimos adelante,
cruzando el río en repetidas ocasiones, tranversal 
 o longitudinalmente.
Este estado de las cosas se prolongó durante unos cuantos kilómetros, y disfrutamos tanto de las humedades del río
como de los encantos de la gigantesca vegetación.
Fue ya cerca del final del desfiladero cuando Óscar, el increíble hombre bayeta, firmó la que fue probablemente su última caída:
Ya se había lastimado un metatarsiano o huesecillo similar jugando al fútbol con un pedrusco descomunal por la mañana, y este tropezón postrero supuso el clímax de la severa colección de caídas que había ido atesorando en estos Six Days.

Los kilómetros que quedaban por completar eran de mero trámite. Mucha carretera hasta Agoudim y para postres, el circo de Jaffar. Llevaba tiempo hablándose de que la pista estaba muy deteriorada, y en efecto, así la encontramos, rota en muchas de las curvas que coincidían con los barrancos que descendían de las cumbres.
En estos casos, siempre encontramos alguna vía alternativa que, quienes nos habían precedido, ya habían abierto o que bien se intuían sin dificultad. De todos modos, por si había dudas, una mujer de una aldea próxima ordenaba el tráfico de motos y exigía peaje por indicarte el atajo más conveniente. Nos cruzamos con un grupito de endureros que venía de frente. A mí ni me saludaron, no sé a mis compañeros.
Hablando de los que nos habían precedido, alguno con coche se había precipitado ladera abajo,
precisamente en un tramo donde, a causa de los depósitos de la erosión, la pista discurre amenazadoramente contraperaltada durante unos cuantos metros.
Comenzaba el descenso hacia Midelt
y sus planicies. Eran los últimos momentos de la excursión.
Cuando, de repente, nos topamos con un par sevillanos que venían en dirección contraria, decididos a subir por donde nosotros, con cierto esfuerzo, habíamos bajado. Algunos no salíamos de nuestro asombro:
Costó un poco convencerlos, pero sabiamente aceptaron nuestro consejo de que aquel no era camino apropiado para sus exclusivas motos. Suerte tuvieron de encontrarnos, de lo contrario aquella noche habrían llorado amargamente la destrucción de sus bonitos carenados y maletas. Al final, sanos y salvos, y con las monturas intactas, coincidimos por la noche en el mismo hotel de Midelt. Fin.Volver arriba

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